Esta fue mi predicación de ayer en la
celebración realizada en el
Hogar Marín con ocasión de los 100
años de presencia de Hermanitas de
los Pobres en Argentina y hoy, 4 de marzo de 2007,
Domingo
II de Cuaresma del Ciclo Litúrgico C, en el mismo
Hogar
Marín:
1. PARA
ELEGIR UN CAMINO, HAY QUE TENER CLARO CUÁL ES LA META...
Esto mismo se
debe haber planteado el Dr. Plácido Marín cuando
a comienzos del siglo
XX comenzó a pensar en una primera gran donación
en memoria de su
esposa, Andrea Ibáñez, muerta muy joven en el
año 1901 (después siguió
con el Colegio Carmen Arriola de Marín, en memoria de su
madre, y un
Taller de Labores en Buenos Aires, en la casa que había sido
su
domicilio conyugal)...
La ancianidad
proponía
a la sociedad una acuciante dificultad. Ya en ese tiempo algunas
personas vivían largo tiempo (vemos a la derecha una
señora nonagenaria
y a su hija sexagenaria, ambas entre las primeras residentes de la
primera casa de las Hermanitas de los Pobres en Argentina, en la Ciudad
de La Plata). Atender a los ancianos pobres fue la meta que se propuso
Plácido Marín. Y teniendo claro lo que
pretendía, se puso a buscar el
camino...
Buscando quien pudiera atender ese Hogar, se encontró en
Nápoles con un
alemán judío que le mencionó a las
Hermanitas de los Pobres, y recordó
que el Obispo de La Plata ya se las había mencionado, sin
que él les
prestara mayor atención. Fue a verlas a la Casa Madre, en
Francia, y
enseguida comprendió que estas Hermanitas, fundadas por la
Beata Juana
Jugan (su foto está sobre la izquierda) eran el camino
adecuado para la
mete que pretendía (sirva como anécdota que en su
primera conversación
con la Madre General de las Hermanitas le preguntó por
qué no tenían
una casa en Argentina, a lo que ella respondió que
simplemente porque
ese país les era absolutamente desconocido;
experimentó allí Marín lo
que siempre nos ha hecho bien experimentar a los argentinos: que
Argentina no es el centro del mundo)...
Se trataba de tener un
lugar para atender a los que el mismo Plácido
Marín llamaba "náufragos
de la vida", incapaces ya de obtener por sus propias fuerzas lo que
hace falta para sostener la vida. Por eso no se limitó a
proponerle a
las Hermanitas que vinieran a Argentina, sino que, después
de recorrer
muchas de sus casas en Europa (todas las que encontró entre
Nápoles y
Francia), y siguiendo las indicaciones que recibió, les
entregó, listo
para comenzar a funcionar, en la Ciudad de Las Plata, el primer Hogar
que las Hermanitas en Argentina. La claridad que tenía sobre
la meta
que se proponía le permitió encontrar el camino
que allí lo llevaba...
Todos nosotros necesitamos preguntarnos a dónde queremos
llegar, qué
meta pretendemos alcanzar. Sólo así es posible
acertar con el camino
adecuado. Dentro de este tiempo de Cuaresma, que sirve para preparar la
Pascua a partir de la propia conversión, corrigiendo el
camino si nos
hemos desviado, en este Domingo Jesús nos ayuda a levantar
la mirada,
para clavarla, fija, en la meta, y elegir bien el camino por el que
vamos hacia ella...
2.
JESÚS PONE NUESTRA
META EN EL CIELO, Y NOS MUESTRA CUÁL ES EL CAMINO...
Jesús, después de
haber prevenido a los Apóstoles, mientras marchaban hacia
Jerusalén,
que allí los esperaba el paso amargo de su Cruz,
se apareció
trasfigurado ante ellos, con el rostro resplandeciente y las vestiduras
blancas. La gloria de Dios resplandecía en Él
anticipadamente, para
animar a los Apóstoles que lo acompañaban llenos
de temor. Hablaba con
Moisés y con Elías (representan a la Ley y a los
Profetas) acerca de su
partida, es decir, de su paso, de su Pascua, que a través de
la Cruz lo
llevaría a la Resurrección. Esta
Transfiguración de Jesús ante sus
Apóstoles más queridos tuvo la finalidad de
mostrarles que su camino
iba a terminar bien, que apuntaba hacia una buena meta, el Cielo. Esta
Transfiguración nos sirve también a nosotros en
nuestro camino
cuaresmal para animarnos en la marcha, como la fe que le
hacía elevar
la mirada le sirvió a Plácido Marín
para llevar adelante lo que se
proponía...
También para
Plácido
Marín, y para las primeras Hermanitas que vinieron a
Argentina
siguiendo su vocación de servicio a Jesús en el
rostro de los ancianos
pobres, la tarea se presentaba difícil. La meta para los
ancianos y
ancianas de ese primer Hogar de las Hermanitas en Argentina, igual que
para ellas mismas, fue el Cielo. Pero la marcha tenía, como
lo tiene
también para nosotros, el dramatismo de la Cruz....
El camino que nos
lleva a la meta nos los dice Jesús con toda su vida. Con
todo lo que
hizo entre nosotros y con todo lo que nos dijo, Jesús nos
mostró el
camino. Por eso nos dice Dios nuestro Padre que lo escuchemos. Brindar
a los ancianos y ancianas que llegan a los Hogares de las Hermanitas un
remanso para curar sus "heridas de la vida", dedicar toda la vida para
atenderlos y cuidarlos, ayudándoles a encontrar de nuevo la
sonrisa,
poner en sus mesas lo que hace falta para celebrar y alimentar el don
de la vida, reclama una fidelidad confiada en la eficacia de la Cruz. Y
este tiempo de Cuaresma nos muestra con mayor evidencia lo que sostiene
cada día la entrega fiel de las Hermanitas: la
oración, el espíritu de
sacrificio y el esfuerzo continuo para acudir con el corazón
abierto a
las necesidades de los hermanos. Todos nosotros podemos aprovechar este
tiempo de conversión para crecer en nuestra
oración, nuestro espíritu
de sacrificio y nuestro servicio de amor a través de lo que
tradicionalmente llamamos limosna, y que también podemos
llamar "un
amor efectivo y comprometido". La oración, el ayuno y la
limosna
limarán las aristas de nuestra vida de fe, para mantenernos
fieles en
el camino que nos lleva a la meta que Jesús pone a nuestra
vida...
3. LA
MIRADA EN EL CIELO, BIEN FIJA EN LA META, Y LOS PIES EN LA TIERRA...
Vamos hacia el Cielo, y sólo nos sirve todo lo que nos
acerca a esta
meta. Somos todos peregrinos, como todos y cada uno de los ancianos que
han vivido y viven en los Hogares de las Hermanitas de los Pobres,
aquí
en Argentina y en todos los demás lugares del mundo en los
que
despliegan su vocación...
Nos hará mucho bien
tener siempre la mirada fija en la meta, ya que eso nos
animará y
sostendrá en las dificultades que no faltan ni
faltarán nunca. Saber
hacia donde vamos será fuente no sólo de una gran
esperanza, sino
también de energía...
En primer lugar, entonces, hace falta que no le quitemos la mirada a la
meta, y para eso nos ayuda especialmente la oración. Es el
primer
alimento de las Hermanitas cada día. Y tiene que serlo
también para
todos nosotros, porque sólo si tenemos siempre presente que
marchamos
hacia el Cielo, si fijamos allí nuestra mirada,
será posible no caer en
distracciones, que tan fácilmente pueden hacernos olvidar
hacia dónde
vamos, y en consecuencia perder, casi sin darnos cuenta, el camino por
el que avanzamos en nuestra marcha de peregrinos...
Pero al mismo tiempo
hace falta que tengamos los pies bien puestos en la tierra, o en el
asfalto, o en las baldosas, o en cualquiera que sea el piso por donde
andamos cada día. Esto lo saben bien las Hermanitas. Para
llevar
adelante el servicio que prestan a los ancianos en sus Hogares,
necesitan de todo lo que nosotros necesitamos para llevar adelante
nuestra vida. Por eso para atender a los ancianos pobres las Hermanitas
hacen cada día la colecta entre los bienechores, que suman
de este modo
su parte en este servicio de amor...
Por eso, aunque la mirada está fija en el Cielo, los pies
tienen que
estar siempre sobre la tierra. Así podremos tener conciencia
clara de
las dificultades que se nos presentan, y podremos poner los medios que
hacen falta para resolverlas. No basta con la ilusión de la
meta que
nos espera. Hace falta, además, con realismo y
decisión, dar los pasos
que nos toca da, con los pies en la tierra...