Un bien precioso y escaso...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 3 de octubre de 2004, Domingo XXVII del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
Calle1. LA PACIENCIA ES UN BIEN PRECIOSO Y ESCASO, QUE SE AGOTA CON FACILIDAD... Hay cosas que escasean, y por eso mismo aumentan su valor. Pasa así con el oro, y desde hace un tiempo, cada vez más, con el petróleo. Pero no sucede sólo con las cosas.También las virtudes se convierten en un bien escaso, que por eso mismo resulta más precioso, o al menos más preciado. Así sucede hoy, me parece, con la paciencia...
 
Esto puede verse sobretodo en la vida de la ciudad. Aquí en San Isidro, el ritmo de vida todavía no se ha acelerado tanto. Y aquí, en el Hogar Marín, estamos como en un oasis, en un remanso de paz y tranquilidad. Pero a medida que nos vamos acercando "al centro" de la ciudad, la vida parece cada vez más acelerada, y la paciencia comienza a ser cada vez una virtud más escasa. Las personas caminando agitadas por las calles, mirándose con desconfianza, los empujones que a veces se producen dentro de los medios de transporte e incluso en la calle, cuando se juntan muchos en una esquina esperando el semáforo verde, son situaciones en las que se agota con frecuencia la paciencia, y se reacciona con mayor o menor agresividad...
 
Paciencia del ratónCuando se vive bajo presión, nadie es todo lo bueno que podría ser, es muy fácil en esas condiciones reaccionar de mal modo. Hasta el más bueno y mejor educado, con los mejores controles para su agresividad, puede perder la paciencia cuando es sometido a una presión más o menos extrema. ¿Cuánto más le ocurrirá al que no lo es tanto?...
 
Yo creo que a esta altura más bien habría que admirarse de la paciencia del pueblo argentino. Hace ya mucho tiempo, en el lejano 1990, los Obispos de la Iglesia en Argentina, proponiéndonos las líneas pastorales para realizar una nuevo anuncio del Evangelio para todo nuestro pueblo, señalaban que entre los desafíos que se presentaban en ese momento, se encontraba el de "una justicia demasiado largamente esperada" (los Obispos tomaban esta frase de un Discurso de Juan Pablo II al Consejo Episcopal Latinoamericano, en 1984). Si eso sucedía hace catorce años, cuánto más habría que decir hoy. Nada parece indicar que las condiciones hayan mejorado, sino todo lo contrario...
 
PacienciaLa larga experiencia de la humanidad pone en evidencia que la violencia no pone remedio a los males que nos aquejan, ya que "la violencia sólo engendra más violencia". Sin embargo, es posible que esta altura alguno se pregunte si, cuando se agota la paciencia, no habría que reaccionar de una manera violenta, para poner remedio a tantas situaciones que nos golpean también con violencia. No podemos dejar de pensar en la dramática y trágica reacción de un adolescente de Carmen de Patagones, que era con frecuencia burlado por sus compañeros de escuela, que no supo o no pudo encontrar sus límites y encauzar su enojo, y con un arma sembró dolor, luto, muerte y destrucción, no sólo para las víctimas y sus familias, sino para toda una ciudad y para él mismo. Para que no corramos el riesgo de perder el rumbo, Jesús nos enseña, como hizo con los Apóstoles, un camino difícil pero posible, el camino del perdón...
 
Hormiga paciente2. LA FE NOS HACE CAPACES DE RESPONDER CON EL PERDÓN A TODOS LOS MALES... Perdonar setenta veces siete, como Jesús nos dice, significa perdonar siempre, y sin límites, cuando el que nos ha hecho un daño está dispuesto a cambiar su actitud. Los Apóstoles parecen adivinar nuestras dificultades para asumir semejante propuesta, y ponen en evidencia sus propias limitaciones. Por eso, ante este desafío, le piden a Jesús lo único que les permitirá llevarlo adelante, le piden que les aumente la fe...
 
La fe, que es siempre un don de Dios, nos permite mirar el mundo y las personas con una mirada distinta, con la mirada de Dios. Siempre hay algo más detrás de los males que nos aquejan, del mal que nos hacen, del mal que nos toca sufrir, que se oculta a la mirada del que está ofuscado o enojado. Pero la fe nos abre los ojos, y nos permite ver más allá del mal recibido. De esta manera nos ayuda a encontrar el bien que se sigue de dar, con paciencia, una y otra vez, una nueva posibilidad al que se quiere corregir. Por supuesto, no se trata de algo fácil. El camino de la fe nunca lo fue. El camino de la fe será siempre un camino que conlleva el sufrimiento. San Pablo se lo avisaba a Timoteo, invitándolo a compartir con él los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, y también nos lo dice a nosotros. En realidad, en la vida siempre aparece el sufrimiento, es parte de ella. Sin embargo, cuando proviene de las actitudes a las que nos lleva la fe, como le perdón sin límites al que hoy Jesús nos invita, se trata de un sufrimiento que, sin dejar de doler, edifica y construye, porque da frutos de salvación...
 
ArbolLa fe, aún siendo pequeña, siempre da sus frutos. Por su propio dinamismo, si la cuidamos y la alimentamos, la fe, don de Dios, crece día a día, y se va haciendo más fuerte. De allí la comparación que Jesús hace con la semilla de mostaza, muy pequeña, pero suficiente para dar lugar a un gran arbusto. Pero además, como los músculos que ejercita un deportista en sus entrenamientos cuando se prepara para sus desafíos más importantes, la fe crece con el ejercicio. Nada nos hace más capaces de perdonar que experimentar una y otra vez el bien que hace, al que lo da y al que lo recibe, el perdón. Ante cualquier mal es posible reaccionar con enojo y con violencia, y eso no hace más que aumentar el daño. Pero también es posible responder con el perdón, con lo que el mal sufrido pierde su batalla, ya que se convierte en ocasión para el bien que se hace con el perdón. Esto requiere paciencia, pero sobretodo una fe firme, que nos permita avanzar confiados por el camino que nos propone Jesús...
 
Mate con amigos3. HAY QUE REAVIVAR EL DON DE LA FE PARA RESPONDER A DIOS CON GRATITUD... Por otra parte, cuando se trata del perdón, se trata también de gratitud. Dios puede pedirnos esta virtud, porque cada uno de nosotros somos también fruto de su perdón...
 
AbrazoA Dios, que nos ha hecho sus hijos por su misericordia, le debemos el don de la fe, que nos ha hecho encontrar el camino de la salvación. Hace falta alimentar cada día la fe, y, como decía San Pablo a Timoteo y nos dice hoy a nosotros, reavivarla, como quien alienta y alimenta un fuego para que no se apague...
 
Dios, con su misericordia, nos ha hecho una sola familia, de la que todos somos parte. Por eso, como en las buenas familias, siempre es posible, aunque a veces difícil, el camino del perdón. Hechos para vivir en familia, comunicándonos unos a otros los propios bienes y dones, estrechando lazos y compartiendo abrazos, signo de amor y de perdón...
 
Cada día nos animamos a pedirle a Dios, cuando elevamos nuestra oración (y seguramente varias veces por día), que perdone nuestras ofensas, "como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden". El perdón de Dios nunca nos falta, sólo falta que asumamos y cumplamos, con paciencia y con perseverancia, nuestra promesa de perdón...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
Consultas o comentarios, aquí:Correo



Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: