Para que vivamos en familia...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 6 de junio de 2004, Solemnidad de la
Santísima Trinidad, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las
lecturas bíblicas de la Misa del día:
- Dice la Sabiduría de Dios: El Señor me creó como primicia de sus
caminos, antes de sus obras, desde siempre. Yo fui formada desde la
eternidad, desde el comienzo, antes de los orígenes de la tierra. Yo nací
cuando no existían los abismos, cuando no había fuentes de aguas
caudalosas... yo estaba a su lado como un hijo querido y lo deleitaba día
tras día, recreándome delante de él en todo tiempo, recreándome sobre la
faz de la tierra, y mi delicia era estar con los hijos de los hombres
(Proverbios 8, 22-24 y 30-31).
- Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio
de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la
gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la
esperanza de la gloria de Dios... Y la esperanza no quedará defraudada,
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo, que nos ha sido dado (Romanos 5, 1-2y 5).
- Durante la Ultima Cena, Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el
Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no
hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que
irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará
a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío (Juan 16,
13-15).
1. CADA UNO VIVE LA FAMILIA SEGÚN SU EDAD, PERO PARA TODOS
ES UNA NECESIDAD... Todos los seres humanos, cuando somos chicos estamos tan
necesitados, que prácticamente no podríamos subsistir, si tuviéramos el apoyo de
una familia o de quienes hicieran sus veces. En la familia, o de quienes ocupen
su lugar, recibimos el alimento, la ropa, el calor del hogar, el cuidado de la
salud, las primeras atenciones y el primer amor y todas sus expresiones, que nos
ayudan a crecer sanamente...
Pero todos, después de niños, hemos sido adolescentes (salvo que todavía no
hayamos llegado a esa edad). En la adolescencia es muy posible que hayamos
vivido la familia como un "campo de batalla", que nos entrenó para la vida.
Comenzamos a crecer, y aprendemos a adquirir nuestra independencia y el
ejercicio de nuestra libertad un poco gracias a la sana rebeldía, que nos ayuda
a desafiar los límites, y a aprender las consecuencias que inevitablemente se
sufren cuando no se los respeta, sobretodo los más importantes y
trascendentes...
Con el paso del tiempo hemos ido madurando, y nos ha
llegado el tiempo de concretar nuestra propia vocación. Esta puede haber sido
compartida, al encontrar a alguien con quien emprender juntos un camino para
toda la vida, formando una nueva familia. En este caso, la familia se ha
convertido en nuestra vocación principal, y nos ha ido reclamando la entrega de
toda la vida. Otros hemos encontrado en el llamado de Dios a una vida consagrada
totalmente a Él, en el sacerdocio o en la vida religiosa, que nuestra vocación
nos exigía un entrega plena en el servicio a la Iglesia, la gran familia de
Dios...
Pero llega un momento en el que, si no nos hemos muerto
antes, el peso de los años vuelve a hacernos dependientes como los niños. Y así
la familia, la propia de la sangre o aquella que toma su lugar por el
afecto y la cercanía, es la que otra vez, como cuando éramos niños,
tiene que hacerse cargo de todas nuestras necesidades. ¡Qué bueno si, además de
atender las más elementales y materiales, son capaces de darnos el amor que
recrea y llena de sentido la vida! (Así sucede en los Hogares de las Hermanitas
de los Pobres que, siguiendo la inspiración de su Fundadora, la Beata Juana
Jugan, cuidan en estas casas a los ancianos pobres, para que viviendo en un
clima familiar lleno de caridad los últimos años de su vida, se preparen para la
vida eterna, con el amor fraterno que en todos despierta la vida en familia, en
la que cada uno colabora haciendo lo que puede, como sucede en una buena
familia)...
En resumen, de diferente manera, según la edad y el momento de la vida,
para todos es una necesidad la familia. Y esto sucede porque Dios nos ha hecho a
su imagen. Y, como dijo Juan Pablo II en Puebla (México) durante su primer viaje
a América, el 28 de enero de 1979, "Dios no es un Solitario, es
Familia"...
2. DIOS, EN SU INTIMIDAD, NO ES UN SOLITARIO, DIOS ES
FAMILIA... Nada hubiéramos podido conocer de la intimidad de Dios, si Él no nos
la hubiera revelado. Pero sí lo ha hecho. Y Jesús nos hizo conocer la intimidad
de Dios, mostrándonos que no es un Solitario, sino Familia. No varios dioses,
sino uno solo. Pero con tal riqueza e inmensidad, que no podía faltarle esta
corriente interna de amor que se da entre Tres Personas, que es un solo
Dios...
Dios es Padre, de todos nosotros, que somos sus hijos, y de todos los
hombres, ya que todos recibimos de Él la vida. A Dios, como Padre, le atribuimos
también la creación entera, que proviene de su voluntad y decisión, con un
acto creador del que todo procede...
Dios también es Hijo. Y el Hijo de Dios, que es su Palabra y su Sabiduría,
como nos dijo hoy la primera lectura, viendo nuestra condición de rebeldía que
nos había apartado de Dios, tuvo compasión de nosotros, y enviado por el Padre,
vino a nosotros naciendo pobre en Belén, para morir en la Cruz y, con su
Resurrección, elevarnos nuevamente junto a Dios. Y como Buen Pastor, dio su vida
por todas sus ovejas, y no quiere que ninguna de ellas se pierda...
Dios es también Espíritu Santo. Y el Padre y el Hijo nos
envían el Espíritu Santo, para que Él nos de a conocer, a través de la
predicación de la Iglesia y por su misma acción en nuestros corazones, a Jesús.
El Espíritu Santo nos acerca a cada uno de nosotros la Paz que Jesús conquistó
para todos nosotros en la Cruz y en la Resurrección. El Espíritu Santo hace que
la Vida de Dios se expanda en nuestros corazones, y hace posible que Aquel que
está por encima de todo y de todos, pueda estar también dentro de cada uno de
nosotros...
3. DIOS NOS HACE PARTICIPAR DE SU VIDA, PARA QUE VIVAMOS EN
FAMILIA... Haciendo su morada en nosotros, Dios no ha hecho participar de
su Vida. De esta manera, nos ha llamado a vivir en comunión con Él, con toda la
Trinidad, y así nos ha hecho parte de su familia...
Y esto lo ha hecho sin límites ni fronteras. Altos y bajos, flacos y
gordos, niños, jóvenes y viejos, blancos, negros y amarillos, todos de la misma
manera hemos sido llamados a vivir en comunión con la Trinidad, y ser parte en
su familia...
Pero Dios no sólo nos ha hecho participar de su Vida, sino
que además ha hecho que su casa sea la nuestra, tanto en el Cielo como en la
tierra. El Cielo es uno solo (consiste simplemente en vivir en comunión plena
con Dios, después de nuestra muerte, por gracia suya y respuesta nuestra). Y en
la tierra Dios ha hecho visible su Casa en la Iglesia...
Por eso, llamados a participar de la Vida de Dios, también hemos sido
llamados a vivir, por la fe, en la Iglesia, como familia de Dios. Familia,
entonces, en la que no podemos ponernos elegir quiénes nos gusten que estén y
quiénes nos parece que se tienen que quedar afuera. Siendo familia, y Familia de
Dios, tenemos que abrir sus puertas a todos los que quieren entrar, porque Dios
no quiere dejar a nadie fuera de ella. Somos una familia que se debe
proponer con firmeza vivir en el amor, que es el mejor, y en realidad el único,
modo de vivir en familia. Familia, por último, que se propone vivir en el Amor
de Dios, ya que Él es quien nos ha hecho Su familia...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: