El amor lo hace posible...
Queridos amigos:
Hoy, 25de abril de 2004, III Domingo de Pascua, presidió la Misa en el
Hogar Marín el Cardenal Jorge Mejía, de paso por Argentina. Por esta razón, no
tuve que predicar. Pero, de todos modos, ésta hubiera sido mi predicación, si me
tocaba hacerla, basándome en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de
la Misa del día:
- Pedro [interrogado por el Sumo Sacerdote ante el Sanedrín], junto con los
Apóstoles, respondió: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron
morir suspendiéndolo del patíbulo. A él, Dios lo exaltó con su poder,
haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el
perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el
Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen» (Hechos 5,
29-32).
- Oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra,
debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían: «Al que
está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y
poder, por los siglos de los siglos» (Apocalipsis 5, 13).
- Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a
orillas del mar de Tiberíades... El discípulo al que Jesús amaba dio a
Pedro: «¡Es el Señor!»... Jesús les dijo: «Vengan a comer». Ninguno de
los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres», porque sabían que
era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con
el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a
sus discípulos. Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo
de Juan, ¿me amas más que estos?». El le respondió: «Sí, Señor, tú sabes
que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos». Le volvió a
decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». El le respondió:
«Sí, Señor, saber que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas».
Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y
le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo:
«Apacienta mis ovejas» (Juan 21, 1, 7 y 12-17).
1. EL AMOR PERMITE ALCANZAR LO QUE DE OTRO MODO SE HACE
IMPOSIBLE... Todos lo hemos visto en estos días en Buenos Aires, y en otras
ciudades del país. ¿Qué puede haber puesto en marcha al Señor Blumberg, después
de haber perdido a su hijo víctima de secuestro y asesinato, para movilizar a
cientos de miles de personas que se le unieron para reclamar ante los poderes
del Estado (ya se hizo ante el poder legislativo y el judicial, y en cualquier
momento la marcha llegará al ejecutivo) por el justo derecho a que se cuide el
bien intangible e irrenunciable de la vida, si no fue un amor fuerte, sólido y
comprometido, que lo sigue manteniendo unido a su hijo, el que había sido hasta
ahora el destino de sus mejores desvelos?...
En realidad, todos los días podemos ver qué fuerzas misteriosas e
inclaudicables mueven a una madre o un padre que luchan por la vida de un hijo
enfermo, mucho más allá de los límites que podríamos señalar como humanos. Y de
la misma manera, muchas personas entregan cotidianamente su vida por el cuidado
de sus parientes o amigos, que en su invalidez o enfermedad necesitan el
esfuerzo de otros, a veces muchos, para poder vivir. Y todavía con más asombro
podemos ver muchas personas, religiosos y religiosas, o simplemente laicos, que
han descubierto dentro de sí el llamado a un servicio desinteresado, que
los pone a disposición de los "heridos de la vida", a quienes se dedican con una
constancia y una alegría que sólo puede surgir de un amor muy fuerte...
De todos modos, cuando digo esto no quiero limitar mi mirada a la inmensa
cantidad de obras de caridad que realizan los miembros de la Iglesia en
todos los rincones y horizontes del mundo. Porque esta maravilla de las fuerzas
misteriosas que el amor pone al servicio de los demás lo realizan también muchos
miembros de otras religiones e incluso personas que, sin una fe especial, tienen
una disposición del corazón que los hace permeables, sensibles y coherentes con
el amor...
En definitiva, sólo el amor hace posible que se desplieguen en toda su
amplitud las insondables grandezas de nuestra condición humana. Y esto es así,
porque todos nosotros hemos sido hechos a imagen de Dios, y precisamente en
nuestra capacidad de amar es en lo que Dios nos ha hecho más semejantes a lo que
Él mismo es en su propia intimidad: puro Amor que se dona por entero...
