Esta fue mi predicación de hoy, 29 de
julio 2007,
Domingo
XVII del Ciclo Litúrgico C, en la
Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín (entre una Misa y otra, a las 10:30, murió
en el Hogar Marín el
Padre Juan Jarillo [residente en esta casa desde hace años],
después de
un largo camino de postración; por esta razón
verán que en la segunda y
en la tercera parte aparecen referencias a él):
1. ¿CÓMO
HACE DIOS PARA RESPONDER A TODOS LOS QUE LE PIDEN ALGO?...
Sería muy
difícil para Dios, y hasta contradictorio, si tuviera que
responder
afirmativamente a todos los
que acuden a Él con su oración
pidiéndole algo. En este mes que ahora
termina hubo varias competencias deportivas internacionales (la Copa
América de fútbol, los Juegos Panamericanos, el
Mundial de fútbol en la
categoría sub 20), en las que seguramente muchos de cada
lugar le
pidieron a Dios por el triunfo de su propio equipo. Y en el mes que
está por iniciarse comenzará un nuevo Campeonato
de fútbol en
Argentina, y es posible que muchos quieran a ver a Dios de su lado, con
la camiseta del propio equipo (con lo cual Dios debería
ponerse varias
o todas al mismo tiempo). En realidad, es
posible que cada día que se juega un partido de
fútbol un grupo de
aficionados de cada uno de los clubes que juegan se dirija a Dios para
involucrarlo en el resultado, cada uno a su favor...
De todos
modos, el fútbol no es el único motivo de
oración que puede
llevar hacia Dios con intenciones contrapuestas. Hace mucho tiempo
existen también algunas costumbres "no muy piadosas"
respecto de la oración, que cada tanto se hacen sentir, y
que podríamos
describir como una "oración piquetera". Tiempo
atrás se
hacían cadenas por cartas, que prácticamente nos
obligaban a
continuarlas enviándolas a un determinado número
de personas porque
en caso contrario podían sucedernos especiales males u
ocurrirnos
determinados daños. También se
acostumbró en un tiempo hacer
verdaderos "piquetes" de oración, con cadenas,
novenas o
repeticiones determinadas de oraciones, con las que los santos se
veían
obligados a responder a nuestro pedido, bajo la pena de que su
imagen
fuera puesta boca abajo si no respondía según
nuestro buen querer (o
nuestro capricho). Hoy, con los nuevos medios de
comunicación, se ha
multiplicado estos tipos de oración "piquetera" que
pretenden poner a
los
santos contra la espada y la pared, obligados a responder a nuestra
oración. Muchas veces recibimos correos
electrónicos sobre determinadas
oraciones que hay que dirigir a determinados santos, en los
que se
nos conmina: "no rompan esta cadena, es milagrosa", y se
nos manda:
"debes hacer X copias, repartirlas en los siguientes X días
a X
personas y a cambio recibirás"...
Pero, como no hay que rezar de cualquier manera y pidiendo cualquier
cosa, hoy Jesús, con su ejemplo y con su Palabra, quiere
enseñarnos a
rezar "como Dios manda", es decir, bien...
2. DIOS ES UN PADRE
BUENO, Y SÓLO DA LO QUE ES BUENO PARA SUS HIJOS...
La enseñanza de Jesús comienza
mostrándonos que Dios es nuestro Padre,
y por lo tanto es posible y necesario dirigirse a Él como lo
hace un
hijo. Las palabras del Padrenuestro, que San Lucas nos presenta en una
versión más breve que la que habitualmente usamos
(que está en el
capítulo 6 de San Mateo), no son las únicas con
las que podemos y
debemos dirigirnos a Dios, pero sí la confianza y
el
espíritu filial que impregnan esta oración
será siempre los que deberán
alentar la
nuestra...
El Padre Juan aprendió
desde chico, en su familia, a confiarse en Dios su Padre. Y
aprendió
también en su ambiente familiar a ser padre, ya que tuvo que
ocupar su
lugar, ante la temprana muerte del suyo, para ayudar a su madre a
alimentar y educar a su hermanos menores. aprendió
así a hacer lo que
su vocación le llamó a realizar, como testigo
eficaz e instrumento
dócil de la paternidad de Dios para con todos sus hijos,
especialmente
en las Parroquias Asunción de la Virgen, de Olivos, y
Nuestra Señora de
Aránzazu, en San Fernando...
Un padre bueno no puede decir siempre que sí a sus hijos. Se
le
harían caprichosos, y además
terminaría causándoles daño.
Los hijos tienen necesidad de ser ayudados por sus padres para crecer
rectamente y para aprender a conducirse con su propia libertad para
alcanzar el bien para el que Dios los ha hecho. Y así como
el padre no
les da todo lo que piden, sino aquello que los conduce al bien,
así
también hace Dios con nosotros. Seguro que Dios no siempre
responderá
con lo que esperamos a nuestra
oración, y menos mal que es así. Porque
Él mira las cosas de una manera
más completa que la que nosotros tenemos. El sabe que nos ha
hecho para
el Cielo, y en lo que de Él depende, nos guía y
ayuda para que
alcancemos, por nuestra propia decisión y libertad, esa
meta. A veces
nos convendrá la salud, pero a veces podrá ser la
enfermedad la que nos
ayude. El Padre Juan conoció en su vida estos dos caminos,
con la salud
robusta que siempre lo acompañó, y con la
postración y la limitación de
sus últimos años. Será la vida
prolongada la que nos lleve mejor al
Cielo, o será
la muerte no deseada. Será la riqueza la que convenga a
nuestra meta
(aunque es difícil, porque el amor y la justicia son
más difíciles en
esa condición), o será la pobreza la que nos
enseñe a depender
de Dios, sabiendo con Él, nada nos falta.
Dios sabe lo que nos conviene en cada caso y en cada momento, y nos da
lo que nos hace falta para alcanzar nuestra meta. Por eso es que,
estando atentos a la respuesta de Dios a nuestra oración,
podemos
aprender mucho sobre lo que nos hace falta pedir, y sobre lo que no
resulta tan necesario. En todo caso, Jesús nos
enseña, además del
espíritu de toda oración que anima el
Padrenuestro, y que nos pone en
manos de Dios como un hijo se pone en manos de su Padre bondadoso,
otras características de nuestra oración, a
través de parábolas y
ejemplos...
3. JESÚS
NOS ENSEÑA A REZAR CON INSISTENCIA, SIN CAPRICHOS Y CON
CONFIANZA... En primer lugar, nos enseña a rezar con
insistencia. Como
dijimos recién, Dios sabe lo que nos conviene. La
insistencia en la
oración, entonces, no es para que Dios se entere de lo que
nos hace
falta. Como dice San Agustín, si por eso fuera nuestra
oración bien
podría bastarse con el silencio. Es a nosotros, sigue San
Agustín, a
quienes nos hace bien que nuestra oración se traduzca en
palabras.
Somos nosotros los
que aprendemos de este modo cuánto dependemos de Dios, y
cómo
necesitamos ponernos siempre en sus manos...
Por otra
parte, con la respuesta de Dios a nuestra oración,
aprendemos
a distinguir qué nos hace bien y qué es lo que en
verdad necesitamos,
para dejar de lado lo superfluo (¿cuántas veces
hemos tomado a Dios como un especial almacenero o proveedor, al que
podemos pedirle lo que se nos viene en mente, y quien nos tiene que
responder en tiempo y forma, bajo nuestra velada amenaza de enojarnos
con Él?). Tengamos siempre en cuenta que Dios, como Padre
bueno, sólo
puede dar cosas buenas a su hijos, y sólo Él sabe
verdaderamente lo que
para cada uno de nosotros es bueno. Hagamos la prueba: pidamos a Dios
que nos dé el Espíritu Santo, que es el maestro
interior de toda
oración...
Además de la enseñanza de Jesús, nada
nos mostrará mejor el valor de la
insistencia en la oración que mirar a los que rezan de esa
manera. El
Papa nos da el ejemplo, tomándose sus vacaciones como un
momento
especial de oración, que por otra parte en su tarea
principal todos los
días. Y el Padre Juan siempre encontró su
alimento en la oración. Aún
en sus últimos meses, cuando ya no tenía
más fuerza para las palabras,
siempre mantuvo sus manos enlazadas con el Rosario. Con
la confianza que surge de una vida entregada a Dios, es posible y
además resulta imprescindible, rezar siempre. Así
como la respiración
es necesaria para renovar con oxígeno la sangre,
así con nuestra
oración Dios renovará siempre nuestro
espíritu con el don de su
Espíritu...