Sin vendas en los ojos...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 8 de agosto de 2004, Domingo XIX del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
Salto al vacío1. A VECES VIVIMOS COMO SI TUVIÉRAMOS VENDAS EN LOS OJOS... En algunos casos es simple distracción. ¿A quién no le pasó alguna vez, de ponerse a buscar los anteojos, que hace un minuto tenía en la mano, sin poder encontrarlos en ningún lugar, hasta que se da cuenta que, en realidad, los tiene puestos, y por eso no los ve por ningún lado? Hasta puede ser que nos pasemos un rato buscando las llaves, para poder salir de casa, y finalmente nos damos cuentas que las tenemos en la mano...
 
Pero otras veces no es sólo distracción. Si nos metemos con pasión en algo, puede pasarnos que no nos demos cuenta de lo que otros ven con claridad, ya que a veces la pasión tiene el efecto de cerrar los ojos del que está afectado por ella. Quizás más de una vez hemos estado ante unos novios que, para el juicio de todos, representan un amor imposible, ya que no sólo no cuajan bien entre sí, sino que además se pasan el día peleando. Todos los que los conocen se dan cuenta que, si se casan, van derecho al fracaso. Todos menos ellos. Están tan "enamorados" (encandilados convendría decir para esta ocasión), que no se dan cuenta que se dirigen a un precipicio con los ojos vendados. El amor no es ciego, sino lúcido, pero la pasión a veces lo puede cegar. ¿Cuántos fracasos matrimoniales podrían haberse evitado, simplemente si los novios, antes de casarse, hubieran abierto un poco los ojos y prestado atención a lo que otros les advertían?...
 
Me parece que puedo decir, sin temor a errarle mucho, que a todos nos ha sucede, tanto en el orden personal como en el orden social, que pasan muchas cosas delante nuestros ojos, que si nos detuviéramos a prestar atención nos parecerían evidentes, y sin embargo no nos damos cuenta. Hasta que, de pronto, se nos cae de golpe un telón y nos quedamos asombrados y descubrimos sorprendidos una realidad que teníamos al lado y no veíamos, como si hubiéramos estado viviendo con los ojos tapados. Para no ir a otros ejemplos más particulares, todos los procesos que hemos vivido en los últimos veinte años de nuestra patria, y que seguimos viviendo, no sucedieron ni suceden de golpe, sino que se han ido y se van siempre gestando de a poco, aunque a veces nos haya parecido o nos parezca que aparecen de manera instantánea...
 
Monos locosPor otra parte, y no deja de ser esto otro modo curioso de no ver, salvo que ya carguemos muchos años en la mochila, vivimos como si fuéramos a vivir para siempre, aunque es evidente que no es así, ya que todos vamos a morir. Es más, desde que hemos nacido, que nos vamos a morir es una certeza que ha permanecido inconmovible ante nuestros ojos. Cada tanto, cuando se muere un pariente muy cercano, o un amigo entrañable, sobretodo si es alguien joven o sucede de manera sorpresiva, nos damos más espacio para que la muerte tenga un espacio, pero enseguida, casi sin darnos cuenta, volvemos a nuestra compostura habitual, y seguimos nuestra marcha como si nosotros no nos fuéramos a morir nunca. Entonces, para que no vivamos como si estuviéramos tapándonos los ojos para no ver, los oídos para no oír y la boca para no hablar de esto, Jesús hoy nos enseña a vivir siempre preparados...
 
Tránsito de la Virgen2. EL MUNDO TIENE UN FINAL, QUE ES PARA CADA UNO EL DÍA DE SU MUERTE... Así como nuestra vida en este mundo tiene un inicio, también tiene un fin, y hacia él vamos inexorablemente. Cada día estamos veinticuatro horas más cerca de él. Un día hemos nacido, y un día vamos a morir. Puede ser que ese final nos llegue de sorpresa. Pero si es así, no es porque no sepamos que va a venir, sino porque a veces nos habituamos demasiado a vivir que si a nosotros no nos fuera a suceder...
 
Si nos pusiéramos a imaginar cómo quisiéramos que fuera nuestra muerte, seguramente nos entusiasmaría que fuera como la de la Virgen María, rodeados de nuestros seres más queridos (en esta pintura sobre "el tránsito de la Virgen", es decir, su muerte, ella aparece rodeada de los Apóstoles, y bajo la mirada de su Hijo, al fondo; el óleo sobre tabla es de Juan Correa de Vivar, y es del año 1550). Pero una muerte así, como también cualquier otra muerte feliz que queramos imaginar, no se improvisa, sino que se debe preparar...
 
Cielo y CruzLa muerte, como el nacimiento, es una meta. Pero también, y esto es lo más importante, en ambos casos, es un punto de partida. Cuando nacemos, hemos alcanzado esa meta que se ha ido preparando pacientemente a lo largo de nueve meses. Después de haber estado durante todo ese tiempo haciéndole "cosquillas en la panza" a nuestras madres, finalmente vemos la luz. Sin embargo, nadie se conformaría sólo con eso. Esa meta se convierte en un punto de partida. Y una vez nacidos, se pone en marcha todo el desarrollo de nuestra vida sobre esta tierra. Lo mismo pasa con la muerte. Es punto de llegada, pero también de partida. De llegada, porque con la muerte se termina nuestra vida aquí en la tierra. Pero también de partida, porque allí se inicia una nueva etapa, la definitiva, la Vida eterna para la que Dios nos ha creado...
 
Como meta que es, podemos decir que durante toda la vida estamos preparando el día de la muerte. Ese día será el resultado de todo lo que hemos ido preparando a lo largo de la vida, o simplemente el resultado de haber llegado a esa meta, sin haberla preparado. Pero también como punto de partida tenemos que ver nuestra muerte como el resultado de lo que hayamos preparado. Por eso Jesús hoy nos enseña a estar "preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas". Durante la vida vamos preparando nuestro encuentro definitivo con Él, que se dará el día de nuestra muerte. Si cuando llega, nos encuentra velando, es decir, "en vela", es decir, atentos, vigilantes, Jesús mismo se sentará a servirnos la mesa en el Banquete del Cielo...
 
Luz celestial3. HAY QUE VIVIR TODA LA VIDA CON LAS LÁMPARAS ENCENDIDAS, PREPARANDO LA MUERTE... Se trata de un final, entonces, que, como punto de partida, no se improvisa, sino que hay que prepararlo, para salir al encuentro de Jesús con las lámparas encendidas...
 
Simplemente hay que tener en cuenta que las únicas lámparas que ponen luz sobre ese final y ese punto de partida son las lámparas del amor. Estar atentos y vigilantes, entonces, consiste en estar todos los días atendiendo a Jesús, que viene a nosotros a través de nuestros hermanos que nos reclaman su atención esperando de nosotros un gesto de amor. Tenemos muchos ejemplos a la mano, para saber en qué consiste vivir con las lámparas encendidas. La Beata Teresa de Calcuta se hizo conocer por su amor inclaudicable, que buscó insistentemente atender a Jesús en el rostro de los más débiles y abandonados entre los pobres. La Beata Juana Jugan enseñó a las Hermanitas de los Pobres, la Congregación que ella fundó, a atender el rostro de Jesús en los ancianos pobres, como ellas vienen haciendo fielmente. Y también todos nosotros estamos llamados a pasarnos la vida preparando la muerte, con las lámparas del amor encendidas...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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