Sin límites...

Queridos amigos: 

Esta fue mi predicación de ayer en la Parroquia Sagrada Familia, de Carapachay y de hoy, 18 de febrero de 2007, Domingo VII del Ciclo Litúrgico C, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:

Exigencia1. NADIE SABE TODO LO QUE ES CAPAZ DE HACER HASTA QUE LLEGAN LAS EXIGENCIAS...  Muchas veces funcionamos a presión. Si no tenemos mucho que hacer, nos cuesta empezar con la tarea. Pero si la agenda se nos llena de asuntos pendientes, muchas veces se nos pone en marcha un impulso interior con el que somos capaces de hacer todas las cosas pendientes, con la mayor eficiencia...

EntrenamientoLos deportistas se entrenan para llegar en las mejores condiciones a las competencias más exigentes. Sin embargo, más allá de lo que alcanzan en los entrenamientos, con las exigencias de la competencia pueden llegar a rendir mucho más que lo que sus entrenadores o ellos mismos se han imaginado durante los entrenamientos...

Madre, hijo, MédicoHay además un montón de cosas cosas que, si las pensamos en frío, sin las condiciones especiales en que a veces nos ponen las circunstancias, parecen imposibles, pero que en momentos especiales no sólo dejan de parecer imposibles sino que efectivamente las podemos realizar. Pensemos, por ejemplo, cuántas horas puede pasarse alguien sin dormir. Si nada especial sucede, no será mucho tiempo. Pero si una madre estuviera cuidando a un hijo enfermo, y la vida de su hijo dependiera de su constante atención, podemos estas seguros que serán muchas más horas que las que logramos imaginar...

Son las exigencias, entonces, las que pueden mostrarnos la real medida de lo que somos capaces de hacer. Esto se aplica no sólo en el aspecto humano de la vida cotidiana, sino también en su dimensión sobrenatural, es decir, en la vida de la fe. Cabe entonces preguntarse en nuestra vida de creyentes lo mismo que nos preguntamos como cuando emprendemos las tareas importantes de nuestra vida cotidiana: ¿hasta dónde seremos capaces de llegar cuando nuestra fe se vuelva exigente y nos reclame esfuerzos especiales?...

Pasión2. EL AMOR AL QUE JESÚS NOS LLAMA ES UNA EXIGENCIA SIN LÍMITES... El amor, por su propia naturaleza, no admite límites. Si el amor consiste no en un vago sentimiento sino, como es en verdad, en la voluntad decidida de contribuir al bien de aquel a quien se ama, está claro que no puede tener límites, porque por mucho que hayamos hecho por el bien de alguien, siempre podremos hacer algo más...

OraciónPero además, el amor al que Jesús nos llama no tiene límites porque nadie puede quedar fuera de él. El suyo, que es el Amor de Dios por todos y por cada uno de los hombres, es un amor sin límites, que lo llevó a dar su vida por nosotros y por todos en la Cruz, pidiendo al Padre que perdonara a los que lo crucificaban porque no sabían lo que hacían. Por eso Jesús nos plantea hoy también a nosotros un amor exigente. De un modo especial se nos hace evidente esta exigencia, que puede parecernos a primera vista mayor de lo que somos capaces de soportar, del amor a los enemigos...

Corazón con las raíces en la CruzSin embargo es una exigencia muy coherente y muy posible. Muy coherente, porque se supone que nuestros enemigos quieren nuestro daño, nuestro mal. Lo mejor que puede pasarnos, entonces, es que fracasen en su intento. Ahora bien, si nuestros enemigos fracasan en su intento de hacernos mal, habrán comenzado a hacer algo bueno, o al menos habrán dejado de hacer algo malo. Por lo tanto, amar a nuestros enemigos, trabajar por su bien, será, en definitiva, también hacerlo por el nuestro...

El modo de concretar este amor muchas veces no podrá ir más allá allá de la oración, pero perseverar en ella será sin duda de la mayor eficiencia; entre los encargos que Jesús nos hace está el de rezar por "nuestros enemigos". Ese "amor a los enemigos", por otra parte, deberá ser como el de Jesús, es decir, un amor que hunde sus raíces en la Cruz, y de allí se alimenta y allí encuentra sus fuerzas...

Podríamos preguntarnos, sin embargo, hasta qué punto seremos capaces de de practicar este amor a los enemigos. Para encontrar la respuesta tengamos en cuenta, en primer lugar, que sólo cuando llegan las exigencias cada uno sabe hasta dónde es capaz de llegar. Por lo tanto tampoco ante esta propuesta de Jesús de amar a los enemigos, que parece tan por encima de nuestras fuerzas, no conviene que nos achiquemos antes de tiempo. Pero además, en segundo lugar, tengamos en cuenta que no sólo es una exigencia muy coherente con el amor, como decía recién, sino también muy posible...

Fuerte3. ALIMENTADOS CON EL AMOR DE JESÚS TODO ES POSIBLE, NO TENDREMOS LÍMITES... San Pablo nos dice hoy que "el primer hombre" procede de la tierra y es terrenal, pero "el segundo hombre" procede del cielo y es celestial. El "primer hombre" es nuestra condición humana antes de la redención. Podríamos decir que consiste en nuestra semejanza con Adán. Pero el "segundo hombre" es la humanidad asumida y redimida por Jesús, y consiste justamente en nuestra semejanza con Él, que comenzó a realizarse con el Bautismo, y se va completando cada día con nuestra conversión cotidiana...

Corazón crucificadoNosotros no somos ya sólo terrenales. La nuestra es la condición del hombre celestial. Lo que no pueden nuestras fuerzas terrenales para vivir con entusiasmo y compromiso un amor sin límites en el que entren también todos los que por algún motivo podemos llamar "nuestros enemigos", lo podemos con el amor de Jesús, que Él infunde en nuestros corazones...

Tenemos que dejar, por lo tanto, que lleguen las exigencias. Serán una consecuencia inevitable de la fidelidad al Amor de Dios y al don de la fe que Él nos ha regalado. Por supuesto, no nos quedaremos sentados esperando que lleguen, sino que nos iremos preparando para responder a ellas. Será con un corazón que se alimenta con el Amor de Jesús que estaremos en condiciones de responder a esas exigencias...

No serán, entonces, las circunstancias en las que nos toque vivir nuestra fe fe, ni su dureza, las que pondrá límite a nuestra fidelidad, sino el modo con que alimentemos cada día esa llama que Jesús ha encendido en nosotros. Perseverantes en el amor, podremos poner una y otra vez la mejilla para recibir bofetadas, haciendo a los demás el bien que nosotros desearíamos que ellos hagan con nosotros. Alimentados por la misericordia con la que Dios nos trata podremos ser misericordiosos, mucho más allá de lo que somos capaces de imaginarlo...


Lecturas bíblicas del Domingo VII del Tiempo Ordinario del Ciclo C:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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