Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 5 de septiembre de 2004, Domingo
XXIII del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases
de las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra, y lo que está
a nuestro alcance lo descubrimos con el esfuerzo; pero ¿quién ha
explorado lo que está en el cielo? ¿Y quién habría conocido tu voluntad
si tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu
santo espíritu? Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la
tierra, así aprendieron los hombres lo que te agrada y, por la Sabiduría,
fueron salvados (Sabiduría 9, 16-18).
- Tal vez, él [Onésimo, esclavo de Filemón] se apartó de ti [Filemón] por un
instante, a fin de que lo recuperes para siempre, no ya como un esclavo,
sino como algo mucho mejor, como un hermano querido. Si es tan querido
para mí, cuánto más lo será para ti, que estás unido a él por lazos
humanos y en el Señor. Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo como a mí
mismo (Filemón 15-17).
- Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo:
«Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a
su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia
vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue,
no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no
se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué
terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos
los que lo vean se rían de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no
pudo terminar". ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta
antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene
contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está
todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma
manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no
puede ser mi discípulo (Lucas 14, 25-33).
1. NO SE PUEDE TENER SIEMPRE TODO, NO HAY MÁS REMEDIO QUE
ELEGIR... A lo largo de la vida nos pasamos eligiendo, y no puede ser de otra
manera. No se puede tener todo. Basta, por ejemplo, que tengamos que hacer
un viaje para que se haga necesario elegir. No todo cabe en la valija, y hay que
optar por aquellas cosas que nos parecen más importantes, según el lugar y las
circunstancias, para que no nos carguemos de peso con cosas que no vamos a
necesitar, ni se nos queden sin llevar las que más nos harán falta...
Por eso resulta muy útil, de vez en cuando, mudarse. En ese
momento, a la hora de preparar la mudanza, es muy seguro que encontraremos una
cantidad de cosas que hemos ido guardando, que en realidad nunca o muy poco
hemos usado. En verdad, a veces basta que pensemos sólo un poco, para que nos
demos cuenta que podemos prescindir de ellas, sin que por eso nos falte nada que
tenga importancia. A la hora de la mudanza nos convendrá separar aquellas cosas
que de algún modo y en algún momento nos podrán resultar útiles, de todas
aquellas que no lo serán y que podremos dejar...
En realidad, cuando elegimos, siempre es más lo que dejamos de lado que
aquello por lo que optamos. Aquellos de ustedes que se han casado, han elegido
un cónyuge, y necesariamente han dejado de lado muchos otros que lo hubieran
podido ser. Para elegir, siempre hay que dejar cosas de lado. Por eso se hace
más difícil elegir, si sólo o preferentemente nos quedamos mirando lo que
dejamos, en vez de fijar nuestra mirada en lo que elegimos...
Nuestra vida, en la que nos toca dar una respuesta a Dios que nos ha
llamado a seguirlo por el camino de Jesús, reclama elecciones y decisiones
fundamentales. Por eso, hoy Jesús nos quiere enseñar a elegir...
2. PARA SEGUIRLO A JESÚS, HACE FALTA ESTAR DISPUESTOS A
TODO... Podemos decir que toda la vida cristiana siempre es un misterio de
elección. No se lo sigue a Jesús sólo por seguir la corriente, porque eso no nos
llevaría a ningún lado. Cuando elegimos personalmente seguirlo a Jesús, entonces
el camino de la fe se hace un camino apasionante, con una meta precisa a la que
somos llamados. Pero Jesús nos aclara hoy que si elegimos seguirlo, nos vamos a
encontrar con un camino muy exigente. Porque una cosa es que Jesús nos parezca
un fenómeno (eso nos permitirá escribir sobre Él, hablar sobre Él, y hasta
admirarlo enormemente). Pero otra cosa, mucho más exigente, es seguirlo. Y eso
reclama una decisión llena de compromiso...
Dios nos ha hecho para la vida Eterna, y hacia allí vamos cuando con
nuestra decisión nos proponemos seguirlo a Jesús. Somos, de esa manera,
peregrinos que marchamos hacia el Cielo. Jesús nos habla hoy de tres cosas
fundamentales, sin las cuales no podremos ser capaces de seguirlo por su camino
y hacia su meta de eternidad, que Él ha querido que sea también la
nuestra...
En primer lugar, para seguirlo a Jesús hay que estar
dispuestos a cargar con la propia Cruz. Ya en tiempos de Jesús, y antes que Él
fuera clavado en ella, la Cruz representaba el sufrimiento y la muerte. Pero
nosotros no podemos olvidar que desde allí, desde la Cruz, Jesús hizo
surgir la Vida con mayúscula, que nace de la Resurrección. Entonces, seguirlo a
Jesús reclamará de nosotros la aceptación del sufrimiento y de la muerte como un
camino de salvación...
A veces podrá parecernos que cuando se acerca el
sufrimiento e incluso la muerte, nos encontramos ante un precipicio, que no
sabemos cómo superar. Pero en ese momento convendrá que tengamos en cuenta que
Jesús no nos llama a cada uno en forma aislada a recorrer este camino. Como
sucede con los chicos de este dibujo, si vamos hacia la Cruz cargándola junto
con otros, veremos cuánto podemos hacer unos por otros en el camino de la Cruz.
Habrá momentos en que nos toque a nosotros poner más el hombro para cargar con
la Cruz, la propia y la de los otros. Pero también llegarán momentos en que los
otros lleven el peso mayor, y nosotros podamos, simplemente colgados de la Cruz
que los otros llevarán sobre sus hombros, sostenernos gracias a ellos en las
partes más difíciles del camino...
Por otra parte, sólo el amor puede hacernos seguir a Jesús con decisión,
por el camino que lleva a la Vida eterna. Y Jesús nos recuerda que el amor que
nos lleva a seguirlo nunca podrá estar en un segundo lugar. El amor de
Jesús sólo admite el primer lugar. El amor a Dios sólo es tal si está por encima
de cualquier otro, ya que nadie puede estar por encima de Dios. De todos modos,
no hay por qué inquietarse. El Amor es uno solo. Y por eso, el amor a Dios
siempre integra a los otros, aunque no necesariamente suceda al revés. Si
queremos a Dios más que a nadie, ese amor podrá integrar de manera ordenada
nuestro amor filial (al padre y a la madre), matrimonial (al cónyuge),
paternal y maternal (a los hijos), fraternal (a los hermanos), social (a
nuestros hermanos en el sentido más amplio del término) y hasta a nuestra propia
vida, ya que justamente en Dios todo esto adquirirá su sentido...
Por eso, para seguirlo a Jesús, Él mismo nos dice que hace
falta renunciar a todo. Porque cualquier persona o cualquier cosa que
pusiéramos por delante de Jesús, y consideráramos más importante que Él, nos
impediría verdaderamente seguirlo...
3. CONFIEMOS EN JESÚS. CON ÉL TENEMOS TODO LO QUE NOS HACE
FALTA... La confianza es el gran paso al que nos llama la fe. Y ante el
desprendimiento al que Jesús nos llama, para que nada ni nadie se nos ponga
delante de Él y nos tape el camino de la salvación, hace falta que, con mucha
confianza, tengamos la certeza de que con Jesús, nada nos falta...
Si lo que más anhelamos es la vida, resumen de todos los
dones que nos vienen de Dios, para crecer en nuestra confianza hace falta que
recordemos que detrás de la Cruz está la Resurrección. Si lo que necesitamos
ante las horas que nos tocan vivir, que en más de un sentido nos pueden parecer
horas y días de oscuridad, hace falta que tengamos en cuenta hasta qué punto
detrás de todo el sufrimiento que se representa la Cruz, está la luz que surge
del sepulcro vacío, de Jesús resucitado...
En definitiva, podemos confiarnos en Jesús, el Buen Pastor, que nos lleva
siempre en sus brazos. Podemos renunciar a todo, confiados en que no nos faltará
nada. Podemos animarnos a cualquier sufrimiento, porque no estaremos solos
cuando llegue. Podemos estar seguros que, si Jesús está verdaderamente en el
centro, si le damos a Él el lugar central que le corresponde, si nos dejamos
guiar siempre por su Palabra y ponemos en Él toda nuestra confianza, todo el
amor que surja en nuestro corazón, ya se trate del amor social, filial,
fraternal, matrimonial, paternal o maternal, siempre vendrá de Dios y nos
llevará a Él, por el camino por el que Él mismo nos llama y acompaña...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: