Esta fue mi predicación de hoy, 1 de julio de
2007,
Domingo
XIII del Ciclo Litúrgico C, en el Hogar
Marín:
1. HAY
COSAS QUE SIEMPRE QUEDAN PARA
MAÑANA,
EL DÍA QUE NUNCA LLEGA...
Lo dice el refrán, y lo confirma la experiencia:
"mañana es el día que nunca llega", cuando se
trata de hacer las cosas que dejamos para mañana (alguno, de
manera más
explícita, cuando se proponía postergar algo
indefinidamente se decía a
sí mismo: "no dejes para mañana lo que puedes
hacer pasado mañana")...
Por ejemplo, si se trata de comenzar un régimen
nos pasamos varios días diciendo que convendrá
comenzar "mañana", o "el lunes". Y en previsión
de lo duro que nos pueda resultar, quizás nos despedimos de
los alimentos que más vamos a
extrañar, dándonos algunos cuantos
gustos antes de comenzarlo...
Lo mismo sucede cuando
se trata de poner orden esos los
papeles que misteriosamente, sin que nos demos cuenta, se nos
van amontonando, uno tras otro, en el escritorio, o en esa
cómoda que suele haber en la entrada de las casas: cuentas
que hay que pagar, invitaciones, cartas que hay que contestar,
artículos que hay que leer, propagandas que hay que hojear...
También se nos
acumulan de ese modo las fotos, que
"mañana", el día que nunca llega, nos hemos
propuesto ordenar. Y
mientras tanto se suman las del
cumpleaños con las de las vacaciones, con las del
aniversario, y con otras cuantas más...
El orden del ropero sigue el mismo ritmo, y hasta que no
nos llega el agua al cuello, cuando ya no encontramos nada de lo que
necesitamos porque está todo amontonado sobre una silla o
tirado en un
rincón, no nos llega ese siempre lejano "día de
mañana" en el
que, con firme propósito, hemos decidido que lo vamos a
ordenar.
A veces también
nos queda para "mañana" esa llamada o esa visita a un
pariente o a un amigo, que sabemos que lo está esperando y
que realmente queremos ver, pero para el que no aparece el tiempo que
necesitamos...
Sin embargo, hay cosas que no pueden esperar, porque no
sólo son importantes, sino también urgentes, y no
admiten postergación. Así pasa con la
atención de la salud corporal. Y mucho más,
entonces, hay que esperar que suceda con la salvación, que
sólo Jesús nos puede dar. Él mismo nos
llama para que, siguiéndolo, la podamos alcanzar...
2. JESÚS NOS LLAMA
A
SEGUIRLO, EN LA
CRUZ Y EN LA GLORIA, SIN DEMORAS NI CONDICIONES... Jesús nos
muestra el camino que nos lleva a Dios. Él lo recorre
primero, y por eso puede llamarnos a seguirlo. Ese camino pasa por la
Cruz, pero no se detiene allí, ya que nos lleva a la gloria,
porque
Jesús resucitó y nos ha prometido la
resurrección para el fin de los
tiempos.
Así se refleja en la sugestiva escultura en bronce que
preside el Aula
Pablo VI (en la que desde los tiempos de Juan Pablo II el Papa tiene
sus audiencias generales de los miércoles, cuando las
inclemencias del
tiempo no permiten hacerlas en la Plaza San Pedro). Y hoy nos muestra
Jesús que, cuando se trata de seguirlo, no
es posible hacerlo a medias: hace falta hacerlo con todo, sin
condiciones...
Para seguirlo a
Jesús
hay que estar dispuestos a
contar sólo con Él, porque con Él
basta. No sirve apoyarse en "cuevas", como los zorros, o "nidos", como
los pájaros. Tampoco sirve poner como condiciones para
seguir a Jesús: contar con una casa, una
jubilación, una pensión, un seguro social u otras
seguridades terrenas. Todas estas cosas tienen su utilidad, pero no
alcanzan para seguir a Jesús y llevarnos al Cielo...
Además,
hay que seguirlo "ya". No se
puede pensar que primero tenemos que hacer otras cosas, y
sólo después estaremos en condiciones de o
dispuestos a seguirlo. No se puede pensar: "primero tengo que ocuparme
de mis padres [o de mis hijos]", o "ahora es el tiempo en que me toca
estudiar", o
"primero tengo que asegurarme una posición profesional", o
"este es el corto tiempo que tengo para dedicarme más
intensamente al deporte", o "ahora que soy joven es el tiempo de
divertirme", y ya después llegará el tiempo de
asentarme y seguir más de cerca a Jesús, o de
tomarme más en serio la fe. Porque ese "después"
llegará cuando ya sea tarde. En realidad, todo esto
(ocuparme de mis
padres, el estudio,
el desarrollo profesional, el deporte, el descanso o la
diversión), son las ocasiones y lo ámbitos en los
que se juega nuestra fidelidad a Jesús, en el modo de hacer
todo eso
hay que seguir a Jesús...
Por eso, una vez que nos hemos decidido a seguir
a Jesús, sabiendo que es el único que puede
llevarnos a la gloria (por el camino de la Cruz), no es posible volver
la mirada atrás, añorando el pasado. El que pone
la mano en el arado, tiene que mirar para adelante, porque
sólo así podrá salir derecho el surco
que se vaya trazando. También en la vida el camino
está por
delante. Y Dios, que siempre nos acompañó en todo
nuestro pasado, así como está con nosotros a cada
instante en el presente, está esperándonos en el
futuro. Confiados en Él, podemos lanzarnos hacia adelante,
sabiendo que siempre nos precederá, preparándonos
el camino...
3. PARA
LLEGAR AL CIELO HAY QUE SEGUIRLO A JESÚS
EN TODO, YA, SIN DEMORAS NI EXCUSAS... Aunque parezca que a veces no
tenemos apuro en llegar, está claro que,
siguiéndolo a Jesús, nuestra meta es el Cielo. El
camino es tan largo como lo es nuestra vida. Y el seguimiento de
Jesús, caminando hacia el Cielo, abarca todo los
ámbitos de nuestra vida...
Por una
parte, entonces, para seguirlo a Jesús, será
necesario que nuestra oración llegue a todos los
ámbitos de nuestra vida. Será el
oxígeno que nos mantenga respirando el Espíritu
con el que Jesús alienta nuestra marcha...
Pero también hará falta,
siguiéndolo a Jesús, que "pongamos la mano en el
arado". Será necesario que nos comprometamos a vivir
construyendo todos los ámbitos de nuestra vida siguiendo los
pasos de Jesús. Ayudados con la fuerza con la que
Jesús nos permite "tirar del arado" (su Palabra y sus
Sacramentos), tendremos que ir "abriendo surcos", para que sus semillas
den frutos de Vida eterna en todos los ámbitos de nuestra
vida...
Cuando se lo sigue a Jesús, no caben las demoras o las
excusas. Nada que valga la pena puede interferir nuestro camino si
siguiendo a
Jesús queremos llegar al Cielo Porque Él nos
llama a seguirlo, por la
Cruz hacia la gloria, en todo lo que hacemos, en todo momento y en toda
la vida...