Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 1 de agosto julio de 2004, Domingo
XVIII del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases
de las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- ¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada
más que vanidad!... Porque un hombre que ha trabajado con sabiduría,
con ciencia y eficacia, tiene que dejar su parte a otro que no hizo
ningún esfuerzo. También esto es vanidad y una grave desgracia
(Eclesiastés 1, 2 y 2, 21).
- Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del
cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el
pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra
(Colosenses 3, 1-2).
- Jesús les dijo: «Cuídense de la abundancia, la vida de un hombre no está
asegurada por sus riquezas». Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre
rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo "¿Qué
voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha". Después pensó: "Voy a hacer
esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí
todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes
almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida". Pero
Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo
que has amontonado?". Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y
no es rico a los ojos de Dios» (Lucas 12, 15-21).
1. SI QUEREMOS ESTAR SIEMPRE SEGUROS, VAMOS A NECESITAR
MUCHAS COSAS... Desde que nacemos, todo el tiempo, estamos buscando seguridades.
El asunto es que, si queremos estar siempre seguros, no nos van a alcanzar todas
las que busquemos, porque siempre nos harán falta algunas más...
Cuando comienza a fallarnos el equilibrio, por ejemplo, primero tendremos
necesidad de zapatos con suela de goma; después preferiremos pisos alfombrados,
que no sean resbaladizos, pero finalmente, para mayor
seguridad, terminaremos buscando apoyo en el bastón. Por un tiempo eso nos
bastará, y aunque nos resulte raro al comienzo, terminaremos sintiéndonos
seguros con él (¿cuántos "bastones" nos sirven de apoyo, de una y otra manera,
en tantas cosas en las que no sabríamos movernos sin "apoyarnos" en
otros?)...
Pero seguramente llegará un momento en que tampoco el bastón
nos alcanzará. Al principio puede ser que nos resistamos, pero tarde o temprano,
para siempre o de una manera temporaria, si nos saben explicar la utilidad que
nos puede dar, terminaremos aceptando la silla de ruedas, en la que estaremos
más seguros que caminando...
En muchas otras cosas también pretendemos la seguridad. Llamamos "seguro
médico" al sistema que nos permitirá ser atendidos del mejor modo posible cuando
llegue la enfermedad, sin que nos veamos limitados por el dinero con el que
dispongamos en ese momento. Hasta hemos inventado lo que, con cierto abuso del
lenguaje, llamamos "seguro de vida" que, por supuesto, no nos asegura de ningún
modo la vida, sino que sirve para que los que los que dependen de nosotros
no se queden en la calle justamente cuando nosotros "perdemos" la
vida...
En realidad, por más seguros que busquemos e inventemos, está claro que hay
algo que nunca podremos asegurar, y es precisamente "la vida". Es lo que Jesús
nos enseña hoy con la parábola en la que nos dice una de las palabras más duras
de la Biblia, llamando "insensato", es decir, "estúpido", al rico que pretendió
dedicarse a descansar, comer, beber y darse buena vida, simplemente porque había
tenido una buena cosecha que le duraría para muchos años...
2. NUESTRA VIDA ES SÓLO EL CAMINO. LA META ESTÁ MÁS ARRIBA,
ES EL CIELO... No podemos asegurar la vida porque, por importante que sea, no es
un bien absoluto. Estamos hechos para más que eso. Dios nos hizo para el Cielo,
que consiste en una Vida que está más allá de ésta, siempre limitada, y que es
sólo el camino para llegar a la meta, que está "más arriba"...
Por eso es que no tiene sentido dejarnos distraer tanto por el camino, al
punto de perder de vista la meta. Si quisiéramos poner todas nuestras
seguridades "acá en la tierra", estaríamos quedándonos muy cortos en nuestras
aspiraciones, y no tardaríamos en quedar defraudados...
El camino puede tener más o menos vueltas, subidas y
bajadas, sombras u oscuridades, primaveras u otoños, pero no se basta a sí
mismo, ni tiene en sí mismo su sentido. El camino sirve en la medida en que
apunta y lleva hacia una meta. Nuestra vida tiene un límite, que a todos nos
llegará, señalado por la muerte, después de la cual el último paso de nuestra
condición terrenal será el cementerio. Y allí no caben todos los bienes que
hayamos podido acumular, que necesariamente se quedan en la tierra. Los únicos
que se pueden llevar son los que no pesan. El amor, resumen de todas las
virtudes, será lo que podremos cargar con nosotros dentro del "sobretodo de
madera". Por eso, no importa "cuanto se tiene", sino cómo se usan los
bienes de la tierra, para que nos desvíen, sino que nos acerquen a la
meta...
Esto no se aplica sólo a las personas más ricas de la tierra.
Ciertamente,vale para ellos. Pero, en realidad, todos somos alguien y hemos
recibido algo, y entonces también se aplica a cada uno de nosotros. Lo que somos
y lo que tenemos son los instrumentos del amor con los que nuestra marcha se
convierte en un camino hacia el Cielo...
A fuerza de "acumular", buscando seguridades, se pueden causar muchos
daños. Como las palabras que diré ahora son fuertes (no más que las del texto
evangélico de hoy), citaré la autoridad de la que provienen. Se trata de San
Basilio, Obispo de Cesárea de Capadocia, muerto en el año 379, en su comentario
al Evangelio de hoy. Decía él que, si cada uno usara lo que necesita y dejara de
lado lo superfluo, nadie sería demasiado rico, y nadie, tampoco, sería demasiado
pobre. La caridad, propia del que tiene la mirada puesta en las cosas del Cielo,
ayudaría a la justicia para encontrar el equilibrio justo. Avaro, seguía San
Basilio, es el que no se contenta con lo necesario, y ladrón el que se queda con
lo ajeno. Es avaro y ladrón, entonces, el que pretende quedarse con lo que Dios
ha puesto en sus manos para administrar...
3. HAY QUE OCUPARSE DE LAS COSAS DE LA TIERRA CON LA MIRADA
FIJA EN EL CIELO... San Pablo nos exhorta, en su carta a los Colosenses, a tener
el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra, a
buscar los bienes del Cielo, porque sabe que lo definitivo no es el
camino, sino la meta. Nuestra vida consistirá siempre en ocuparnos de "las cosas
de la tierra". Cada uno encontrará en eso su propia vocación, según sus dones,
sus capacidades y sus inclinaciones, y de esa manera su lugar en el mundo,
ocupándose de "las cosas de la tierra". También las vocaciones que podrían
pensarse más "celestiales", como las de los monjes que se dedican a la oración
en el silencio, se realizan, desde este punto de vista, ocupándose de "las
cosas", en su caso de la oración, "de la tierra". Pero para ellos y para todos
nosotros, no será posible realizar bien lo propio de cada uno, si no es con la
mirada fija en el Cielo. Ya que lo que realicemos será siempre el camino,
mientras que el Cielo será siempre la meta...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: