Exhortación pastoral sobre el compromiso ciudadano y las próximas elecciones
A los hijos de la Iglesia, y a todos los hombres y
mujeres de buena voluntad
I. La Pascua y la vocación del cristiano en el mundo
1. La fe en Jesús resucitado, que celebramos más
intensamente en este
tiempo de Pascua, nos impulsa a renovar nuestra vida,
viviéndola con
verdad, libertad, justicia y solidaridad en la Iglesia y en la sociedad
política de la que formamos parte. Somos miembros de las
dos, y en las
dos la fe nos llama a vivir nuestra vocación.
2. En estas circunstancias históricas, la fe nos exige
crecer aún más
en nuestro compromiso ciudadano. Somos conscientes de los pasos dados
para superar la crisis en la que habíamos caído.
Sin embargo, no
podemos dejar de atender a la profundidad de la misma. Ésta,
si bien
tuvo consecuencias económicas y sociales muy graves, viene
de vieja
data, y tiene sus profundas raíces en el individualismo y en
el
relativismo que distorsionan la concepción de la vida humana
y de la
convivencia.
3. De allí la necesidad urgente que todos los argentinos, y
especialmente los cristianos, descubramos mejor nuestra
vocación por el
bien común, y así nos convirtamos “de
habitantes en ciudadanos”,
corresponsables de la vida social y política, a lo que nos
ayuda el
conocimiento y la aplicación de la Doctrina Social de la
Iglesia.
II. Las próximas elecciones
4. Este año, marcado de manera particular por las
elecciones, es una
ocasión propicia para que hagamos un examen serio de nuestro
comportamiento social, y analicemos cómo es el cumplimiento
de nuestros
deberes y la exigencia de nuestros derechos, sea como simples
ciudadanos, sea como autoridades llamadas a ejercer la
función para la
que son elegidas.
5. El acto eleccionario requiere el conocimiento de las propuestas y el
pleno ejercicio de la libertad del ciudadano. Esto compromete al que se
postula, quien debe definir claramente su programa de acción
política,
y al que debe votar, a informarse debidamente de la probidad de los
candidatos y de la dimensión ética de sus
propuestas.
6. La trascendencia del acto eleccionario exige una gran transparencia,
que lo aleje de prácticas demagógicas y presiones
indebidas, como el
clientelismo y la dádiva, que desvirtúan su
profundo significado y
degradan la cultura cívica. Por otra parte, es
obligación del ciudadano
controlar la gestión del gobernante.
III. Algunos desafíos a tener presentes
7. Son muchos los desafíos que debemos enfrentar.
Señalamos algunos que
nos parecen más significativos y nos comprometen como
ciudadanos:
a) la vida: es un don de Dios y el primero de los derechos humanos que
debemos respetar. Corresponde que la preservemos desde el momento de la
concepción y cuidemos su existencia y dignidad hasta su fin
natural;
b) la familia: fundada en el matrimonio entre varón y mujer,
es la
célula básica de la sociedad y la primera
responsable de la educación
de los hijos. Debemos fortalecer sus derechos y promover la
educación
de los jóvenes en el verdadero sentido del amor y en el
compromiso
social;
c) el bien común: es el bien de todos los hombres y de todo
el hombre.
Debemos ponerlo por sobre los bienes particulares y sectoriales. Su
primacía sustenta y fortalece los tres poderes del Estado,
cuya
autonomía, real y auténtica, se hace
imprescindible para el ejercicio
de la democracia. Dicho bien común se afianza cuando la
autoridad
sanciona leyes justas y vela por su acatamiento. También el
ciudadano
está obligado en conciencia a cumplirlas, salvo que se
opongan a la ley
natural;
d) la inclusión: debemos priorizar medidas que garanticen y
aceleren la
inclusión de todos los ciudadanos. La pobreza y la
inequidad, no
obstante el crecimiento económico y los esfuerzos
realizados, siguen
siendo problemas fundamentales. Toda gestión social,
política y
económica debe estar orientada al logro de una mayor
equidad, que
permita a todos la participación en los bienes espirituales,
culturales
y materiales;
e) el federalismo: tenemos que promover el verdadero federalismo, que
supone el fortalecimiento institucional de las Provincias, con su
necesaria y justa autonomía respecto del poder central. Los
poderes del
Estado se ennoblecen cuando consolidan la estructura federal y
republicana del País;
f) políticas de Estado: la experiencia nos ha
enseñado que una sociedad
no crece necesariamente cuando lo hace su economía, sino
sobre todo
cuando madura en su capacidad de diálogo y en su habilidad
para gestar
consensos que se traduzcan en políticas de Estado, que
orienten hacia
un proyecto común de Nación. Este sigue siendo un
fuerte desafío para
nuestra democracia.
8. Nuestro país sufre todavía
fragmentación y enfrentamientos, que se
manifiestan tanto en la impunidad, como en desencuentros y
resentimientos. Nos queda pendiente la deuda de la
reconciliación. En
este sentido, el Papa nos recuerda que “las condiciones para
establecer
una paz verdadera son la restauración de la justicia, la
reconciliación
y el perdón”.
Nuestro más vivo deseo es que el período de
conmemoración del
bicentenario, que celebraremos entre el 2010 y el 2016, nos encuentre
fortalecidos en un espíritu común, donde la
reconciliación de los
argentinos genere finalmente un ambiente de verdadera paz y amistad
social.
9. Al concluir nuestra 93ª Asamblea Plenaria, compartimos con
ustedes
estas reflexiones, que son nuestra preocupación y, a la vez,
nuestra
esperanza para el futuro de la Patria.
Que María Santísima, nuestra Madre de
Luján, nos acompañe con su
intercesión, en este camino del pueblo argentino.
93ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina
Pilar, 28 de abril de 2007