Una respuesta cotidiana...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 24 de
2007,
Solemnidad
del Nacimiento de san Juan Bautista, en la Abadía
Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1. NADIE SE LLAMA A
SÍ
MISMO,
NOS LLAMAN POR EL NOMBRE O POR EL
SOBRENOMBRE... El
nombre es algo que
nos dan. Salvo contadas
excepciones,
habitualmente ninguno se llama a sí mismo (lo hacemos, a
veces, en
forma retórica, cuando estamos muy enojados o muy contentos
con
nosotros mismos: "Fulano, hoy sí que te equivocaste feo", o
"Fulano,
qué bien te salió esta vez"). Son los
demás los que nos llaman con
nuestro nombre. Así lo hicieron en primer lugar nuestros
padres, y
oyéndolo de sus labios comenzamos a identificarlo...
En realidad
hoy, cuando muchas veces se sabe el sexo del
hijo en camino antes de que nazca, ya desde el vientre materno los
padres pueden llamar a sus hijos por su nombre. Y se comprende entonces
cómo el profeta
Isaías
manifiesta que el mismo Dios
pronunció su nombre mientras se encontraba
todavía en el vientre
materno. En realidad, podríamos ir más
allá y reconocer la voz de Dios
que nos llama desde toda la eternidad. Cada uno de nosotros,
único e
irrepetible, tiene su lugar en el corazón desde Dios desde
toda la
eternidad. Y si el nombre sirve para identificarnos, entonces podemos
pensar que Dios, de quien viene para todos nosotros la vida como un
don, también nos llama a cada uno por su nombre...
Además del nombre, los que nos quieren utilizan para
llamarnos también
un sobrenombre, con el que quieren expresar el especial
cariño que nos
tienen y todo lo que nos conocen. Hay que reconocer que los
sobrenombres pueden ser más o menos felices, porque logran
mejor o peor
expresar quiénes somos realmente y qué quieren
decir de nosotros los
que nos los han puesto (yo me imagino que Dios quizás
también nos tenga
puesto a cada uno de nosotros un sobrenombre, con el se quiera dirigir
a nosotros cuando tiene algo especial para decirnos; si así
fuera,
podríamos hacer un buen trabajo si tratamos de imaginar con
qué
sobrenombre nos llamaría Dios: "vago",
"dormilón", "haragán",
"bonachón", "tesonero", "trabajador", "justo", etc.)...
2. DIOS NOS LLAMÓ A
CADA UNO DE NOSOTROS POR SU NOMBRE DESDE TODA LA ETERNIDAD... En
realidad Dios ha sido el primero en llamarnos. De Él viene
nuestra
vida, Él nos ha llamado a la vida. Por eso podemos decir con
verdad que
nuestra vida es una vocación, porque comienza con un llamado
de Dios
(precisamente eso significa vocación en su raíz
latina:
llamado)...
San
Juan Bautista tenía puesto el nombre por el mismo Dios y sus
padres,
Zacarías y santa Isabel,
defienden este nombre ante sus
parientes y amigos, extrañados porque ese nombre no
existía hasta ese
momento en su familia. Y esa nombre significaba una misión.
Desde el
primer momento él fue llamado para ser el Precursor del
Señor, que lo
señalaría en su llegada, como efectivamente hizo
bautizándolo en el río
Jordán. Por eso celebramos hoy esta Solemnidad del
nacimiento de san
Juan Bautista, porque en ese momento comenzó a manifestarse
su especial
misión (sólo de Jesús, de
María y de san Juan Bautista se celebra el
nacimiento además de la muerte, de los demás
santos sólo la muerte,
momento de su entrada en el Cielo)...
Así también fue llamada la Hermanita Augusta, que
hoy celebra sus Bodas
de diamante (60 años) de profesión religiosa en
las Hermanitas de los
Pobres. Le llevó su tiempo poder realizar su
vocación. Su padre murió
joven y ella tuvo que ayudar a su madre a llevar adelante el hogar,
cuidando de sus hermanos menores (de manera semejante a la Beata Juana
Jugan, que también tuvo que ayudar a su madre a cuidar de
sus hermanos
menores, cuando su padre desapareció en el mar en su barca
de
pescador). A los 35 años la Hermanita Augusta, que hace unos
meses
cumplió 95, hizo la primera profesión solemne de
sus votos religiosos.
Aunque ciertamente su vida fue desde su primer instante una
vocación,
como a san Juan Bautista, y como a cada uno de nosotros, desde el
primer instante Dios la llamó...
3. NUESTRA VIDA ES
VOCACIÓN: UNA RESPUESTA COTIDIANA A DIOS QUE NOS LLAMA... Ya
que Dios
nos llama, a todos y a cada uno de los hombres y mujeres de este mundo,
podemos decir que para todos la vida es ciertamente una
vocación.