2. LA PASIÓN Y LA RESURRECCIÓN DE JESÚS NOS DAN LA
SALVACIÓN, FRUTO DEL AMOR DE DIOS... Siendo Dios Amor, todo puro e
inconmensurable, todo lo que hace lo hace porque quiere, y movido por su
infinito Amor. De Él, movido por su Amor, sale la creación entera, y el centro
de la misma, que somos nosotros, los hombres. Por su inmenso Amor, nos hizo
semejantes a Él, y por lo tanto libres, capaces de caminar hacia el fin al que
nos llama, por nuestra propia decisión. Pero esto mismo nos hace capaces de
rechazarlo a Él y a sus planes, que fue exactamente lo que hemos hecho, una y
mil veces, con el pecado...
Por su incansable Amor, Dios no nos ha dejado abandonados a nuestra suerte,
una vez que perdimos los dones a los que nos llamó, cuando nos hizo para vivir
en comunión con Él. Y con la paciencia y la constancia en la entrega que sólo
puede provenir del amor divino, se hizo uno de nosotros, nació en Belén, y se
entregó en la Cruz. Esta no es, entonces, sólo o principalmente un signo del
dolor, sino reflejo vivo y medida del Amor de Dios...
De la misma manera, la Resurrección de Jesús no es sólo una consecuencia
inevitable, ya que tratándose de Dios, no podía quedar para siempre en el
sepulcro. La Resurrección de Jesús, que es el anticipo de la nuestra ya que Él
mismo nos ha prometido este don, sólo puede entenderse como el fruto del Amor de
Dios, que quiere realizar en nuestra pobre condición humana todo el misterio de
su salvación...
Es notable cómo lo que hace a los Apóstoles descubrir la presencia de Jesús
resucitado es el Amor. Es precisamente "el discípulo que Jesús amaba", quien se
dio cuenta que el que aparecía ante ellos era Jesús. El mismo amor que
Jesús tiene hacia él, como hacia nosotros mismos, es el que lo hace capaz de
percibir su presencia. El Amor de Dios hace la Resurrección de Jesús, y el
Amor de Jesús nos hace descubrir su presencia de resucitado...
Pero todo don de Dios es, al mismo tiempo, una tarea. ¿Cuál será la que
corresponde a este Amor de Dios, que Él mismo ha derramado sobre nosotros con
la Resurrección de Jesús? Lo que le pasó a Pedro es una pista clara de lo
que sucede también con cada uno de nosotros. Pedro fue interrogado por Jesús
sobre el amor. Jesús, que lo sabe todo, quiso sin embargo que el mismo Pedro
tuviera que responder a sus preguntas sobre esto. Y como tres veces lo había
negado en la noche de la oscuridad y la traición, tres veces le preguntó sobre
la medida de su amor...
3. FUIMOS LLAMADOS AL AMOR, PARA DAR LA VIDA COMO EL PASTOR
POR LAS OVEJAS... A cada una de las respuestas de Pedro, Jesús puso sobre sus
hombros una tarea, que sólo puede ser fruto del amor: cuidar de los fieles de la
Iglesia como un pastor cuida a sus ovejas. El pastor es el que alimenta y el que
cuida del rebaño. Y esa tarea de Pedro sabemos que es la que realiza hoy el
Papa, lo mismo que la que realizan todos los Obispos es la que correspondía a
los demás Apóstoles, y todos ellos con la cooperación de los
presbíteros...
Pero, me parece, todos los que hemos sido bautizados recibimos de Jesús la
misma pregunta, tantas veces cuantas sean necesarias para que podamos remontar
el desliz hacia el pecado al que nos lleva nuestra debilidad, nuestra tozudez o
nuestra dureza de corazón. Y lo mismo que a Pedro, también a nosotros Jesús nos
pide que mostremos la medida del amor con el que estamos dispuestos a
responderle, más con hechos que con palabras. Y esos hechos que demuestran
nuestro amor a Jesús, son los del amor a nuestros hermanos, de quienes nos
hacemos servidores, como los pastores lo son de sus ovejas. Redimidos por el
Amor de Jesús, que nos llama a participar de su Resurrección, estamos todos
llamados a dar prueba del amor con el que le respondemos, a través del amor con
el que nos preocupamos de servir a los demás, con la fidelidad de una buen
pastor...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: