Sin tirar piedras...

Queridos amigos:
 
Hoy, 25 de marzo de 2007, Domingo V de Cuaresma del Ciclo Litúrgico C, concelebré la Eucaristía con el Cardenal Jorge Mejía, en la Capilla privada de su Casa. Pensé esta predicación que, como es lógico suponer, no fue pronunciada en la ocasión:

Leña del árbol caído1. ES MUY FÁCIL CAER EN LA TENTACIÓN DE ENOJARSE CON LOS QUE NOS CONTRADICEN... Dicho de otra manera, es muy fácil caer en la tentación de convertir en enemigos a los que piensan distinto o no están dispuestos a compartir nuestra mirada de las cosas. Hoy parece ser ésta la situación de los creyentes, especialmente de los cristianos, en una Europa cuya cultura parece tomar cada vez más distancia de los valores que la fundaron y que marcan sus más profundas raíces. Llama la atención, recorriendo las ciudades europeas como Roma en Italia, o Lisboa y Braga en Portugal (y podrían ponerse aquí prácticamente todas las ciudades de Europa, en las que cada 100 o a lo sumo 200 metros se encuentra una Iglesia u otro signo religioso, que se pretenda suprimir toda referencia al cristianismo e incluso a Dios en la Constitución Europea. ¿Cómo puede hacerse, se preguntaba ayer el Papa ante los participantes en el Congreso promovido por las Conferencias Episcopales de Europa en las vísperas de los 50 años de la Reunión de Roma, en la que comenzaba a fundarse la Unión Europea, sin que Europa apostate de sí misma antes incluso de hacerlo de Dios, al renunciar a sus raíces religiosas y especialmente cristianas? La tentación de los cristianos en este caso puede consistir en enojarse con esta falta de coherencia histórica de los gobernantes europeos, que parecen alejarse cada vez más de los ciudadanos, ya que hacen por su cuenta una renuncia a las raíces de Europa, en la que la mayoría del pueblo no los sigue...

ProtestarDe todos modos, también nos pasa a cada uno de nosotros que siempre encontramos que nos rodean hombres y mujeres de quienes quejarnos, por quienes protestar, ya que no cumplen la ley, y pueden ser mirados como miserables o pecadores. Hasta de los Obispo y los sacerdotes, o de los católicos que podríamos llamar más comprometidos, es posible estar quejándonos todo el tiempo, y acusándolos, ya que muchas veces no son (somos) fieles y coherentes, porque no hacen (hacemos) lo que predican (predicamos)...

Y mientras tanto, mientras acusamos a los demás, atacándolos con fundamento, con argumentos ciertos, por todo lo que hacen mal, dejamos de mirar lo que pasa con nosotros, nos quedamos "durmiendo el sueño de los justos", como si en nosotros no hubiera nada que mirar, nada que cambiar. Parafraseando a Jesús, podríamos decir que a veces nos distrae tanto mirar la paja (o la viga) en el ojo ajeno, que no nos damos cuenta de la viga (o la paja), que tenemos en el nuestro. Y de esa manera, con la conciencia adormecida o anestesiada, corremos el riesgo de vivir como si no hubiera nada que condenar en nosotros, y no necesitáramos corregir nada en nuestra vida...

Por eso, en el último Domingo antes de comenzar dentro de siete días, con el Domingo de Ramos, la Semana Santa de este año, Jesús nos ayuda a ajustar nuestra mirada, a partir de lo que sucedió cuando le presentaron una mujer adúltera, a la que todos acusan, para ver si también Él la va a condenar...

Adúltera2. JESÚS VIENE EN AUXILIO DE NUESTRA MISERIA CON SU MISERICORDIA... Si somos sinceros y veraces, nos vamos a dar cuenta que todos tenemos algo de lo que necesitamos ser perdonados. Cuando Jesús invitó a todos los que acusaban a la mujer adúltera a que, si se consideraban libres de pecado, y por lo tanto sin necesidad de perdón, tiraran la primera piedra, se fueron retirando, uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta que sólo quedaron Jesús y la mujer adúltera. Como dice San Agustín, con una expresión contundente y de incomparable plasticidad, sólo quedaron la adúltera con su miseria y Jesús con su misericordia...

Esto nos ayuda a recordar que Jesús ha venido a salvar, y ha venido por todos y para todos. Por eso, no se dedica a dividir para poder reinar, tampoco se dedica a acusar con el ánimo de poder condenar. Jesús nos trae su luz, que resplandece en todas sus palabras y sus obras, para que cada uno pueda mirarse a sí mismo y, confiando en la misericordia con la que Él se pone ante nosotros, pueda arrepentirse y acudir en busca de su perdón...

La gloria de Dios es la salvación de los hombres, y para eso desplegó entre nosotros todo el misterio de la encarnación, Dios que se hace hombre. Y la presencia de Jesús, Dios hecho hombre, dando su vida por nosotros, movido por su gran amor, es un testimonio conmovedor que nos muestra hasta qué punto Él está dispuesto a todo, con tal de mover nuestros corazones, para que estemos dispuestos a remediar nuestra miseria en su misericordia, y de esta manera nos dispongamos a abandonar nuestras rebeldías y pecados, para vivir en el amor, alimentados por el amor de Dios. La pasión de nuestro Señor Jesucristo, expresión culminante del amor redentor de Jesús, no es sólo y principalmente una muestra de los límites hasta los que puede llegar la crueldad humana. Es, sobretodo, un hecho trascendente, que nos muestra la disponibilidad con la que Jesús se tiende a nuestros pies con su misericordia, para rescatarnos de nuestra miseria y llevarnos al amor de Dios...

Benedicto XVI, 24/03/2007Ante una Europa que parece querer apostatar de sus raíces cristianas, humanas y culturales,  no podemos sólo quejarnos de "los que renuncian a sus raíces". Es necesario también que atendamos a lo que ellos mismos tienen para decirnos. Porque muchas veces los rechazos que los demás hacen de la fe se debe a que nosotros no hemos sabido ser buenos testigos de ella y  no hemos sabido vivirla con coherencia. Hay que reconocer con toda claridad y conciencia que la fe cristiana no siempre ha dado, en Europa y en los demás lugares del mundo en los que ésta ha extendido su cultura, los frutos que se podían esperar de ella. Muchas guerras se han hecho en nombre de la fe, y levantando la Cruz junto con la Espada. Junto a las Iglesias que llenan las ciudades, relucen las guerras entre reyes cristianos (me vienen a la mente los de España y Portugal, ya que pasé por allí en estos días pasados), o contra otros no cristianos. Por eso el Papa en el Discurso ya mencionado exhorta a Obispos y políticos a actuar con realismo, para construir el bien común manteniendo los valores cristianos no sólo con palabras sino con la propia conversión al Evangelio, ya que "si la sal no pierde su sabor sólo sirve para ser tirada (Mt 5, 13)"...

Conversión3. JESÚS QUIERE PERDONAR A TODOS. PIDAMOS PERDÓN SIN TIRAR PIEDRAS A LOS DEMÁS... Por lo que venimos diciendo, está claro que no hay tiempo que perder, distrayéndonos con un dedo acusador que se dirija a todos los que, desde nuestra mirada, merezcan ser castigados o condenados por todos los males que hacen...

Será la justicia humana la que deberá encargarse del castigo de los "delitos", para mantener el orden que reclama la convivencia social. Y deberá hacerlo con firmeza, e incluso con severidad, cuando el esta convivencia está tan amenazada como lo está en nuestro tiempo. Pero nosotros no podemos detenernos sólo en esta mirada de la justicia terrenal. Serán los políticos los que tendrán que trabajar para que el orden de las leyes ayude a construir el bien común, teniendo especial cuidado para que se preserve el bien de los más débiles y desprotegidos. Serán los gobernantes los que deberán luchas desde su puesto de relevancia para que la riqueza del Evangelio siga contribuyendo al bien de todos. Pero también seremos todos y cada uno de nosotros, con nuestra personal conversión, los que haremos que el Evangelio sea una luz que verdaderamente ilumine nuestro tiempo...

Nosotros sabemos que Jesús ha venido a traernos una salvación que supera los límites de los horizontes humanos. Sabemos que ha venido a traernos la Vida eterna, abriéndonos las puertas del Cielo con su Resurrección. Sabemos también que nosotros mismos estamos necesitados de su misericordia, para superar con su perdón las miserias que nos llevan a apartarnos del amor de Dios. Sabemos, por lo tanto, que no tenemos que quedarnos tirando piedras a los demás, necesitados como nosotros de la misericordia de Dios. Lo que nos hace falta es acudir de rodillas ante la misericordia de Dios, y ayudar también a los otros a que lo hagan, ya que Jesús nos quiere perdonar no sólo a nosotros, sino a todos los que estén dispuestos a recibir ese perdón, que sólo Él nos puede dar...


Lecturas bíblicas de la Misa del Domingo V de Cuaresma del Ciclo C:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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