Precisamente por eso la vida "no está hecha" ni viene
completamente
acaba y terminada, sino que se trata de un camino a recorrer y se hace
cada día. Ante un llamado, hace falta una respuesta. Y ya
Dios que nos
llama a la vida y nos muestra un camino para recorrer en la vida, que
nos lleva la meta en el Cielo, hace falta una respuesta cotidiana, con
la que va construyéndose cada día nuestra vida...
Por eso ante los
signos que se manifestaban por el nacimiento de san Juan Bautista
(comenzando por el embarazo de santa Isabel, una mujer anciana y
estéril), la gente se preguntaba:
«¿Qué llegará a ser este
niño?».
Porque para nadie la vida está hecha antes de hacerla.
Habrá momentos
en los que, a lo largo de la vida, nos tocará dar respuestas
más
intensas. Así le habrá pasado a la Hermanita
Augusta a la hora de
definir su vocación, y así nos pasa a todos a la
hora de tomar las
decisiones más importantes y orientadoras de nuestra vida,
pero esos
momentos de intensidad necesitan después de la perseverancia
con la que
se sostienen las decisiones...
La Hermanita Augusta, nacida el 4 de marzo de 1912, hizo su
profesión
religiosa el 24 de junio de 1947. A los pocos años
partió para Francia,
para hacer sus votos perpetuos el 15 de octubre de 1951 en la Casa
Madre de las Hermanitas, en Lo Tour St. Joseph. De allí
partió para
Chile, donde pasó la mayor parte de su vida religiosa, hasta
que en
1981 vino a Argentina, primero a la casa de las Hermanitas en La Plata,
y desde 2005 está aquí en el Hogar
Marín, en San Isidro. Su camino ha
sido largo hasta hoy, pero no ha terminado todavía. A ella,
como a cada
uno de nosotros, a quienes Dios ha llamado por su nombre (y acaso por
su sobrenombre), haciendo de nuestra vida una verdadera
vocación (cuya
meta final es el Cielo), nos toca seguir cada día, haciendo
de nuestra
vida una respuesta cotidiana...
Lecturas
bíblicas de la
Solemnidad del Nacimiento de san Juan Bautista:
- ¡Escúchenme, costas lejanas, presten
atención, pueblos remotos!
El Señor me llamó desde el seno materno, desde el
vientre de mi madre
pronunció mi nombre. El hizo de mi boca una espada afilada,
me ocultó a
la sombra de su mano; hizo de mí una flecha punzante, me
escondió en su
aljaba. El me dijo: «Tú eres mi Servidor, Israel,
por ti yo me
glorificaré». Pero yo dije: «En vano me
fatigué, para nada,
inútilmente, he gastado mi fuerza». Sin embargo,
mi derecho está junto
al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y
ahora, ha hablado el
Señor, el que me formó desde el seno materno para
que yo sea su
Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le
reúna Israel. Yo soy
valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza.
El dice:
«Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las
tribus de
Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a
ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación
hasta los
confines de la tierra» (Isaías 49, 1-6) (volver a la
predicación)...
- En la sinagoga de Antioquía de Pisidia, Pablo
decía: "Dios
suscitó para nuestros padres como rey a David, de quien dio
este
testimonio: He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un
hombre
conforme a mi corazón que cumplirá siempre mi
voluntad. De la
descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo
surgir para
Israel un Salvador, que es Jesús. Como
preparación a su venida, Juan
había predicado un bautismo de penitencia a todo el pueblo
de Israel. Y
al final de su carrera, Juan decía: «Yo no soy el
que ustedes creen,
pero sepan que después de mí viene aquel a quien
yo no soy digno de
desatar las sandalias». Hermanos, este mensaje de
salvación está
dirigido a ustedes: los descendientes de Abraham y los que temen a
Dios" (Hechos de los Apóstoles 13, 22-26)
- Cuando llegó
el tiempo en que Isabel debía ser
madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la
gran misericordia con que Dios la había tratado, se
alegraban con ella.
A los ocho días, se reunieron para circuncidar al
niño, y querían
llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo:
«No, debe
llamarse Juan». Ellos le decían: «No hay
nadie en tu familia que lleve
ese nombre». Entonces preguntaron por señas al
padre qué nombre quería
que le pusieran. Este pidió una pizarra y
escribió: «Su nombre es
Juan». Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento,
Zacarías
recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este
acontecimiento
produjo una gran impresión entre la gente de los
alrededores, y se lo
comentaba en toda la región montañosa de Judea.
Todos los que se
enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se
decían: «¿Qué
llegará a ser este niño?». Porque la
mano del Señor estaba con él. El
niño iba creciendo y se fortalecía en su
espíritu; y vivió en lugares
desiertos hasta el día en que se manifestó a
Israel (Lucas 1, 57-66 y
80) (volver a la
predicación)...
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Predicaciones
del P. Alejandro W.
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