Mar adentro...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 8 de febrero de 2004, Domingo V del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
Mis abuelos1. HAY QUIEN PIENSA QUE EL MENSAJE DE LA IGLESIA ES DE OTROS TIEMPOS... A los sacerdotes nos toca a veces recibir los reclamos de quienes piensan que el mensaje de la Iglesia se ha puesto viejo, es anticuado, y tiene que cambiar, porque ya no tiene nada que decirle al mundo de hoy...
 
La foto que se ve al lado es de mis abuelos paternos, y está tomada en Mar del Plata, a comienzos del siglo pasado. Es, por lo tanto, del milenio anterior. ¿Qué diríamos si la comparáramos con un foto tomada hoy en la Rambla? No sólo sería distinta porque ahora las fotos se hacen en color. Así, entonces, piensan algunos, como ha cambiado la ropa que se usa, han cambiado las costumbres y la cultura en la que se vive ya no es la misma de antes, también tendría que cambiar la Iglesia su mensaje, si no quiere quedarse aislada, cada vez con menos fieles...
 
En muchos temas se plantean estos reclamos de actualización. Algunos dirán que ya no es momento para que la Iglesia siga insistiendo en la indisolubilidad del matrimonio y se oponga al divorcio, ya que en este tiempo son muchos los que pasan por esta situación, y el matrimonio perdurable es un ideal inalcanzable. Otros pensarán que en toda la moral sexual la Iglesia se ha quedado en el pasado, que tiene que cambiar, porque lo que propone (respetando la naturaleza original de este don de Dios), no se puede ya vivir en nuestro tiempo, en el que se han liberalizado las costumbres, y se reclaman, con más o con menos virulencia, mayores libertades, que permitan buscar con más espontaneidad el placer. Otros también dirán que ya es tiempo de que la Iglesia deje de lado el celibato de los sacerdotes, que se puedan casar "como lo hace todo el mundo", ya que es "más normal" que puedan vivir de esa manera, sin una exigencia que no es necesaria para su ministerio...
 
En realidad, estos reclamos no son nuevos. Ya Jesús, cuando predicó en su tiempo, decía palabras que resultaban duras y extrañas en la cultura decadente que se vivía en el imperio de ese momento. En su tiempo había mucho divorcio, así como también aberraciones y abusos en el uso de la sexualidad, incluido el homosexualismo, como en la cultura universal que nos plantea el imperio de nuestro tiempo. Pero hoy, como ayer, no será la acomodación de la Iglesia a la cultura del momento, sino la fidelidad a las raíces, lo que permitirá vivir con gozo el contenido salvador del mensaje evangélico...
 
Iglesia, la Barca2. CON JESÚS, LA IGLESIA NAVEGA EN EL MUNDO, MAR ADENTRO... La Iglesia tiene lo que recibió de Jesús, ni más ni menos. Siempre su misión será la misma, llevar y dar al mundo lo que Jesús ha puesto en sus manos. Podrán cambiar las formas, el lenguaje, los instrumentos que se utilicen (hace sólo unos años yo no podía estar enviando mis predicaciones semanalmente por correo electrónico, como lo hago ahora, ni ponerlas en la Web a disposición de todos los que quieren encontrarlas, desde cualquier lugar del mundo, como lo hago ahora), pero el mensaje de la Iglesia será siempre el mismo, el que ha recibido de las manos de Jesús...
 
La Palabra de Jesús, que la Iglesia debe hacer llegar a todos los rincones del mundo entero, tiene una eficacia que va más allá de lo que se puede esperar de las realidades meramente humanas. Desde este punto de vista, la tarea de la Iglesia termina siendo siempre como una "pesca milagrosa", cuyos resultados superan ampliamente lo que ella puede esperar de sus limitadas fuerzas. La Iglesia es invitada cada día por Jesús a introducirse hasta los rincones más apartados e inhóspitos del mundo, llevando a todos lados el mensaje que ha recibido, un mensaje de salvación que los hombres de todos los tiempos necesitan, y que no pueden alcanzar por sí mismos. El mismo mensaje que San Pablo recibió, como los demás Apóstoles, y transmitió con su predicación: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura; que fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura; que se apareció a Pedro y después a los Doce, lo mismo que a San Pablo, mostrándoles que había resucitado, y que de esa manera había vencido las barreras de la muerte y del pecado, para darnos la Vida eterna...
 
Ante semejante realidad, ¿cómo se puede esperar que la Iglesia cambie su mensaje, para hacerse a la medida de las olas de cada momento, o para que su palabra suene "agradable" según las modas de cada tiempo? La suya es una Palabra recibida de Dios, cuyo contenido y mensaje está más allá de lo que se espera en cada momento. Es una Palabra de salvación, que debe acercar a todos los hombres de todos los tiempos, con sus redes abiertas, aunque parezca que nadie quiera entrar en ellas. Por eso Juan Pablo II, al comenzar el tercer milenio de la Iglesia, haciendo pie en este Evangelio, nos recordaba que Jesús nos sigue invitando para que, en la barca de la Iglesia, siguiéramos metiéndonos en todas las realidades del mundo, "mar adentro", hasta su más recónditas profundidades, anunciando y llevando la salvación que de Él mismo hemos recibido...
 
Tumba vacía3. NUESTRA MISIÓN: LLEVAR A TODO EL MUNDO LA VIDA DE JESÚS... También hoy, como en tiempos de Jesús, Dios nos encarga una misión que tiene algo de epopeya imposible, que prolonga la que recibieron los Apóstoles, hasta que sea realizada en toda su dimensión...
 
Nosotros, que hemos recibido de Jesús la Vida que surge del sepulcro, en el que la muerte es vencida por su Resurrección, tenemos la misión de llevar el anuncio de esta salvación, con fidelidad y perseverancia, fieles a su Palabra salvadora, confiados mucho más en su eficacia que en nuestras limitaciones, tanto o más evidentes que las de los profetas de todos los tiempos...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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