Un camino y una meta...
Queridos amigos:
1.
NO HAY PEOR CIEGO QUE EL NO QUIERE VER, NI SORDO QUE EL QUE NO
QUIERE OÍR... Quienes han nacido sin estos importantes sentidos, o
quienes los han perdido por algún accidente o alguna enfermedad, se
ejercitan para suplirlos con un mayor desarrollo de los otros, y
aprenden a reemplazarlos. Pero el que cierra los ojos o los oídos a
propósito, o deja que otros se los tapen, se quedan sin ninguna
posibilidad de ver y de oír...
Aunque nos parezca extraño, esto hacemos de vez en cuando todos
nosotros. Así sucede cuando no queremos ver algunas cosas, aunque
sean evidentes, y no queremos oír nada sobre ellas. Por ejemplo,
aunque es evidente, y además seguro, que todos vamos a morir, no nos
gusta pensar en ello, y a veces parece que viviéramos como si
fuéramos a vivir para siempre. Para eso cerramos todos los sentidos
ante la realidad de la muerte, como si no existiera. Y en todo caso
si no la podemos esquivar, pensamos en la muerte como una fatalidad
que interrumpe nuestros planes, como una desgracia que no nos
resignamos a aceptar...
No deja de
ser curioso. Porque, teniendo en cuenta que la vida es como un
camino, que tiene su origen en Dios, y en Él mismo tiene su meta,
cuando vivimos como si fuéramos a vivir para siempre o como si la
muerte fuera un extraño al que hay que resistirse a todo precio, nos
parecemos a alguien que se ha subido a un avión para hacer un viaje,
y que al poco tiempo de estar allí, olvida su punto de partida y su
meta, y pretende quedarse en el avión para siempre. Es verdad que
algunos aviones pueden tener tal cantidad de comodidades y de
servicios que hagan olvidar las ventajas de estar en tierra, pero de
todos modos a nadie se le ocurriría que tiene sentido permanecer en
el avión como si fuera una casa permanente...
Las consecuencias pueden ser tremendas. Si vivimos como si esta vida
fuera todo, podemos caer en el error de querer darnos todos los
gustos mientras dure esta vida, y además deprimirnos o desesperarnos
cuando llega la muerte. Por eso Jesús hoy quiere abrirnos los ojos y
destapar bien nuestros oídos, para que vivamos con la confiados en
la vida que sólo se alcanza después de la muerte...
2. NUESTRA META ES
EL CIELO, AL QUE SÓLO SE PUEDE LLEGAR DESPUÉS DE LA MUERTE... Todos
vamos a morir, y eso en realidad no sólo no es tan malo, sino que
es, o puede ser al menos, si aprovechamos bien el don de la vida que
Dios nos dio, muy bueno. Dios nos hizo para la vida, Él es el Dios
de la vida. Pero nos hizo para una vida que no cabe dentro de ésta
que hoy llevamos, y la aspiración a la Vida eterna ha sido sembrada
por Él mismo en los más profundo de nuestro corazón, y se convierte
en una meta posible a partir de la semilla de eternidad que ha
sembrado en cada uno de nosotros. A lo que aspiramos, entonces, y a
lo que podemos y debemos tender, no es sólo a una prolongación de
esta vida "por más tiempo", sino la Vida que se vive junto a Jesús,
con la resurrección. Por eso, teniendo en cuenta que nuestra vida de
hoy es sólo el camino que nos puede llevar a la que vale, y que no
tenemos aquí en esta tierra un destino que dure para siempre, no
importa si es largo o corto este camino, sino que nos lleve a la
meta. Los siete hermanos detenidos, a quienes querían apartar de
Dios amenazándolos con quitarles la vida, nos muestran el camino que
lleva al buen final: "nos resucitará a una vida eterna, ya que
nosotros morimos por sus leyes"; "es preferible morir a manos
de los
hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados
por él".
Se trata, entonces, de vivir la vida conforme al camino que nos
muestra Dios, para que dé fruto la muerte...
Dios nos
hizo para el amor y para la vida, y nuestra condición corporal le
señala las posibilidades y le pone los límites tanto a uno como a
otra. Jesús nos muestra hoy, con su respuesta a los saduceos que no
creían en la resurrección, que el amor matrimonial tiene en nuestra
condición actual unas limitaciones que no tendrá en el Cielo.
Nuestra condición corporal le imprime hoy al amor matrimonial, por
el bien de los cónyuges y de los hijos, las exigencias de la
fidelidad y de la unidad. Como decía hoy
Benedicto
XVI en la Consagración de la Iglesia de la Sagrada Familia,
en
Barcelona, El matrimonio es posible, entonces, sólo entre
uno
y
una...
También el amor servicial (que nos pone a unos a los pies de los
otros, ya que Jesús nos hace a unos servidores de los otros por
amor), encuentra en nuestra corporeidad sus posibilidades y sus
límites. Será según la capacidad que nos dan nuestras fuerzas y
nuestros bienes, además de nuestra decisión personal, que podremos
servir a los demás. No podremos hacer todo lo que queramos, sino
sólo lo que quepa dentro de nuestras limitaciones...
Pero no sólo el amor tiene sus límites por nuestra condición
corporal. También los tiene la vida misma. Más allá de las
enfermedades que tengamos o podamos sortear, nuestro cuerpo se irá
poniendo viejo, hasta que no pueda más, y llegados al límite nuestra
vida en la tierra terminará. Será la resurrección la que hará
posible que superemos las limitaciones de nuestra condición corporal
actual, abriéndonos a un amor y a una Vida sin los límites que ella
hoy nos impone...
3. JESÚS
NOS MARCÓ UN CAMINO QUE ES TAMBIÉN LA META: EL AMOR... Es muy
importante no perder el camino, para no equivocar la meta. El camino
es el amor. Es un camino que tiene sus sombras, debido a nuestras
limitaciones...
Es un camino que
tiene sus vericuetos y sus vueltas, sus otoños y sus primaveras. No
siempre resulta claro y fácil dar con la mejor manera de recorrerlo.
Es un camino exigente, que reclama lo mejor de cada uno de nosotros
en cada momento. Un camino que requiere constancia, que requiere
paciencia, que reclama esfuerzo y dedicación. Un camino que requiere
fortaleza, y que por eso mismo requiere que mantengamos siempre bien
alimentada nuestra fe, para resistir todas sus exigencias...
Es un camino, por otra parte, que es también la meta, ya que el
Cielo será la gran fiesta del Amor de Dios, a la que Él mismo nos
invita. Por esto mismo, recorrer con fidelidad el camino del amor
durante nuestra marcha, no sólo nos acerca a la meta, sino que
también nos anticipa lo que será la fiesta del Cielo, además nos
prepara a participar en ella...
Lecturas
bíblicas
del Domingo XXXII del Ciclo C:
- El Rey Antíoco envió a un consejero ateniense para que
obligara a los judíos a abandonar las costumbres de sus padres y
a no vivir conforme a las leyes de Dios. Fueron detenidos siete
hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y
tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo,
prohibida por la Ley. Pero uno de ellos, hablando en nombre de
todos, le dijo: «¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros?
Estamos dispuestos a morir, antes que violar las leyes de
nuestros padres». Una vez que el primero murió, llevaron al
suplicio al segundo. Y cuando estaba por dar el último suspiro,
dijo: «Tú, malvado, nos privas de la vida presente, pero el Rey
del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros
morimos por sus leyes». Después de este, fue castigado el
tercero. Apenas se lo pidieron, presentó su lengua, extendió
decididamente sus manos y dijo con valentía: «Yo he recibido
estos miembros como un don del Cielo, pero ahora los desprecio
por amor a sus leyes y espero recibirlos nuevamente de él». El
rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del valor de aquel
joven, que no hacía ningún caso de sus sufrimientos. Una vez que
murió este, sometieron al cuarto a la misma tortura y a los
mismos suplicios. Y cuando ya estaba próximo a su fin, habló
así: «Es preferible morir a manos de los hombres, con la
esperanza puesta en Dios de ser resucitados por él. Tú, en
cambio, no resucitarás para la vida» (2 Macabeos 6, 1 y 7, 1-2 y
9-14).
- Hermanos: Que nuestro Señor Jesucristo y Dios, nuestro
Padre,
que nos amó y nos dio gratuitamente un consuelo eterno y una
feliz esperanza, los reconforte y fortalezca en toda obra y en
toda palabra buena. Finalmente, hermanos, rueguen por nosotros,
para que la Palabra del Señor se propague rápidamente y sea
glorificada como lo es entre ustedes. Rueguen también para que
nos vemos libres de los hombres malvados y perversos, ya que no
todos tienen fe. Pero el Señor es fiel: él los fortalecerá y los
preservará del Maligno. Nosotros tenemos plena confianza en el
Señor de que ustedes cumplen y seguirán cumpliendo nuestras
disposiciones. Que el Señor los encamine hacia el amor de Dios y
les dé la perseverancia de Cristo (2 Tesalonicenses 2, 16 - 3,
5).
- Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la
resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado:
"Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano,
para darle descendencia, se case con la viuda". Ahora bien,
había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener
hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y
así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente,
también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién
será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?». Jesús les
respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casa,
pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro
y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque
son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos
de la resurrección. Que los muertos van resucitar, Moisés lo ha
dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor
el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque
él no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto,
viven para él» (Lucas 20, 27-38).
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Predicaciones
del P. Alejandro W.
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