El banquete de nuestro amor...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 29 de agosto de 2004, Domingo XXII del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
Podio1. MUCHOS QUIEREN ALCANZAR EL PRIMER LUGAR EN LAS OLIMPÍADAS... Casi durante todo el mes hemos estado viviendo al ritmo de las Olimpíadas que se realizaron en Grecia, y hemos podido ver a miles de atletas luchando por un lugar en el podio (es decir, por una medalla). Nosotros, los argentinos, con ese cierto exitismo que nos caracteriza, en los primeros días nos conformábamos, quizás, con la medalla de bronce que obtuvo una muy joven nadadora. Pero enseguida empezamos a soñar con las de oro que nos podían dar algunos deportistas, ya sea los que participaban en deportes individuales, de parejas, o grupales...
 
Oro olímpicoDe todos modos, el oro no es para todos, sino para unos pocos en las Olimpíadas. Y éstas no tendrían sentido, si sólo obteniéndolo valiera la pena haber participado. Es más, si sólo se aceptara o se quisiera llegar primeros en las competencias deportivas, y con mucha más razón en la vida, estaríamos errándole mucho al camino para el que hemos sido hechos. Ganar es importante, y una gran alegría, pero no lo es todo. Y muchas veces ni siquiera lo más importante ya que la vida, que ha salido de las manos de Dios, para todos tiene un sentido, aunque no para todos haya medallas y coronas en todas las ocasiones...
 
Por eso Jesús hoy, en feliz coincidencia con el final de las Olimpíadas, quiere enseñarnos a través de su Palabra, en dos parábolas, dos actitudes que verdaderamente hacen a la paz y a la alegría: la humildad y el desinterés...
 
Papa Avión2. TODO ES DON EN EL REINO DE DIOS. EL PRIMER LUGAR ES DE LOS QUE SIRVEN... Es un error creerse siempre y en todo mejor que los demás. Si así lo hiciéramos, quizás terminaríamos pensando que hasta delante de Dios nos merecemos algunas medallas. Pero nunca será así, ya que el Reino de Dios, al que Él mismo nos invita, siempre será un don que recibimos gratuitamente...
 
BarrerEn el Reino de Dios todo es don. Por eso Jesús nos invita a buscar con gratitud el último lugar, y quedarnos conformes simplemente por haber sido invitados. "El primer lugar", en el Reino de Dios, será dado al que sea capaz de humillarse más, y ponerse al servicio de todos. Por eso Juan Pablo II nos ha dicho muchas veces que en la Iglesia los más importantes son los más santos. Y si la misma figura de este Papa nos parece enorme e impresionante, es precisamente porque él, con el peso y la carga de los años, no deja de prestar un servicio fiel e infatigable, sin el mismo dinamismo pero con la misma entrega que desde el primer día...
 
El primer lugar, entonces, en el Reino de Dios, no se busca con medallas, sino con servicio y amor. Bastaría una pequeña escoba y una pala también muy chica, para que el que aparece como el más pequeño entre nosotros alcance el primer lugar en el Reino de Dios, por el simple hecho de valerse de estos humildes instrumentos para servir con amor en la entrega de cada día...
 
Pero hay que tener cuidado. Porque el mismo servicio del amor puede envolvernos de tal modo, que queramos destacarnos en él, para ser "el más grande". Por eso Jesús, además de invitarnos al servicio humilde, conformándonos con "el último lugar", con otra parábola nos invita al amor desinteresado...
 
Isidro3. TENEMOS QUE INVITAR A LOS MÁS POBRES AL BANQUETE DE NUESTRO AMOR... Porque puestos a servir, también podemos caer en la trampa de buscar la recompensa que premie nuestro esfuerzo, mientras que Jesús nos exhorta a hacer el bien sin esperar nada a cambio...
 
A veces de las formas más sutiles y disimuladas se nos cuela la búsqueda de la retribución. Quizás nos quejamos porque no nos agradecen algo bueno que hemos hecho. Quizás también nos lamentamos porque no recibimos nosotros de los demás tanto amor como el que damos. Como si tuviera algún sentido esperar retribución por lo hacer lo que el amor nos ha dictado...
 
CorazónPor eso, puede ayudarnos pensar que cada uno de nosotros somos como un banquete, en el que Dios ofrece a los demás sus dones. No hace falta que nos gastemos en invitar a los que nos conocen y a los que nos quieren, a nuestros parientes y amigos, a servirse de esta mesa que Dios prepara para ellos en nuestro corazón. Lo harán espontáneamente, sin necesidad de que los invitemos. Pero sí hace falta que invitemos a servirse de todos los dones que Dios pone en nosotros a los que no nos conocen y a los que no tienen cómo agradecernos. Eso ayudará a que nuestro amor sea más puro y desinteresado. Bastará que nos demos cuenta que todo lo hemos recibido de Dios, y que, por lo tanto, no somos propiamente dueños de nada, para que busquemos compartir todo lo que somos y lo que tenemos con los demás, sin pedir ni buscar nada a cambio...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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