Esta fue mi predicación de hoy, 10 de julio de
2011, Domingo XV
del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar Marín:
I.-
Vídeo:
en
Youtube -
en Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
AUNQUE SOMOS UNA MAYORÍA
DE CRISTIANOS, EL EVANGELIO NO DA FRUTOS ENTRE NOSOTROS... A pesar
de la fe que profesamos en nuestra patria desde que en ella los
primeros evangelizadores predicaron el Evangelio, es decir desde
los primeros días de la llegada de los europeos a estas tierras,
nuestras actitudes humanas y ciudadanas no aparecen demasiado
impregnadas de este Evangelio. Es común ver colgados rosarios o
crucifijos de los espejos retrovisores de los automóviles. También
se ven los crucifijos, al menos por ahora, que en los despachos
oficiales. Desde allí Jesús "mira" todo lo que sucede en ellos.
¡Qué susto se debe llevar con frecuencia, por las cosas que le
toca ver y oír en esos lugares!
Pero, de todos modos, no sólo
se trata de lo que sucede en los despachos oficiales.
También lo
mismo podríamos decir muchas veces de lo que sucede en las
empresas y en las familias de nuestra patria. Incluso a veces
dentro de nuestra querida Iglesia podemos encontrarnos con
actitudes que no responden al Evangelio. Aunque seamos casi
siempre y casi todos muy piadosos, en casi todos los ámbitos de
nuestra patria nos falta una mayor coherencia entre lo que creemos
y lo que hacemos. Con frecuencia la fe y la vida parecen tomar
caminos distintos. ¿Cómo puede suceder esto? ¿Será que la Palabra
de Dios no tiene suficiente eficacia para cambiar nuestros
corazones, a pesar de que la recibamos una y mil veces, cayendo
sobre nosotros como agua de lluvia, impregnándonos paciente e
insistentemente con su sabiduría? No, no es eso lo que pasa, la
Palabra de Dios, como nos dice Isaías, es siempre eficaz, lo que
pasa es que...
2. LA PALABRA DE DIOS ES BUENA SEMILLA, QUE EN
TIERRA
BUENA DA BUENOS FRUTOS... Hoy nos lo explica Jesús con esta
parábola clara y transparente de la semilla que cae en diversos
terrenos. La Palabra de Dios es siempre eficaz, ya nos decía el
profeta Isaías en la primera lectura de este día. Pero el fruto
depende no sólo de su eficacia, sino también de nosotros. La
semilla buena necesita también buena tierra, para dar frutos...
A veces la Palabra de Dios cae en nosotros como semillas que
quedan en el borde del camino. No penetra, se queda en la
superficie. Eso nos sucede cuando la Palabra de Dios nos entra por
un oído y se nos va por el otro,y siguiendo de largo como el agua
cuando cae sobre una piedra caliente del desierto, se evapora sin
mojarla. Por eso nos viene bien a todos, desde el Papa hasta el
último bautizado, volver a recibir, a escuchar y a leer una y otra
vez la misma Palabra de Dios, con la que Él nos habla siempre,
porque aunque nos parezca que ya la hemos escuchado, quizás en una
nueva oportunidad podamos cambiar la actitud del corazón, y
recibir de esa manera algo que esa Palabra de Dios tiene para
darnos, y todavía no hemos recibido...
Otras veces cae en nosotros
como en terreno pedregoso, que no es profundo, y no puede echar
raíces, porque se queda sólo en la superficie. Basta un poco de
sol o de viento para que la planta recién nacida se marchite.
Eso es lo que sucede en el desierto, donde las pocas plantas que
hay parecen estar casi sin vida ¡Cuántas veces la Palabra de
Dios nos emociona, mueve nuestros sentimientos, nos da una
alegría inmediata, pero se queda en la superficie, enseguida
olvidamos lo que nos decía. Hay que tener en cuenta que las
emociones, como los sentimientos y las pasiones, residen en
nuestra afectividad, pero no les corresponden conducirnos, que
es tarea de la inteligencia y la voluntad...
Otras veces la
Palabra de Dios se encuentra en nosotros como entre espinas que
la ahogan y la hacen sucumbir. Esas espinas son las
preocupaciones del mundo y las cosas de todos los días, en las
que la Palabra de Dios debería servirnos para orientarnos, pero
nos absorben de tal manera que no nos dejan "espacio vital" para
dejarnos iluminar por las Palabras de Vida que salen de la boca
de Dios. De todos modos, también es posible que tengamos el
ánimo y la decisión suficiente para no dejar pasar sin más tanto
don y tanto regalo, como es esta Palabra con la que Dios nos
habla sin cesar. Simplemente, se trata de disponernos de manera
adecuada para que la Palabra de Dios pueda dar frutos en
nosotros. confiados en su eficacia, sabemos que los frutos que
pueda dar en nosotros la Palabra de Dios dependerá del modo que
preparemos el terreno de nuestro corazón, en el que esta Palabra
es sembrada como semilla eficaz...
3.
HAY QUE TRABAJAR LA TIERRA, PARA QUE LA BUENA SEMILLA DÉ FRUTOS...
A veces será mucho el trabajo que habrá que hacer para que nuestro
corazón se convierta en un terreno fértil, en el que la Palabra de
Dios pueda desplegar su eficacia. Con la pala o con el arado,
habrá que dar vuelta toda la tierra, roturarla, moverla,
trabajarla, alimentarla y regarla...
Pero hoy, como
dicen mis amigos que saben de esto, hoy se usa más la siembra
directa. Sin necesidad de dar vuelta la tierra, sí hace falta
trazar un surco profundo, donde se entierra la semilla, y cerrar
después el surco para que ésta crezca. Esta siembra requiere
también, por cierto llenar de nutrientes la tierra...
En fin, con
los bueyes o con maquinarias más sofisticadas, haciendo surcos y
aportando los nutrientes de la oración y la presencia de Jesús en
los sacramentos, a nosotros nos tocará trabajar nuestra tierra
personal, la de nuestra propia familia y también la de los otros
ambientes y lugares donde nos movemos, incluida la casa de todos,
que es nuestra patria, para que allí donde sea que estemos
recibamos con un corazón bien dispuesto esta semilla buena que es
la Palabra de Dios, que quiere y puede dar en nosotros cada vez
más mejores frutos. Nos puede servir la ocasión para comprender la
urgencia de trabajar cada uno de nosotros nuestros corazones, para
que en nosotros dé fruto la Palabra de Dios, siempre eficaz como
nos dice Isaías, y que sin embargo requiere ese terreno trabajado
para ver sus buenos frutos...