Hay que
trabajar la tierra...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 14 de julio de 2002, Domingo XV del Tiempo
Ordinario. Me basé en las siguientes frases de la Palabra de Dios que se
proclamó en la Misa:
- Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a
él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar,
para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con
la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que
realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé
(Isaías 55, 10-11).
- Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre
dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las
primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la
redención de nuestro cuerpo (Romanos 8, 22-23).
- Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les
decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas
cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en
terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida,
porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y,
por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al
crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien,
otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!» (Mateo 13,
3-9).
1.
SUCEDE UNA COSA MUY RARA: SOMOS UN PAÍS DE GRAN MAYORÍA CRISTIANA, Y EL
EVANGELIO NO DA ENTRE NOSOTROS BUENOS FRUTOS... Así lo constataban los Obispos
que ayudaron a llevar adelante el Diálogo Argentino. A pesar de la fe que
profesamos, nuestras actitudes humanas y ciudadanas no aparecen demasiado
impregnadas del Evangelio. Es común que en todos los despachos oficiales haya un
crucifijo, y desde allí Jesús "mira" todo lo que sucede. ¡Qué sustos se debe dar
con las cosas que le toca ver!
Pero, de todos modos, no sólo se trata de lo que sucede en los
despachos oficiales. También lo mismo deberíamos decir de las empresas y de
las familias, incluso dentro de la nuestra querida Iglesia (esto no lo dije esta
mañana en el Hogar de Ancianos donde celebro habitualmente, para no
escandalizarlos...), muchas veces nos encontramos que nuestras actitudes no
responden al Evangelio, que aunque seamos casi siempre muy piadosos, no tenemos
una gran coherencia entre lo que creemos y lo que hacemos, en la misma medida;
con frecuencia parecen tomar caminos distintos la fe y la vida.
¿Cómo puede ser así? ¿Será que la Palabra de Dios no tiene suficiente
eficacia para cambiar nuestros corazones, a pesar que la hemos recibido una y
mil veces, cayendo sobre nosotros como agua de lluvia, impregnándonos paciente e
insistentemente con su sabiduría? No, no es eso lo que pasa, la Palabra de Dios,
como nos dice Isaías, es siempre eficaz, lo que pasa es que...
2.
LA PALABRA DE DIOS ES SEMILLA BUENA, QUE EN TIERRA BUENA DA BUENOS FRUTOS... Nos
lo explica Jesús con esta parábola clara y transparente. Su Palabra eficaz, pero
el fruto depende también de nosotros. La semilla buena necesita también buena
tierra, para dar frutos.
A veces la Palabra de Dios cae en nosotros como semillas que quedan en el
borde del camino. No penetra, se queda en la superficie, así como entra por un
oído se va por el otro y sigue de largo. Por eso nos viene bien a todos, desde
el Papa hasta el último bautizado,volver a recibir, a escuchar y a leer la misma
Palabra de Dios, con la que Él nos habla siempre, diciéndonos cosas nuevas que
hasta ahora no hemos oído...
Otras veces cae en nosotros como en terreno pedregoso, que no es profundo,
y no puede echar raíces, se queda en la superficie. Basta un poco de sol o de
viento para que la planta recién nacida se marchita... ¡Cuántas veces la Palabra
de Dios nos emociona, mueve nuestros sentimientos, nos da una alegría inmediata,
pero se queda en la superficie...! A la primera de cambio, ya nos olvidamos
lo
que nos decía... (¿recuerdan, por ejemplo, la
predicación
del Cardenal Bergoglio
el 25 de mayo, sobre Zaqueo? ¿recordamos las consecuencias que de allí se
seguían, para alimentar con nuestra fe nuestra participación en la vida
ciudadana...?).
Otras veces la Palabra de Dios se encuentra en nosotros como entre espinas
que la ahogan y la hacen sucumbir. Las preocupaciones del mundo, y las cosas de
todos los días, donde deberíamos poder orientarnos con la Palabra de Dios, como
en la noche con una linterna, nos absorben de tal manera, que no nos dejan
"espacio vital" para dejarnos iluminar por la Palabra de Vida...
De todos modos, también es posible que tengamos el ánimo y la decisión
suficiente para no dejar pasar sin más tanto don y tanto regalo, como es esta
Palabra con la que Dios nos habla sin cesar... Simplemente, se trata de
disponernos para poder aumentar la cosecha...
3.
HAY QUE TRABAJAR LA TIERRA PARA QUE LA BUENA SEMILLA DÉ FRUTOS... Con la pala y
el arado, hay que darla vuelta roturarla, moverla, trabajarla, alimentarla,
regarla. Con los bueyes (¿recuerdan el domingo pasado, la imagen de los bueyes
tirando para el mismo lado, haciendo que el yugo sea suave y la carga
ligera...?), o con maquinarias más sofisticadas, a nosotros nos toca trabajar la
tierra personal, nuestra propia familia y también los otros ambientes y lugares
donde nos movemos, incluida la casa de todos, que es nuestra patria, para que en
allí donde estemos, recibamos con un corazón bien dispuesto, esta semilla buena
que es la Palabra de Dios, que quiere y puede dar en nosotros cada vez más
mejores frutos...
Pero quedémonos con los bueyes: ¿que tal si nos unimos con otros a través
de un mismo yugo, y tirando juntos para un mismo lado, y ayudamos a "trabajar la
tierra" en la Iglesia y en la patria, para que las cosas buenas, que son
muchas, den buenos frutos?...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: