Que duren para siempre...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 18 de abril de 2004, II Domingo de Pascua,
en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de
la Misa del día:
- Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor,
tanto hombres como mujeres (Hechos 5, 14).
- El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí
una voz fuerte como una trompeta, que decía: mano derecha, me dijo: «No
temas: yo soy el Primero y el Ultimo, el Viviente. Estuve muerto, pero ahora
vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo. Escribe lo
que has visto, lo que sucede ahora y lo que sucederá en el futuro»
(Apocalipsis 1, 10 y 17-19).
- Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana,
estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los
discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de
ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!». Mientras decía esto, les
mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría
cuando vieron al Señor... Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo,
no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le
dijeron: «¡Hemos visto al Señor!». El les respondió: «Si no veo la marca
de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos
y la mano en su costado, no lo creeré». Ocho días más tarde, estaban de nuevo
los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces
apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y
les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»... Jesús le dijo: «Ahora crees,
porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!». Jesús
realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no
se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que
ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan
Vida en su Nombre (Juan 20, 19-20, 24-26 y 29-31).
1. HAY MUCHAS COSAS QUE SON MUY BUENAS, PERO QUE NO DURAN
MUCHO... Podemos primero fijar la atención en los "bienes consumibles". Los
alimentos, especialmente cuando son muy buenos, siempre nos parece que duran
poco. Lo mismo que algunas bebidas especiales. Las destapamos, las olemos con
cara de entendidos (incluso puede ser que lo hagamos entendiendo de verdad), las
probamos, y apenas las empezamos a compartir con algunos amigos, nos damos
cuenta que se acaban...
También sucede con el periódico. El Domingo viene más grueso que cualquier
otro día. Nos disponemos, quizás, sobretodo si es un día de lluvia, a sacarle el
jugo de la mejor manera posible, y al término de un rato, no nos queda nada más
que nos parezca que valga la pena leer...
También pasa con los zapatos. Algunos nos resultan especialmente cómodos, y
también nos gustan de manera especial. Sin embargo, por más que queramos
hacerlos durar todo lo que se pueda, llega un momento en que ya no aguantan un
solo paso más, y tenemos que darlos por jubilados. Lo mismo puede pasarnos con
alguna ropa a la que le tomamos especial cariño. Se nos pone vieja y
deshilachada antes que nos cansemos de ella, y tenemos que dejarla de lado con
pesar, porque no aguanta más uso...
Sin embargo, no son sólo estas cosas las que duran poco. También las
alegrías a veces resultan de poca duración. Un espectáculo, un film
cinematográfico, un partido de fútbol, pueden ser ocasiones para pasar un rato
muy bueno, pero de repente, en lo mejor de nuestra alegría, nos damos cuenta que
han terminado...
También la paz, que, por otro lado, es un bien que no abunda, a veces dura
muy poco. No sólo en las frágiles situaciones de las relaciones entre los
países, en las que los equilibrios dependen de tantos intereses, y fácilmente se
quiebran, ya sea por el cambio de las autoridades que mandan, o a causa de
intervenciones inesperadas de los que tiran bombas o hacen explotar trenes,
autos o edificios. También en la vida familiar, en momentos en que todo parece
estar bien, un grito o un impaciencia desencadena una "batalla" cargada de
reproches y agresiones. O en la vida social, un imprudente que no respeta un
semáforo, aún en las ocasiones en las que no produce un accidente, puede
provocar enojos, peleas, agresiones y muchas otras cosas más...
En realidad, todo lo bueno se termina. E incluso la vida, aunque haya
durado muchos años, puede resultarnos corta, cuando vemos que se acerca su fin,
y nos hace pensar que sería bueno que durara un poco más. Todo esto nos pone en
evidencia que todos nosotros llevamos en lo más íntimo de nuestro corazón
unas ansias de plenitud que no alcanzamos a colmar en las limitadas condiciones
en las que vivimos, y que nos hablan de una aspiración sin límites, que sólo
alcanza su explicación y su posibilidad de ser colmada si la referimos a
Dios...
2. LA PAZ, LA ALEGRÍA Y LA VIDA QUE DA JESÚS DURAN PARA
SIEMPRE... Dios nos ha hecho para la paz y para la alegría sin límites, y ha
sembrado en nosotros una vocación de eternidad. Nos ha llamado a vivir con Él en
una eterna comunión, que dure para siempre...
Pero todo esto no es posible en las estrechas dimensiones de esta vida. Por
eso, para salvarnos, para llevarnos a la altura de la vocación para la que nos
ha hecho, Jesús asumió nuestra condición humana, y la llevó con amor y paciencia
inclaudicable a la Cruz, y desde allí nos la devolvió transformada por la
Resurrección...
Por eso Jesús es para nosotros, y para todos los hombres y mujeres de todos
los tiempos, la fuente de una paz y de una alegría que no se terminan. Y esto es
posible porque la Vida del resucitado es una Vida que vence al pecado y a la
muerte, y es una Vida eterna...
Por eso Jesús, cuando se aparece a los Apóstoles después de la
Resurrección, les dijo insistentemente que venía a traerles la paz. Y como
consecuencia, al recibirlo, los Apóstoles se vieron inundados por la alegría.
Además, como nos dice el Apóstol San Juan en su Evangelio, éste y los demás
hechos de Jesús que encontramos relatados en los Evangelios, están allí escritos
allí para que creamos en Él, y creyendo tengamos la Vida eterna. Muchas otras
cosas que hizo Jesús no están relatadas en los Evangelios. Y si no lo están, es
simplemente porque no nos hacen falta para creer que Jesús es el
Mesías, el Hijo de Dios, y que en Él tenemos la salvación que Dios ha
puesto al alcance de nuestras manos...
3. NO HACE FALTA VER, SINO CREER, PARA RECIBIR LA VIDA
QUE JESÚS NOS DA... Puede ser que alguna vez hayamos pensado que a nosotros
nos ha tocado una parte difícil, ya que somos llamados a la fe para encontrar la
salvación, sin tener demasiadas constancias que nos garanticen la verdad de este
fe, y que todo sería más fácil si nos ofrecieran más pruebas que nos lleven a la
fe. Sin embargo, no seremos los primeros que tengamos esta ocurrencia. Ya lo
pensó el Apóstol Santo Tomás, de sobrenombre el Mellizo, que no se encontraba
con los demás la primera vez que se les apareció Jesús resucitado a los
Apóstoles...
El Domingo siguiente Santo Tomás pudo ver a Jesús resucitado, y
también pudo creer. Pero no fue lo que vio lo que lo llevó a la salvación, sino
la fe. Por eso la alabanza de Jesús no fue para él, sino para nosotros, cuando
nos dijo: «¡Felices los que creen sin haber visto!». No es, entonces, "ver"
más lo que nos hace falta, sino creer más y mejor, y vivir con más compromiso y
decisión las consecuencias de esta fe a la que Jesús nos llama, para que
alcancemos esa paz y alegría que nadie podrá quitarnos, y para alcanzar la Vida
que sólo Jesús nos puede dar, y que es la única que puede más que el pecado y
que la muerte...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: