El banquete de nuestro amor...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 29 de agosto de 2004, Domingo
XXII del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases
de las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- Hijo mío, realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan
a Dios. Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el
favor del Señor, porque el poder del Señor es grande y él es glorificado por
los humildes (Eclesiástico 3, 17-18 y 20).
- Se han acercado a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente,
a la Jerusalén celestial, a una multitud de ángeles, a una fiesta
solemne, a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en
el cielo (Hebreos 12, 22-23).
- Jesús, al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les
dijo esta parábola: «Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques
en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra
persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los
dos, tenga que decirte: "Déjale el sitio", y así, lleno de vergüenza,
tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a
colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te
invitó, te diga: "Amigo, acércate más", y así quedarás bien delante de
todos los invitados. Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se
humilla será ensalzado». Después dijo al que lo había invitado: «Cuando
des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos,
ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a
su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete,
invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.
¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás
tu recompensa en la resurrección de los justos!» (Lucas 14,
7-14).
1. MUCHOS QUIEREN ALCANZAR EL PRIMER LUGAR EN LAS
OLIMPÍADAS... Casi durante todo el mes hemos estado viviendo al ritmo de las
Olimpíadas que se realizaron en Grecia, y hemos podido ver a miles de atletas
luchando por un lugar en el podio (es decir, por una medalla). Nosotros, los
argentinos, con ese cierto exitismo que nos caracteriza, en los primeros días
nos conformábamos, quizás, con la medalla de bronce que obtuvo una muy joven
nadadora. Pero enseguida empezamos a soñar con las de oro que nos podían dar
algunos deportistas, ya sea los que participaban en deportes individuales, de
parejas, o grupales...
De todos modos, el oro no es para todos, sino para unos
pocos en las Olimpíadas. Y éstas no tendrían sentido, si sólo obteniéndolo
valiera la pena haber participado. Es más, si sólo se aceptara o se quisiera
llegar primeros en las competencias deportivas, y con mucha más razón en la
vida, estaríamos errándole mucho al camino para el que hemos sido hechos. Ganar
es importante, y una gran alegría, pero no lo es todo. Y muchas veces ni
siquiera lo más importante ya que la vida, que ha salido de las manos de Dios,
para todos tiene un sentido, aunque no para todos haya medallas y coronas en
todas las ocasiones...
Por eso Jesús hoy, en feliz coincidencia con el final de las Olimpíadas,
quiere enseñarnos a través de su Palabra, en dos parábolas, dos actitudes que
verdaderamente hacen a la paz y a la alegría: la humildad y el
desinterés...
2. TODO ES DON EN EL REINO DE DIOS. EL PRIMER LUGAR ES DE
LOS QUE SIRVEN... Es un error creerse siempre y en todo mejor que los demás. Si
así lo hiciéramos, quizás terminaríamos pensando que hasta delante de Dios nos
merecemos algunas medallas. Pero nunca será así, ya que el Reino de Dios, al que
Él mismo nos invita, siempre será un don que recibimos gratuitamente...
En el Reino de Dios todo es don. Por eso Jesús nos invita a
buscar con gratitud el último lugar, y quedarnos conformes simplemente por haber
sido invitados. "El primer lugar", en el Reino de Dios, será dado al que sea
capaz de humillarse más, y ponerse al servicio de todos. Por eso Juan Pablo II
nos ha dicho muchas veces que en la Iglesia los más importantes son los más
santos. Y si la misma figura de este Papa nos parece enorme e impresionante, es
precisamente porque él, con el peso y la carga de los años, no deja de prestar
un servicio fiel e infatigable, sin el mismo dinamismo pero con la misma entrega
que desde el primer día...
El primer lugar, entonces, en el Reino de Dios, no se busca con medallas,
sino con servicio y amor. Bastaría una pequeña escoba y una pala también muy
chica, para que el que aparece como el más pequeño entre nosotros alcance el
primer lugar en el Reino de Dios, por el simple hecho de valerse de estos
humildes instrumentos para servir con amor en la entrega de cada día...
Pero hay que tener cuidado. Porque el mismo servicio del amor puede
envolvernos de tal modo, que queramos destacarnos en él, para ser "el más
grande". Por eso Jesús, además de invitarnos al servicio humilde, conformándonos
con "el último lugar", con otra parábola nos invita al amor
desinteresado...
3. TENEMOS QUE INVITAR A LOS MÁS POBRES AL BANQUETE DE
NUESTRO AMOR... Porque puestos a servir, también podemos caer en la trampa de
buscar la recompensa que premie nuestro esfuerzo, mientras que Jesús nos exhorta
a hacer el bien sin esperar nada a cambio...
A veces de las formas más sutiles y disimuladas se nos cuela la búsqueda de
la retribución. Quizás nos quejamos porque no nos agradecen algo bueno que hemos
hecho. Quizás también nos lamentamos porque no recibimos nosotros de los demás
tanto amor como el que damos. Como si tuviera algún sentido esperar retribución
por lo hacer lo que el amor nos ha dictado...
Por eso, puede ayudarnos pensar que cada uno de nosotros
somos como un banquete, en el que Dios ofrece a los demás sus dones. No hace
falta que nos gastemos en invitar a los que nos conocen y a los que nos quieren,
a nuestros parientes y amigos, a servirse de esta mesa que Dios prepara para
ellos en nuestro corazón. Lo harán espontáneamente, sin necesidad de que los
invitemos. Pero sí hace falta que invitemos a servirse de todos los dones que
Dios pone en nosotros a los que no nos conocen y a los que no tienen cómo
agradecernos. Eso ayudará a que nuestro amor sea más puro y desinteresado.
Bastará que nos demos cuenta que todo lo hemos recibido de Dios, y que, por lo
tanto, no somos propiamente dueños de nada, para que busquemos compartir todo lo
que somos y lo que tenemos con los demás, sin pedir ni buscar nada a
cambio...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: