Esta fue mi predicación de hoy, 22 de
julio de 2007,
Domingo
VI del Ciclo Litúrgico C, en un Internado atendido
por las Siervas
de Cristo Sacerdote, que me alojan en estos días en
Bogotá (Colombia),
donde viven 123 niñas que están a su cuidado, y
que celebraban hoy el
"Día de la Familia":
1. CUANDO SE RECIBEN
VISITAS, HAY QUE OCUPARSE DE PREPARAR LA CASA... Es muy bueno, de vez
en cuando, recibir visitas. Además del gusto de tenerlas en
casa,
sirve, resulta también una buena ocasión para
poner la casa en orden...
Esto fue lo que pasó en estos días pasados en
este Internado de niñas
atendido por las Siervas de Cristo Sacerdote durante toda la semana que
pasó, mientras se preparaba todo para celebrar el
Día de la Familia con
los padres, padrinos o parientes de ellas. Hubo más trabajo
que el
habitual: había que limpiar todo, poner orden en la casa,
preparar
algunos alimentos y ensayar los diversos números musicales y
artísticos
con que las niñas quisieron homenajear a sus visitantes
(vemos en la
foto de la derecha parte de la fiesta preparada para después
de la
Misa)...
Y esto mismo es lo que
sucede cuando recibimos visitas en cualquiera de nuestras casas, lo
normal es que todos tengan que colaborar, y cada uno se encargue de
algo para que todo esté preparado y en su lugar cuando
lleguen las
visitas. Alguno, por ejemplo, deberá encargarse de cocinar
(cuidado, si
un varón asume esta tarea es posible que se creen algunos
problemas y
aparezca un trabajo extra, ya que dejará la cocina "patas
para arriba",
y habrá que limpiarla y ponerla en orden para cuando lleguen
las
visitas)...
Otro encontrará que su trabajo consistirá en
recoger toda la ropa que,
con el paso de los días, se va amontonando en el perchero,
arriba de
una silla o detrás de la puerta, con el inocente pero fatal
pensamiento: "mañana la ordeno". Hay que limpiar bien la
platería, y
sacarle brillo. Hay que sacudir los almohadones, para que queden bien
inflados. Hay que barrer hasta en los rincones, hay que recoger todos
los papeles que están dando vueltas por todos lados, y
ponerlos en su
lugar. Hay que poner la mesa con la mejor vajilla... Hay tarea para
todos cuando se reciben visitas, y es un buen ejercicio para toda la
familia...
Pero todas estas cosas, con ser muy importantes y además
necesarias, no
alcanzan para recibir visitas. Además, es necesario lo
fundamental, que
es recibir con calidez y verdadero amor a los que llegan a nuestra
casa. Porque no se trata sólo de abrirles las puertas de
nuestra casa,
para que la encuentren limpia y ordenada, y nos digan:
"¡qué bien que
está todo!". Se trata también, y principalmente,
de abrirles las
puertas del corazón, de cada uno y de la familia...
Ahora bien, ¿qué es lo que tendremos que hacer,
cuando es el mismo Dios
el que golpea a la puerta, y viene de visita a nuestra casa? Es lo que
Jesús nos enseña hoy, con su visita a las
hermanas Marta y María...
2. NADA ES MÁS
IMPORTANTE QUE ESCUCHAR A JESÚS, QUE NOS HABLA... "Obras son
amores, y
no buenas razones", decía Pascal, y quería
expresarnos de esa manera el
camino que Jesús nos ha señalado para alcanzar
nuestra meta, que es el
Cielo. No alcanzan las teorías, entonces, sino que la receta
es algo
bien práctico, obras que pongan en evidencia el amor a Dios
y a
nuestros hermanos, el servicio a Dios y a nuestros hermanos al que nos
lleva un amor comprometido, ya que, como decía San Juan de
la Cruz en
el siglo XVI, al atardecer de la vida (es decir, a la hora de nuestra
muerte), seremos juzgados por el amor...
Todas las cosas a las
que nos lleva el amor son cosas que hay que hacer. Hay que arreglar el
cuarto, hay que poner la mesa, hay que servir bien una buena comida,
hay que limpiar y secar los platos, hay que ayudar al que no puede
comer o no puede caminar solo, hay que lavar y tender la ropa, y luego
plancharla y guardarla, para que la casa esté siempre en
orden para
recibir visitas. Esto es tarea de todos los días en todas
las casas...
Todas estas cosas son el modo de servir al Señor, que nos
visita a
través de cada hermano que nos reclama un servicio de amor.
Pero nada
de esto puede hacerse como un servicio de amor, si no se empieza por
escuchar al Señor, y aprender de Él el camino del
servicio...
Abraham, nos muestra la primera lectura, reconoció en los
viajeros que
golpearon a su puerta, una visita de Dios a través de sus
mensajeros. Y
se deshizo en atenciones, para estuvieran a gusto y siguieran contentos
su viaje. Pero nada de eso hubiera sido posible si no se daba cuenta,
primero, que se trataba de Dios que golpeaba a su puerta a
través de
sus mensajeros. Sabemos que Abraham era un hombre de fe, es
más, lo
llamamos "nuestro padre en la fe". Pues bien, eso mismo nos dice que
era un hombre de oración, porque sólo rezando se
puede mantener viva la
llama de la fe, ya que sin oración la fe va languideciendo,
hasta
apagarse...
3. PARA
VIVIR EN EL AMOR, EL ALIMENTO NECESARIO ES ESCUCHAR A
JESÚS... El
camino que nos lleva al Cielo es el camino del servicio y del amor, a
Dios y a nuestros hermanos. Pero esto no significa que lo
más
importante sea las cosas que hagamos. Nadie va a obtener el "Cielo"
como si fuera un "premio" que se gana si uno llega a una cantidad
determinada de "puntos" que se suman por el tamaño de los
actos de amor
que realiza...
Llegaremos al Cielo
por gracia y regalo de Dios, a través de una vida de amor
perseverante
que se vuelque a Dios y a nuestros hermanos con actos de amor que se
realizan uno a uno, todos los días. Pero para vivir de esta
manera en
el amor, es necesario un alimento que sólo el mismo Dios nos
puede dar.
Se trata simplemente de escuchar a Jesús, que nos habla con
su Palabra
salvadora. Escucharlo con el corazón abierto en nuestra
oración
perseverante de cada día...
El Papa Benedicto XVI nos decía en su primera
Encíclica que
Dios
es Amor, y nos hacía oír el
llamado de Dios para que toda
nuestra vida sea una respuesta de amor al Amor con que el mismo Dios
nos llama. Nos mostraba en la segunda parte de la Encíclica
las mil
formas que puede y debe tomar el amor, según sea nuestro
estado de vida
y nuestras responsabilidades en la familia, en la Iglesia y en la
sociedad. Pero en su Exhortación Apostólica
conclusiva de la XI
Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos que
trató sobre la
Eucaristía,
Sacramento
del Amor, nos recordaba que es imposible vivir este
amor al que
Dios nos llama, si no lo alimentamos todos los días.
Escuchar a Jesús,
como lo hacía María, será lo que
hará posible que podamos servirlo en
nuestros hermanos, como lo hizo Marta. Estas dos hermanas, a las que la
Iglesia les reconoce la santidad, y por eso llamamos santa Marta y
santa María, nos muestran dos momentos de un mismo amor.
María, a los
pies de Jesús, alimenta la llama de su amor. Y Marta,
atendiendo a
Jesús, que el amor no se queda en palabras, sino que hace
efectivamente
el bien de aquel que lo espera de nosotros. Y necesitamos hacer ambas
cosas, todos los días...