Ensanchar
el corazón...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 10 de octubre de 2004, Domingo
XXVIII del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases
de las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- Eliseo mandó un mensajero para que le dijera: «Ve a bañarte siete
veces en el Jordán; tu carne se restablecerá y quedarás
limpio»... Entonces bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme
a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un
muchacho joven y quedó limpio (2 Reyes 5, 10 y 14).
- Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con él, viviremos con él. Si
somos constantes, reinaremos con él. Si renegamos de él, Él también renegará
de nosotros. Si somos infieles, él es fiel, porque no puede renegar de sí
mismo (2 Timoteo 2, 11-13).
- Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pesaba a través de Samaría
y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez
leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Jesús,
Maestro, ten compasión de nosotros!». Al verlos, Jesús les dijo: «Vayan a
presentarse a los sacerdotes». Y en el camino quedaron purificados. Uno
de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en
voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra,
dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: «¿Cómo, no
quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno
volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?». Y agregó: «Levántate y
vete, tu fe te ha salvado» Lucas 17, 11-19).
1.
TODOS LOS DÍAS SUCEDEN MILAGROS, Y MUCHAS VECES NI NOS
DAMOS CUENTA... Todos los días, mucho antes que nos despertemos y que nos
levantemos, el sol está, dándonos su calor y energía. Es cierto que a veces,
como hoy, está nublado, y por eso todavía no lo hemos visto al sol. Pero si no
estuviera, hace rato que ya estaríamos del todo congelados, o desintegrados.
Si
el sol no estuviera atrayendo a la tierra continuamente, como el centro
gravitacional alrededor del cual gira continuamente, con ese maravilloso
equilibrio que la atracción gravitacional logra entre todos los planetas,
estrellas y demás componentes del sistema solar, vaya uno a saber hacia donde
habríamos salido disparados tierra...
Por otra parte, no sólo el sol nos hace falta, y está
puntualmente todos los días cumpliendo su función. Las nubes, y la lluvia a la
que las nubes dan origen, a veces como tenue llovizna, otras veces con furia
estremecedora, también acuden en nuestro auxilio con su aporte. En este tiempo
de primavera, la lluvia viene muy bien para el trigo sembrado, y gracias a ella
dentro de unos meses seguiremos teniendo pan. Así que, nublado y todo, el sol
está, y no está nada mal...
Además, cuando nos despertamos esta mañana, seguramente
pudimos darnos cuenta que seguíamos respirando, y pudimos constatar, de esa
manera, que seguía habiendo oxígeno en el aire, con mayor o menor
concentración o pureza, como siempre. Si no hubiera sido así, nos hubiéramos
ahogado, y en realidad ni siquiera nos hubiéramos despertado. Tampoco esto está
nada mal...
Por último, seguramente también pudimos darnos cuenta esta mañana, al
despertar, que hoy nuevamente circulaba la sangre por nuestras venas. Cierto, si
tenemos las arterias un poco tapadas, como a veces pasa con la edad o cuando
hemos abusado de las grasas en nuestra comida, o si tenemos problemas de presión
y además, por no hacerle caso al médico, comemos con sal, quizás circule por
nuestras venas un poco menos de sangre que la que necesitamos para estar en
condiciones óptimas, o un poco más lenta que lo que convendría. Pero, de todos
modos, si hemos llegado a este momento del día es porque la sangre está
circulando, y su impulsor natural, el corazón, sigue haciéndola recorrer su
circuito para llevar oxígeno a todo el organismo. Y esto tampoco está nada
mal...
A pesar de todos estos pequeños (o grandes) milagros de cada día, me parece
que todos caemos con facilidad en una extraña manía, que consiste en
obsesionarnos siempre por lo que nos falta. Así, a veces exigimos como un
derecho lo que sólo tendríamos que pedir como un don, un regalo, una gracia.
Dando todo por supuesto, terminamos siendo desagradecidos. Prestando más
atención a lo que falta que a lo que tenemos, perdemos esa primera alegría, que
podría ser la plataforma de partida de la que debería arrancar nuestra actitud
ante la vida de cada día, que consiste simplemente en prestar atención a "lo que
está", que es mucho y no está nada mal. Por eso hoy Jesús, a través de la
curación de unos leprosos, quiere educarnos en una virtud para la que es
necesario ensanchar el corazón...
2. LA GRATITUD ES UNA VIRTUD QUE CABE SÓLO EN LOS CORAZONES
GRANDES... Para comprender en todo su contenido la virtud a la que Jesús nos
quiere despertar, es necesario primero comprender todo lo que Él no da. Jesús,
que murió por nosotros en la Cruz, resucitó de entre los muertos para darnos la
vida eterna, y ahora vive para siempre, como recordaba hoy San Pablo. La
resurrección de Jesús nos permite a nosotros participar de su Vida, que es "la
única", la verdadera. Y por eso, por pura misericordia de Dios, hoy nuestra
muerte puede llevarnos a la Vida. Tanto la enfermedad, como toda otra larga
cantidad de males que hasta ahora sólo eran signo y camino de la muerte, hoy son
signo y camino hacia la salvación (conviene recordar que esta palabra tiene
la misma raíz que salud, y es la salud más completa, ya que se trata de una
salud que ya nadie nos puede quitar, porque consiste en alcanzar el sentido
pleno de la vida, junto a Dios, para toda la eternidad). Así, de la mano de
Jesús el dolor se convierte en un camino a la paz...
Jesús hoy nos despierta, a través del leproso curado que
volvió a darle gracias, dándose cuenta de lo que le había pasado, a mirar las
cosas en su verdadera dimensión. Para ello basta que abramos los ojos y "nos
demos cuenta". Diez fueron los curados, y uno solo vio lo que le había pasado.
Sólo el extranjero fue quien se dio cuenta de lo que Jesús había hecho en él. Y
volviendo a Jesús con un corazón agradecido, movido por la fe, encontró en Él no
sólo la salud, sino también, como Jesús se lo hace ver, la
salvación...
Con una actitud agradecida, la vida se nos presenta como un horizonte sin
medida, y se despliega ante nosotros como la oportunidad de abrirnos hacia la
eternidad. Pero debe ser grande el corazón, para no atribuirse como propio el
don recibido, siguiendo el camino de la vida como si nada hubiera pasado, y como
si todo lo que nos ha sido dado fuera algo que teníamos derecho a exigir. En un
corazón grande siempre el regalo recibido lleva a mirar a quien nos lo ha dado,
con una gratitud también grande. Cuando el corazón se hace grande, además de
todos los regalos o dones con los que Dios nos trata cada día, cabe en él
la gratitud. Y con un corazón agradecido, los dones más habituales y cotidianos
alimentan nuestra fe, y se convierten en nuestra oportunidad de volver a Dios,
única fuente de nuestra salvación...
Podemos pedirle a Dios muchos milagros todos los días, y si nos convienen
para nuestro fin eterno, seguramente no dejará de hacerlos. Pero no nos basta
con eso. Lo que necesitamos, porque es lo que más nos urge, es la salvación.
Sólo en un corazón agradecido hay lugar para la salvación...
3. HAY QUE SER ENSANCHAR EL CORAZÓN CON EL AMOR, PARA
ALCANZAR LA SALVACIÓN... Para alcanzar la salvación, entonces, hace falta un
corazón grande, ya que sólo así cabrá en él la gratitud. Habrá que quitarle,
entonces, los cerrojos al corazón, para que crezca a la medida de la salvación
que Dios nos quiere dar...
Y una vez quitados los cerrojos (recordemos, como he dicho
otras veces, que el corazón de cada uno de nosotros es muy peculiar, tiene una
llave que sólo se puede abrir desde adentro, nadie entra en él si no quitamos
los cerrojos), lo que hace ensanchar el corazón es el amor....
Por eso Jesús nos llama a vivir siempre decididamente comprometidos en el
amor. Surgidos del amor de Dios, cada uno de nosotros fuimos hechos para el
amor. Y es el amor firme y constante, con el que nos ocupamos cada día de hacer
lo que es bueno para nuestros hermanos, el que va haciendo cada vez más grande
nuestro corazón. Así como los músculos crecen y se fortalecen con el ejercicio,
el corazón crece y se hace grande con el amor. Y sólo un corazón que se ensancha
cada día más con el amor efectivo y comprometido con nuestros hermanos, se hace
a la medida de Dios. Es decir, corazón agradecido, capaz de recibir la
salvación...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: