Un lugar para que se encuentre a
gusto...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 16 de mayo de 2004, VI Domingo de Pascua,
en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de
la Misa del día:
- «Los Apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los
hermanos de origen pagano... El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos
decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables, a saber:
que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de
la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales.
Harán bien en cumplir todo esto. Adiós» (Hechos 15, 23 y 28-29).
- Me llevó en espíritu a una montaña de enorme altura, y me mostró
la Ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo y venía de
Dios... No vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor
Dios todopoderoso y el Cordero. Y la Ciudad no necesita la luz del sol ni
de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el
Cordero (Apocalipsis 21, 10 y 22-23).
- Jesús le respondió: «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi
Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es
fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del
Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.
Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre,
les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho (Juan 14,
23-26).
1. ¿PODEMOS HACERLE UN LUGAR A DIOS PARA QUE SE ENCUENTRE A
GUSTO?... Es una sana preocupación, y a veces muy dramática, que deja a muchos
en la calle en nuestra patria, la de encontrar el propio techo, donde sentirse
seguros. Quizás sea una herencia que hayamos recibido de los italianos que
inmigraron a nuestra tierra (en la primera parroquia en la que estuve, recién
ordenado, había muchos descendientes de italianos, y era común ver las casas que
construían, con su trabajo manual, a veces durante muchos años, en el fondo de
los terrenos de sus padres, y ayudados por ellos)...
Pero también tenemos la sana aspiración de hacerle una casa a Dios. A lo
largo de todos los siglos los templos cristianos y los de las otras religiones
han expresado este deseo de hacerle una casa visible al mismo Dios, en el que
sea posible encontrarse con Él. Los primeros templos cristianos siguieron la
estructura de las basílicas romanas, que eran edificios muy amplios, en los que
se desarrollaban muchos aspectos de la vida pública. En las basílicas romanas
que administraba justicia, en ellas tenían sus lugares de encuentro los gremios,
también funcionaban en ella los mercados, y en ella se encontró el modelo para
hacerle casas amplias a Dios...
Pasaron
muchos siglos, y aparecieron los templos góticos. En ellos toda la arquitectura
expresa no sólo el lugar en el que queremos encontrarnos con Dios, sino también
y principalmente nuestra búsqueda de Dios, a quien ponemos en la mayor altura.
Las agujas de los templos góticos, como pretende ser la Basílica de Nuestra
Señora de Luján, dirigen nuestra mirada hacia Dios. Y todos sus arcos, esbeltos
y elevados, al tiempo que nos hacen sentir pequeños ante la inmensidad de Dios,
elevan todo nuestro espíritu hacia el que habita "en lo alto" (las Iglesias
modernas, quizás con menos inspiración y con criterios más prácticos que miran
al fácil desplazamiento de los fieles, al alcance con la mirada, desde cualquier
lugar, al centro visual de la celebración, y a la mejor acústica posible, con el
apoyo de los elementos técnicos de nuestro tiempo)...
Pero además es bueno que también en nuestras casas busquemos armar un lugar
en el que, con una Cruz u otra imagen religiosa, marquemos que se trata de un
rincón destinado a nuestro encuentro con Dios, un rincón de oración, un sencillo
"altar de la familia", al que sea posible acudir para encontrarse en la
intimidad con Dios...
2. EN REALIDAD, ES DIOS EL QUE QUIERE PONER SU MORADA ENTRE
NOSOTROS... De todos modos, aunque todas estas preocupaciones para buscarle el
lugar a Dios en nuestra vida son importantes, conviene que no nos olvidemos que
es el mismo Dios el que quiere buscarse un lugar entre nosotros. En eso
consiste, precisamente, el misterio de la Encarnación. Dios, que está más allá
del tiempo y del espacio, nació en Belén para tener su morada entre
nosotros...
Pero Jesús no se limitó a quedarse en Belén (tierra en la
que vio la luz el Príncipe de la Paz, y que hoy sigue sometida al absurdo de la
guerra). Para salvarnos, murió en la Cruz, venciendo allí el poder del pecado y
de la muerte, y habiendo resucitado, viene con el Padre y el Espíritu Santo a
poner su morada en el corazón de cada uno de los que lo aman...
Nuestro amor a Dios nos hace vivir en comunión con Jesús, y
Él viene al que lo ama, junto con el Padre y el Espíritu Santo. Y el amor
humano, como el amor divino, es diálogo y servicio. Para que nuestro amor,
entonces, le habrá la puertas de nuestro corazón a Dios, que quiere poner en él
su morada, nos hace falta rezar, ya que la oración es la forma que toma nuestro
diálogo cuando se dirige a Dios. Pero además, hace falta que nos pongamos en
disposición de servicio, como Él mismo se puso al servicio de cada uno de
nosotros desde la Cruz y resucitando desde el sepulcro, que por la fuerza del
Amor de Dios se vio derrotado y quedó vacío. Y con esta disposición al servicio
seremos capaces de hacer lo que Él nos dice...
Esa será, entonces, nuestra secuencia salvadora, tal como hoy nos lo
anuncia Jesús: si realmente lo queremos a Jesús, ese amor nos hará capaces de
ser fieles a su Palabra, ya que Él mismo nos hará capaces de esa fidelidad. De
esta manera, habitará en nosotros y sus presencia nos hará cada vez más capaces
de quererlo y serle fieles. Su presencia salvadora nos introducirá en el círculo
virtuoso del Amor, que surge y se alimenta de la Cruz y de la Resurrección de
Jesús...
3. HAY QUE AMAR Y RESPETAR A TODOS, PORQUE DIOS QUIERE
HACER EN TODOS SU MORADA... Por otra parte este amor que nos hace vivir en
comunión con Dios nos hace comprender también la parte que más nos cuesta del
llamado al amor con el que Dios nos exhorta, con su Palabra más comprometedora,
el amor fraterno hacia todos los hombres...
Puede ser que muchas veces hayamos encontrado muchos motivos para no querer
a alguien, pero si tenemos en cuenta que Dios quiere hacer en todos su morada,
también en quien nosotros no encontramos motivos que nos muevan al amor o la
compasión, quizás logremos darnos cuenta que, habiendo sido redimidos por el
Amor de Dios, que quiso poner su morada en nosotros y todos los demás, nuestro
corazón será un lugar donde Dios se encuentre a gusto si no excluimos a nadie de
nuestro amor...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: