Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 11 de julio de 2004, Domingo XV del
Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las
lecturas bíblicas de la Misa del día:
- Este mandamiento que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas
ni está fuera de tu alcance. No está en el cielo, para que digas: «¿Quién
subirá por nosotros al cielo y lo traerá hasta aquí, de manera que
podamos escucharlo y ponerlo en práctica? Ni tampoco está más allá del
mar, para que digas: «¿Quién cruzará por nosotros a la otra orilla y lo
traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en
práctica?» No, la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón,
para que la practiques (Deuteronomio 30, 11-14).
- Cristo Jesús es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la
creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como
en la tierra los seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones,
Principados y Potestades: todo fue creado por medio de él y para él
(Colosenses 1, 15-16).
- Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?». Jesús le
preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?». El
le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a
ti mismo». «Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás
la vida». Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le
hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?». Jesús volvió a tomar la
palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en
manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se
fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un
sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo
vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar
junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas,
cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura,
lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó
dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y
lo que gastes de más, te lo pagaré al volver" ¿Cuál de los tres te parece que
se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?». «El que
tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y
procede tú de la misma manera» (Lucas 10, 25-37).
1. NO SIEMPRE ES FÁCIL LLEVARSE BIEN CON TODOS LOS
VECINOS... Cuando llega un vecino nuevo, sobre todo si vivimos en las afueras de
la ciudad o en un barrio tranquilo, en zona de casas, nos encontramos ante la
urgencia de saber de quién se trata. Cualquier excusa es motivo para saber algo
de él. Quizás salimos a barrer la vereda, y en cuanto es posible no asomamos por
la reja, para ver cómo es, qué hace, cuáles son sus movimientos. O pasamos por
la puerta de su casa, y con todo disimulo agudizamos la mirada para pescar algo
que nos sirva de pista. Hasta es posible que nuestra curiosidad nos lleve a
saludarlo, y de paso entrar un poco en su vida, para saber de quién se
trata...
Pero, posiblemente, no tarden en aparecer las discusiones. Que si el tacho
de la basura hay que dejarlo ahí o un poco más allá, que si las hojas las
barremos a la tarde o a la mañana, que si tiene que enjuagar la vereda justo
cuando yo salgo a pasear el perro o lo puede hacer un poco más tarde...
También los vecinos se abalanzan sobre nosotros, por ejemplo
con sus ruidos. Ya sea que se trata de un vecino de departamento, o de casa, o
un vecino de cuarto en una pensión, o en el Hogar Marín. Justo cuando queremos
descansar nos encontramos con que el vecino decide ponerse a ver televisión, u
oír música, y como es un poco más sordo que yo, pone el volumen de modo tal que
se oye casi más en nuestra casa que en la suya. O justo el día en que estamos
más cansados, los hijos de los vecinos deciden hacer una fiesta con todo, y
aparece un disk jockey que pone la música de modo tal que tiembla literalmente
toda la cuadra...
Como último ejemplo, se me ocurre pensar en la frecuencia con que los
vecinos, sobre todo en los departamentos, deciden "mover todos los
muebles". Sentimos desplazamientos que van de aquí para allá, que parecen
interminables. Nos surgen punzantes las preguntas: "¿Qué estará haciendo? ¿No
piensa terminar nunca? ¿Puede ser que tenga tantos muebles, o lo hará sólo para
molestarme?"...
Por estas y por muchas cosas más, no es fácil llevarse bien con los
vecinos. Pero es posible, y por lo tanto, hay que intentarlo. Jesús nos propone
hoy el camino y nos muestra cómo hacerlo. El camino es el amor, que es el más
importante de todos los mandamientos. Y en la parábola que nos propone nos
muestra cómo se hace...
2. EL AMOR REQUIERE QUE NOS DEJEMOS CONMOVER POR EL DOLOR
DEL VECINO... El sacerdote y el levita estaban dedicados al culto, que se
realizaban en el Templo de Jerusalén, y del que probablemente volvían (se "baja"
de Jerusalén a Jericó, que está cerca de 1000 metros más abajo). Quizás pensaban
que eso era más importante que atender al que estaba medio muerto, y por eso
siguieron de largo. El samaritano es "un enemigo" del que está medio muerto,
pero se deja conmover por éste, que le aparece al lado sin haberlo buscado, y se
convierte en "su vecino". Por eso se detiene, y se pone en movimiento para
atenderlo...
Jesús da vuelta las cosas. No contesta a la pregunta "quién es mi prójimo",
porque si lo hiciera dejaría en el centro de la escena al que pregunta. Nos dice
que se comportó como prójimo el que se acercó a atender al que sufría, poniendo
el centro de la escena la necesidad del vecino...
Así es que para comportarnos como prójimos tenemos que
dejarnos conmover por el dolor del vecino. De los niños que nos tocan el timbre,
con hambre de pan y sed de Dios. De mi vecino de cuarto, que quizás está muy
solo y aburrido. De nuestros amigos del primer piso (en el Hogar Marín), que son
los que tienen más dificultades para moverse y para valerse por sí mismos,
porque la enfermedad u otras limitaciones los tienen más postrados. De todos los
que nos cruzamos por la calle y no cuentan hoy con un trabajo que les permita
tener una fuente de ingresos con la que mantener dignamente a su familia. En
definitiva, estamos llamados a comportarnos como prójimos de todos los que
llegan a golpear las puertas de nuestro corazón con el rostro de Jesús, que está
en cada hermano que nos necesita, y que nos reclama una respuesta de
amor...
Estamos celebrando esta Misa pidiendo a Dios por el eterno descanso de dos
personas que nos han mostrado con su propia vida en qué consiste el recorrido de
este camino. Carlos Capparelli, que lo hacía prácticamente "por profesión".
Yo siempre le decía que su función en la Municipalidad de San Isidro era "hacer
felices a los vecinos". Ya que, ya sea como Secretario de Gobierno, como
también en las otras funciones que se le confiaron, durante muchos años,
siempre su tarea podía resumirse en poner solución a los problemas que le
acercaban los vecinos. Y Alicia Pérez Companc que, por vocación, dedicaba su
vida a caridad...
3.
HAY QUE ACERCARSE AL DOLOR DEL VECINO PARA ALCANZAR LA VIDA ETERNA... Nuestra
meta
es la Vida eterna (aunque parezca que no tenemos apuro en llegar). Por esta
razón, nos interesa la pregunta del doctor que quiere poner a prueba a Jesús,
pero sobre todo su respuesta. Toda nuestra fe encuentra su expresión más
completa en este doble mandamiento del amor que está en el centro de la
respuesta de Jesús (amor a Dios y a nuestros hermanos). El Papa nos enseña a
vivirlo con intensidad. Es, primero que nada, un hombre de oración, y así se
hace "vecino" de Dios, se acerca cada día más a Él. Pero es también un hombre
que
vive toda su vida como una misión, y llevando a Jesús por todos los rincones
del mundo no ha perdido oportunidad para acercarse al dolor y a las necesidades
de
todos los hombres (aquí los vemos compartiendo un poco de jugo de frutas y
quizás algunos sándwiches con gente del lugar, en uno de sus viajes por
África)...
Acercarse al dolor de nuestros vecinos puede llegar a
conmovernos, es decir, a poner en movimiento nuestro corazón para acudir de una
manera eficaz a sus necesidades, con todo aquello que esté en nuestras manos,
comportándonos así como prójimos de ellos...
Puestos ante el buen samaritano, y ante muchas personas que tenemos cerca y
que nos muestran con su vida de cada día todo lo que puede hacerse con un amor
comprometido, seguramente oiremos a Jesús, que nos está llamando a compartir la
Vida eterna, diciéndonos al oído, muy suavemente pero a la vez muy firmemente:
"procede tú de la misma manera"...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: