Esta fue mi predicación de hoy, 15 de
julio de 2007,
Domingo
XV del Ciclo Litúrgico C, en el Hogar
Marín:
1. NO
SIEMPRE ES FÁCIL LLEVARSE BIEN CON TODOS LOS VECINOS...
Cuando
llega un vecino nuevo al barrio, y también si entra al Hogar
un nuevo
residente y se ubica en la habitación de al lado, enseguida
queremos
saber de quién se trata. Cualquier excusa es motivo para
saber algo de él. Si pudiéramos hacerlo con
disimulo, quizás hasta nos
ponemos a espiarlo desde la puerta. O salimos a barrer la vereda, y en
cuanto es
posible no asomamos por la reja, para ver cómo es,
qué hace, cuáles son
sus movimientos. O pasamos por la puerta de su casa, y con todo
disimulo agudizamos la mirada para pescar algo que nos sirva de pista.
Hasta es posible que nuestra curiosidad nos lleve a saludarlo, y de
paso entrar un poco en su vida, para saber de quién se
trata...
Pero
después de las primeras sonrisas y las mutuas atenciones, es
posible
que no tarden en aparecer las primeras discusiones. Que si el
tacho de la basura hay que dejarlo ahí o un poco
más allá, que si las
hojas las barremos a la tarde o a la mañana, que si tiene
que enjuagar
la vereda justo cuando yo salgo a pasear el perro o lo puede hacer un
poco más tarde...
También los vecinos "nos asaltan", por ejemplo con
sus
ruidos. Ya sea que se trata de un vecino de departamento, o de casa, o
un vecino de cuarto en una pensión, o en el Hogar
Marín. Justo cuando
queremos descansar nos encontramos con que el vecino decide ponerse a
ver televisión, u oír música, y como
es un poco más sordo que yo, pone
el volumen de modo tal que se oye casi más en nuestra casa
que en la
suya...
O justo el día en que
estamos más cansados, los hijos de los
vecinos deciden hacer una fiesta con todo, y aparece un Disk jockey que
pone la música de modo tal que tiembla literalmente toda la
cuadra. Los
viernes a la noche, por ejemplo, parece que hubiera reunidos cientos de
jóvenes sobre la calle España, a la vuelta del
Hogar, hablando a los
gritos y haciendo sonar las radios de sus autos como si estuvieran en
un estadio, con cánticos de fútbol incluidos...
Como último ejemplo, se me ocurre pensar en la
frecuencia con que los
vecinos, sobre todo en los departamentos, deciden "mover todos
los
muebles". Sentimos desplazamientos que van de aquí para
allá, que
parecen interminables. Nos surgen punzantes las preguntas:
"¿Qué estará
haciendo? ¿No piensa terminar nunca? ¿Puede ser
que tenga tantos
muebles, o lo hará sólo para molestarme?"...
Por estas y por muchas cosas más no es fácil
llevarse bien con los
vecinos, pero es posible y por lo tanto hay que intentarlo.
Jesús nos
propone hoy el camino y nos muestra cómo hacerlo. El camino
es el amor,
que es el más importante de todos los mandamientos. Y en la
parábola
que nos propone nos muestra cómo se hace...
2. EL
AMOR REQUIERE QUE NOS DEJEMOS CONMOVER POR EL DOLOR DEL VECINO...
El sacerdote y el levita estaban dedicados al culto, que se realizaba
en el Templo de Jerusalén, y del que probablemente
volvían (se "baja"
de Jerusalén a Jericó, que está cerca
de 1000 metros más abajo). Quizás
pensaban que eso era más importante que atender al que
estaba medio
muerto, y por eso siguieron de largo. El samaritano, en cambio, que es
"un enemigo" del
que está medio muerto, se deja conmover por éste,
que le aparece
al lado sin haberlo buscado, y se convierte en "su vecino". Por eso se
detiene, y se pone en movimiento para atenderlo. Dejarse conmover
consiste en dejar que la necesidad del otro llegue a nuestro
corazón y
nos ponga en movimiento para tratar de auxiliarlo...
Jesús da
vuelta las cosas. No contesta a la pregunta "quién es mi
prójimo", porque si lo hiciera dejaría en el
centro de la escena al que
pregunta. Nos dice en cambio que se comportó como
prójimo el que se
acercó a
atender al que sufría, poniendo el centro de la escena la
necesidad del
vecino...
Así es que para comportarnos como prójimos
tenemos que dejarnos
conmover por el dolor del vecino. De los niños que nos tocan
el timbre,
con hambre de pan y sed de Dios. De mi vecino de cuarto, que
quizás
está muy solo y aburrido. De nuestros amigos del primer piso
(en el
Hogar Marín), que son los que tienen más
dificultades para moverse y
para valerse por sí mismos, porque la enfermedad u otras
limitaciones
los tienen más postrados. De todos los que nos cruzamos por
la calle y
no cuentan hoy con un trabajo que les permita tener una fuente de
ingresos con la que mantener dignamente a su familia. En definitiva,
estamos llamados a comportarnos como prójimos de todos los
que llegan a
golpear las puertas de nuestro corazón con sus necesidades y
nos
muestran el rostro de Jesús, presente en cada hermano que
tiene derecho
a esperar algo de nosotros y nos reclama una respuesta de
amor...
3. HAY QUE ACERCARSE AL DOLOR DEL VECINO PARA ALCANZAR LA VIDA
ETERNA... Nuestra meta es la Vida eterna (aunque parezca que no tenemos
apuro en llegar). Por esta razón, nos interesa la pregunta
del doctor
que quiere poner a prueba a Jesús,
pero sobre todo su respuesta que nos muestra el camino. Toda nuestra fe
encuentra su expresión
más completa en el doble mandamiento del amor que
está en el centro
de la respuesta de Jesús (amor a Dios y a nuestros
hermanos)...
El Papa Benedicto XVI
nos lo dijo en su primera Encíclica, del 25 de diciembre de
2005,
Deus
Caritas est, en cuya Parte II despliega los
múltiples modos,
personales o asociados, del amor por parte de la Iglesia, comunidad de
amor. Nuevamente nos lo dijo en su Exhortación
Apostólica conclusiva de
la XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos
que trató
sobre la Eucaristía:
Sacramentum
caritatis. En ella nos presenta a la
Eucaristía no sólo como un
Misterio en el que hay que creer y al que hay que celebrar (Partes I y
II), sino también como un Misterio que hay que vivir (Parte
III). Lo
muestra también con gestos como la visita a los enfermos. Y
yo creo que
también lo hace con la
Carta
Apostólica Summorum
Pontificum y su Carta
a los Obispos que acompaña a la Carta
Apostólica, aunque algunos no quieran o
no parezcan estar
dispuestos a aceptarlo porque se quedan
sólo en las formas y la superficie (la
versión oficial de la Carta Apostólica
está en latín). En
efecto, el Papa pone en claro en la Carta
a los Obispos la
intención de su Carta
Apostólica SP: No
vale la pena pelearse por
las formas exteriores cuando compartimos el corazón del
Evangelio
(Jesús y su mandamiento del amor) y la fidelidad a la
Iglesia.
Entonces, manteniendo la forma ordinaria de celebrar la Misa, autoriza
a celebrarla usando como modo extraordinario el Misal romano anterior
al Concilio (esta forma extraordinaria la piden fieles muchas veces
escandalizados por las celebraciones de la Misa en las que no se sigue
con fidelidad el Misal del Concilio Vaticano II, sino con inventos y
deformaciones de la Liturgia
al límite
de lo soportable, dice
el Papa)...
Acercarse
al dolor de nuestros vecinos puede llegar a conmovernos. Si esto
sucede, el dolor de nuestros vecinos llegará a nuestro
corazón y lo
pondrá en movimiento. Entonces podremos descubrir que en
nuestras manos
hay mucho más de lo que un primer momento
podríamos haber pensado,
antes de ser conmovidos, para acudir de una manera
eficaz a sus necesidades tratando de aliviarlo. Si logramos hacerlo, y
con Jesús ciertamente es posible, estaremos
comenzando a comportarnos como sus prójimos...
Puestos ante el buen samaritano, y ante muchas personas que tenemos
cerca y que nos muestran con su vida de cada día todo lo que
puede
hacerse con un amor comprometido, seguramente oiremos a
Jesús, que nos
está llamando a compartir la Vida eterna,
diciéndonos al oído, muy
suavemente pero a la vez muy firmemente: "procede tú de la
misma
manera"...