Esta fue mi predicación de hoy, 14 de noviembre de 2004, Domingo
XXXIII del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín. Me basé en
las siguientes frases de
las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- Llega el Día, abrasador como un horno. Todos los arrogantes y los
que hacen el mal serán como paja; el Día que llega los consumirá, dice
el Señor de los ejércitos, hasta no dejarles raíz ni rama. Pero para
ustedes, los que temen mi Nombre, brillará el sol de justicia que trae
la salud en sus rayos (Malaquías 3, 19-20a).
- En aquella ocasión les impusimos esta regla: el que no quiera
trabajar, que no coma. Ahora, sin embargo, nos enteramos de que algunos
de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en
todo. A estos les mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo que
trabajen en paz para ganarse su pan (2 Tesalonicenses 3, 10-12).
- Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con
hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «De todo
lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo
será destruido». Ellos le preguntaron» «Maestro, ¿cuándo tendrá lugar
esto, y cuál será la señal de que va suceder?». Jesús respondió:
«Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en
mi Nombre, diciendo: "Soy yo", y también: "El tiempo está cerca". No
los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen;
es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin».
Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra
reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se
verán también fenómenos aterradores y grandes señales en cielo. Pero
antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las
sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores
a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar
testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su
defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que
ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán
entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y
amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a
causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la
cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas» (Lucas 21, 5-19).
Esta pregunta puede surgir con frecuencia en la Argentina, en la que
seguimos empantanados en una larga crisis, que sigue provocando mucho
dolor e injusticia. Así los describían el jueves pasado los Obispos,
reunidos en Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina:
"la Argentina atraviesa una crisis que tiene
graves efectos económicos y políticos, pero sus raíces más
profundas
son morales y culturales, y su extirpación supone un largo proceso de
conversión de la conciencia de la ciudadanía. Con frecuencia nos
comportamos como habitantes que nos aprovechamos de las riquezas de la
Patria, pero no somos ciudadanos deseosos de procurar el bien común...
No sólo está afectada la
capacidad de subsistencia de muchos argentinos (vivienda, alimento,
salud, seguridad), sino que están heridos niveles profundos de su
personalidad. Por ejemplo: dificultades para comprender y razonar,
sometimiento a las situaciones adversas del entorno, incapacidad para
enfrentar los problemas de modo resolutivo y para proyectar la propia
vida, no tener acceso equitativo a recursos educativos adecuados, etc.
La Deuda Social se compone de privaciones que ponen en grave riesgo el
sostenimiento de la vida, la dignidad de las personas y las
oportunidades de florecimiento humano. Su mayor inmoralidad reside en
el hecho de que ello ocurre en una Nación que tiene condiciones
objetivas para evitar o corregir tales daños, pero que lamentablemente
pareciera optar por agravar aún más las desigualdades" ( aquí se
puede ver el
texto
completo del pronunciamiento
Para profundizar la pastoral social).
Por grave que sean nuestros problemas de
seguridad, esta descripción de nuestra realidad social nos muestra que
no son ellos los problemas más graves de nuestra patria. Para muchos, a
esta altura la mayoría, de los que pisan nuestro suelo argentino, el
problema más grave es sencillamente la subsistencia. Ante estas
situaciones y muchas otras que pueden servir para describir un país que
nos duele profundamente y que causa mucho dolor, surge inevitable la
pregunta: ¿Qué hay que hacer?...
En todo caso, cuando todo tiembla, o todo anda mal, lo primero que hay
que hacer es buscar un punto seguro donde apoyarse. toda rehabilitación
reclama, para poder realizarse, un buen punto de apoyo. También cuando
tiembla inseguro el país, el mundo, o nuestra la cultura. Y hoy Jesús
nos ayuda a descubrir que en Él siempre podremos apoyarnos, para estar
seguros...
Es cierto que el mundo no durará para siempre. Y está bien que sea
así. Porque el mundo que conocemos no alcanza para colmar los deseos y
las aspiraciones que Dios mismo sembró en cada uno de nosotros. Para
eso hace falta algo más que el mundo, y que viene después del mundo: el
Cielo...
Pero mientras tanto,
no podemos
quedarnos de brazos cruzados, esperando que llegue la salvación, sin
que a nosotros nos toque hacer nada. Los Obispos argentinos nos
recuerdan en su pronunciamiento de esta semana que nosotros encontramos
luz sobre la parte que nos toca hacer, en la Doctrina Social de la
Iglesia, que "es la proyección del Evangelio para iluminar la vida en
la sociedad
humana. El cristiano encuentra en ella inspiración no sólo para
ejercer
la caridad ante las miserias que sufre el prójimo, sino para vivir en
la sociedad civil de manera responsable y conforme al designio divino"...
Por
eso los Obispos argentinos nos exhortan a todos "a vivir en la
sociedad civil con espíritu de
justicia, veracidad, solidaridad, laboriosidad, procurando ser en ella
como el fermento en la masa". Porque apoyados en Jesús, como lo hace el
Papa (su báculo, el cayado del Pastor, como el de Pablo VI, tiene
representado en su extremo superior a Jesús, que cargando con el peso
de nuestros pecados, llega a torcer el madero de la Cruz)...
Un abrazo y mis oraciones.