Con insistencia, sin caprichos...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 25 de julio de 2004, Domingo XVII del
Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las
lecturas bíblicas de la Misa del día:
- El Señor añadió: «El clamor contra Sodoma y Gomorra es tan grande, y
su pecado tan grave, que debo bajar a ver si sus acciones son realmente como
el clamor que ha llegado hasta mí. Si no es así, lo
sabré»... Entonces Abraham se le acercó y le dijo: «¿Así que vas a
exterminar al justo junto con el culpable? Tal vez haya en la ciudad
cincuenta justos. ¿Y tú vas a arrasar ese lugar, en vez de perdonarlo por
amor a los cincuenta justos que hay en él?... El Señor respondió: «Si
encuentro cincuenta justos en la ciudad de Sodoma, perdonaré a todo ese
lugar en atención a ellos»... «Por favor, dijo entonces Abraham, que mi Señor
no se enoje si hablo por última vez. Quizá sean solamente diez». «En
atención a esos diez, respondió no la destruiré» (Génesis 18,
20-22.23-24.26.32).
- En el bautismo, ustedes fueron sepultados con él, y con él
resucitaron, por la fe en el poder de Dios que lo resucitó de entre los
muertos (Colosenses 2, 12).
- Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno
de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó
a sus discípulos». El les dijo entonces: «Cuando oren, digan: Padre,
santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, danos cada día nuestro pan
cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a
aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación». Jesús
agregó...: «También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán,
llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca,
encuentra; y al que llama, se le abre. ¿Hay entre ustedes algún
padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un
pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un
escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos,
cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo
pidan» (Lucas 11, 1-4.9-13).
1.
¿CÓMO HACE DIOS PARA RESPONDER A TODOS LOS QUE LE PIDEN ALGO?... Debe ser muy
difícil para Dios arreglárselas para responder a todos los que acuden a Él con
su oración, pidiéndole algo. Hoy, por ejemplo, seguramente muchos de los
ciento treinta millones de brasileros le habrán pedido en su oración que el
festejo de la Copa
América
de fútbol que se juega en Perú se vista de color amarillo. Y muchos de los
treinta y siete millones de argentinos habrán acudido a Él pidiendo que la
fiesta sea de color albiceleste (es una cantidad menor, pero sólo en número, no
en fervor futbolístico). En realidad, es posible que cada día que se juega un
partido de fútbol, un grupo de aficionados de cada uno de los clubes que juegan
se dirija a Dios para involucrarlo en el resultado, cada uno a su favor...
De todos modos, el fútbol no es el único motivo de oración que puede llevar
hacia Dios con intenciones contrapuestas. También es posible, y muy probable,
que todos recemos para que les vaya mal a nuestros enemigos, incluso pidiéndole
que desaparezcan de nuestro horizonte. Si nuestra oración es muy piadosa, hasta
podemos llegar a pedirle a Dios para que algún enemigo en especial se vaya
pronto al Cielo, "sin demora", para lo cual hace falta que se muera, y deje, por
lo tanto, de ser un enemigo del cual preocuparse (quizás, si Dios siempre
hiciera caso de ese tipo de oraciones, no quedaría nadie sobre la tierra, porque
es muy probable que a cada uno de nosotros al menos alguien nos considere "su"
enemigo)...
Hace mucho tiempo existen también algunas costumbres "no muy piadosas"
respecto de la oración, que cada tanto se hacen sentir. Tiempo atrás se hacían
cadenas por cartas, que prácticamente nos obligaban a continuarlas, enviándolas
a un determinado número de personas, porque en caso contrario podían sucedernos
especiales males u ocurrirnos determinados daños. También se acostumbró en un
tiempo hacer prácticamente "piquetes" de oración, con cadenas, novenas o
repeticiones determinadas de oraciones, con las que los santos se veían
obligados a responder a nuestro pedido, bajo la pena de que su imagen fuera
puesta boca abajo si no respondía según nuestro buen querer (o nuestro
capricho). Hoy, con los nuevos medios de comunicación, se ha multiplicado
este tipo de oración "piquetera" que pretende poner a los santos contra la
espada y la pared, obligados a responder a nuestra oración. Muchas veces
recibimos correos electrónicos sobre determinadas oraciones que hay que dirigir
a determinados santos, en los que se nos conmina: "no rompan esta
cadena, es milagrosa", y se nos manda: "debes hacer X copias, repartirlas
en los siguientes X días a X personas y a cambio recibirás"...
Pero, como no hay que rezar de cualquier manera y pidiendo cualquier cosa,
hoy Jesús, con su ejemplo y con su Palabra, quiere enseñarnos a rezar "como Dios
manda", es decir, bien...
2. DIOS ES UN PADRE BUENO, Y SÓLO DA LO QUE ES BUENO PARA
SUS HIJOS... La enseñanza de Jesús comienza mostrándonos que Dios es nuestro
Padre, y por lo tanto es posible y necesario dirigirse a Él como lo hace un
hijo. Las palabras del Padrenuestro, que San Lucas nos presenta en una versión
más breve que la que habitualmente usamos (que está en el capítulo 6 de San
Mateo), no son las únicas con las que podemos y debemos dirigirnos a Dios, pero
sí será siempre la confianza y el espíritu filial que impregnan esta oración los
que deberán alentar la nuestra...
Un padre, si es bueno, no puede decir siempre que sí a sus hijos. Se le
harían caprichosos, y además terminaría haciéndoles daño muchas veces. Los hijos
tienen necesidad de ser ayudados por sus padres para crecer rectamente y para
aprender a conducirse con su propia libertad para alcanzar el bien para el que
Dios los ha hecho. Y así como el padre no les da todo lo que piden, sino aquello
que los conduce al bien, así también hace Dios con nosotros...
Seguro que Dios no siempre responderá con lo que esperamos a
nuestra oración, y menos mal que es así. Porque Él mira las cosas de una manera
más completa que la que nosotros tenemos. El sabe que nos ha hecho para el
Cielo, y en lo que de Él depende, nos guía y ayuda para que alcancemos, por
nuestra propia decisión y libertad, esa meta. A veces nos convendrá la salud,
pero a veces podrá ser la enfermedad la que nos ayude. Será la vida prolongada
la que nos lleve mejor al Cielo, o será la muerte no deseada. Será la riqueza la
que convenga a nuestra meta (aunque es difícil, por el amor y la justicia se
hacen en esa condición mucho más complicadas), o será la pobreza la que nos
enseñe a depender de Dios, sabiendo con Él, nada nos falta...
Dios sabe lo que nos conviene en cada caso y en cada momento, y nos da lo
que nos hace falta para alcanzar nuestra meta. Por eso es que, estando atentos a
la respuesta de Dios a nuestra oración, podemos aprender mucho sobre lo que nos
hace falta pedir, y sobre lo que no resulta tan necesario. En todo caso, Jesús
nos enseña, además del espíritu de toda oración que anima el Padrenuestro, y que
nos pone en manos de Dios como un hijo se pone en manos de su Padre bondadoso,
otras características de nuestra oración, a través de parábolas y
ejemplos...
3. JESÚS NOS ENSEÑA A REZAR CON INSITENCIA, SIN CAPRICHOS Y
CON CONFIANZA... En primer lugar, nos enseña a rezar con insistencia. Como
dijimos recién, Dios sabe lo que nos conviene. La insistencia en la oración,
entonces, no es para que Dios se entere de lo que nos hace falta. Como dice San
Agustín, si por eso fuera, nuestra oración bien podría bastarse con el silencio.
Es a nosotros, sigue San Agustín, que nos hace bien traducir nuestra oración en
palabras. Somos nosotros los que aprendemos así cuánto es que dependemos de
Dios, y en qué es que nos ponemos en sus manos, así como también la oración
hecha en palabras nos muestra en cuántos ámbitos de nuestra vida no lo tenemos
en cuenta a Dios, y quedan fuera de nuestra oración...
Por otra parte, con la respuesta de Dios a nuestra oración,
aprendemos a distinguir lo que nos hace bien y lo que no necesitamos, porque,
mirando a nuestra meta celestial, nos resulta superfluo. ¿Cuántas veces hemos
tomado a Dios como un especial almacenero o proveedor, al que podemos pedirle lo
que se nos viene en mente, y quien nos tiene que responder en tiempo y forma,
bajo nuestra velada amenaza de enojarnos con Él? Tengamos siempre en cuenta que
Dios, como Padre bueno, sólo puede dar cosas buenas a su hijos, y sólo Él sabe
verdaderamente lo que para cada uno de nosotros es bueno. Hagamos la prueba:
pidamos a Dios que nos dé el Espíritu Santo, que es el maestro interior de toda
oración...
Además de la enseñanza de Jesús, nada nos mostrará mejor el valor de la
insistencia en la oración que mirar a los que rezan de esa manera. Con la
confianza que surge de una vida entregada a Dios, es posible y además resulta
imprescindible, rezar siempre. Así como la respiración es necesaria para renovar
con oxígeno la sangre, así con nuestra oración Dios renovará siempre nuestro
espíritu con el don de su Espíritu...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: