Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 8 de febrero de 2004, Domingo V del Tiempo
Ordinario, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas
bíblicas de la Misa del día:
- Yo dije: «¡Ay de mí, estoy perdido! Porque soy un hombre de
labios impuros, y habito en medio de un pueblo de labios impuros; ¡y mis
ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos!». Uno de los serafines
voló hacia mí, llevando en su mano una brasa que había tomado con unas
tenazas de encima del altar. El le hizo tocar mi boca, y dijo: «Mira: esto ha
tocado tus labios; tu culpa ha sido borrada y tu pecado ha sido expiado».
Yo oí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré y quién irá
por nosotros?». Yo respondí: «¡Aquí estoy: envíame!» (Isaías 6, 5-8).
- Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo
murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y
resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y
después a los Doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo
tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto.
Además, se apareció a Santiago y de nuevo a todos los Apóstoles. Por último,
se me apareció también a mí... (1 Corintios 15, 3-8).
- Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Navega mar adentro, y echen
las redes». Simón le respondió: «Maestro, hemos trabajado la noche entera
y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes». Así lo
hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto
de romperse... Jesús dijo a Simón: «No temas, de ahora en adelante
serás pescador de hombres» (Lucas 5, 4-6 y 10).
1. HAY QUIEN PIENSA QUE EL MENSAJE DE LA IGLESIA ES DE
OTROS TIEMPOS... A los sacerdotes nos toca a veces recibir los reclamos de
quienes piensan que el mensaje de la Iglesia se ha puesto viejo, es anticuado, y
tiene que cambiar, porque ya no tiene nada que decirle al mundo de hoy...
La foto que se ve al lado es de mis abuelos paternos, y está tomada en Mar
del Plata, a comienzos del siglo pasado. Es, por lo tanto, del milenio anterior.
¿Qué diríamos si la comparáramos con un foto tomada hoy en la Rambla? No sólo
sería distinta porque ahora las fotos se hacen en color. Así, entonces, piensan
algunos, como ha cambiado la ropa que se usa, han cambiado las costumbres y la
cultura en la que se vive ya no es la misma de antes, también tendría que
cambiar la Iglesia su mensaje, si no quiere quedarse aislada, cada vez con menos
fieles...
En muchos temas se plantean estos reclamos de actualización. Algunos dirán
que ya no es momento para que la Iglesia siga insistiendo en la indisolubilidad
del matrimonio y se oponga al divorcio, ya que en este tiempo son muchos los que
pasan por esta situación, y el matrimonio perdurable es un ideal inalcanzable.
Otros pensarán que en toda la moral sexual la Iglesia se ha quedado en el
pasado, que tiene que cambiar, porque lo que propone (respetando la naturaleza
original de este don de Dios), no se puede ya vivir en nuestro tiempo, en el que
se han liberalizado las costumbres, y se reclaman, con más o con menos
virulencia, mayores libertades, que permitan buscar con más espontaneidad el
placer. Otros también dirán que ya es tiempo de que la Iglesia deje de lado el
celibato de los sacerdotes, que se puedan casar "como lo hace todo el mundo", ya
que es "más normal" que puedan vivir de esa manera, sin una exigencia que no es
necesaria para su ministerio...
En realidad, estos reclamos no son nuevos. Ya Jesús, cuando predicó en su
tiempo, decía palabras que resultaban duras y extrañas en la cultura decadente
que se vivía en el imperio de ese momento. En su tiempo había mucho divorcio,
así como también aberraciones y abusos en el uso de la sexualidad, incluido el
homosexualismo, como en la cultura universal que nos plantea el imperio de
nuestro tiempo. Pero hoy, como ayer, no será la acomodación de la Iglesia a la
cultura del momento, sino la fidelidad a las raíces, lo que permitirá vivir con
gozo el contenido salvador del mensaje evangélico...
2. CON JESÚS, LA IGLESIA NAVEGA EN EL MUNDO, MAR ADENTRO...
La Iglesia tiene lo que recibió de Jesús, ni más ni menos. Siempre su misión
será la misma, llevar y dar al mundo lo que Jesús ha puesto en sus manos. Podrán
cambiar las formas, el lenguaje, los instrumentos que se utilicen (hace sólo
unos años yo no podía estar enviando mis predicaciones semanalmente por correo
electrónico, como lo hago ahora, ni ponerlas en la Web a disposición de todos
los que quieren encontrarlas, desde cualquier lugar del mundo, como lo hago
ahora), pero el mensaje de la Iglesia será siempre el mismo, el que ha recibido
de las manos de Jesús...
La Palabra de Jesús, que la Iglesia debe hacer llegar a todos los rincones
del mundo entero, tiene una eficacia que va más allá de lo que se puede esperar
de las realidades meramente humanas. Desde este punto de vista, la tarea de la
Iglesia termina siendo siempre como una "pesca milagrosa", cuyos resultados
superan ampliamente lo que ella puede esperar de sus limitadas fuerzas. La
Iglesia es invitada cada día por Jesús a introducirse hasta los rincones más
apartados e inhóspitos del mundo, llevando a todos lados el mensaje que ha
recibido, un mensaje de salvación que los hombres de todos los tiempos
necesitan, y que no pueden alcanzar por sí mismos. El mismo mensaje que San
Pablo recibió, como los demás Apóstoles, y transmitió con su predicación: que
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura; que fue
sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura; que se apareció
a Pedro y después a los Doce, lo mismo que a San Pablo, mostrándoles que había
resucitado, y que de esa manera había vencido las barreras de la muerte y del
pecado, para darnos la Vida eterna...
Ante semejante realidad, ¿cómo se puede esperar que la Iglesia cambie su
mensaje, para hacerse a la medida de las olas de cada momento, o para que
su palabra suene "agradable" según las modas de cada tiempo? La suya es una
Palabra recibida de Dios, cuyo contenido y mensaje está más allá de lo que se
espera en cada momento. Es una Palabra de salvación, que debe acercar a todos
los hombres de todos los tiempos, con sus redes abiertas, aunque parezca que
nadie quiera entrar en ellas. Por eso Juan Pablo II, al comenzar el tercer
milenio de la Iglesia, haciendo pie en este Evangelio, nos recordaba que Jesús
nos sigue invitando para que, en la barca de la Iglesia, siguiéramos metiéndonos
en todas las realidades del mundo, "mar adentro", hasta su más recónditas
profundidades, anunciando y llevando la salvación que de Él mismo hemos
recibido...
3. NUESTRA MISIÓN: LLEVAR A TODO EL MUNDO LA VIDA DE
JESÚS... También hoy, como en tiempos de Jesús, Dios nos encarga una misión que
tiene algo de epopeya imposible, que prolonga la que recibieron los Apóstoles,
hasta que sea realizada en toda su dimensión...
Nosotros, que hemos recibido de Jesús la Vida que surge del sepulcro, en el
que la muerte es vencida por su Resurrección, tenemos la misión de llevar el
anuncio de esta salvación, con fidelidad y perseverancia, fieles a su Palabra
salvadora, confiados mucho más en su eficacia que en nuestras limitaciones,
tanto o más evidentes que las de los profetas de todos los tiempos...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: