Para poder
más
que la muerte...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de anoche en la Vigilia Pascual y de hoy, 11 de
abril de 2004, Domingo de Pascua, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes
frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- Pedro, tomando la palabra, dijo: «Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda
Judea, comenzando por Galilea... Dios ungió a Jesús de Nazaret con el
Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a
todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con
él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos
y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero
Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el
pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que
comimos y bebimos con él, después de su resurrección. Y nos envió a predicar
al pueblo, y atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y
muertos» (Hechos de los Apóstoles 10, 34 y 37-42).
- Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del
cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios (Colosenses 3, 1).
- Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos
juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó
antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las
vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no
estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el
otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y
creyó (Juan 20, 3-8).
1. LA MUERTE VA DEJANDO SUS HUELLAS, Y QUIERE
ARRASAR CON TODO... La muerte parece incansable; va dejando sus huellas por
todos lados, y no le basta con querer destruirnos a todos nosotros. También ha
querido acabar con Dios. Esto nos muestra con toda claridad que la muerte es una
consecuencia del pecado, que se opone a Dios. Por eso, cuando Dios quiso
acercarse a nosotros, para salvarnos de las consecuencias del pecado y de la
muerte, ésta se ensañó con Él, con Jesús, y quiso sacárselo de encima a través
de la Cruz...
Hoy la muerte sigue matando. Mata en las guerras, desde las que sube a Dios
el clamor de tantas muertes injustas. Sigue matando con el hambre, a pesar de
que está probado que hoy hay en la tierra suficiente alimento como para que
todos los hombres puedan disponer todos los días lo que necesitan para subsistir
dignamente. Hoy sigue matando con la enfermedad, ya que cada vez que se
encuentra el remedio para una, aparece otra que resulta fatal. También mata hoy
con la tristeza. Hoy incluso se vale de la desesperación, que lleva a algunos a
causarse la propia muerte a través del suicidio. Mata con la violencia y los
secuestros...
Y como si esto no bastara, hoy la muerte quiere seguir matando a Dios, como
lo hizo con Jesús. ¿O acaso no debe entenderse de esa manera, como un intento de
matar a Dios o sacarlo del camino, a esa absurda pretensión de acabar con
la presencia de Dios en el mundo? Puede querer hacerlo, por ejemplo, sacando una
imagen de la Virgen del Palacio de Tribunales. Después puede ser que molesten y
quieran sacarse los crucifijos de los despachos de los Jueces, o de las aulas,
bajo el pretexto de no imponer a nadie una religión, o, dicho más claro,
ocultársela a todos (como ya ha comenzado a suceder en Francia, donde ni
siquiera se deja llevar a las mujeres musulmanas el velo, porque se lo considera
un signo religioso discriminador ¡¿?!)...
Ya la muerte quiso sacarse de encima a Jesús, que había venido en los
mansos y tiernos maderos del Pesebre de Belén, a través de los duros y
dramáticos maderos de la Cruz. Pero la muerte, que quiere arrasar con todo, no
puede matar al Amor de Dios...
2. JESÚS RESUCITÓ, PORQUE EL AMOR DE DIOS PUEDE MÁS
QUE LA MUERTE... El Amor de Dios es la causa y la razón más profunda de la
creación entera, coronada por el hombre, salido de las manos creadoras de Dios
para ser su imagen viva. Por eso el Amor de Dios es la causa de la vida, de toda
vida. No sólo de la vida vegetal, y de la vida animal, y de la vida
humana, sino también, y con mucha más razón, de esta participación que Dios
ha querido darnos en su propia Vida, llamándonos a vivir en comunión con
Él...
Este Amor no muere, por eso puede con el pecado, y puede más que la muerte.
Por eso Jesús, siendo el Amor de Dios que se hizo uno de nosotros para
salvarnos, después de haber muerto en la Cruz resucitó, y con su
Resurrección nos abrió a todos nosotros las puertas del Cielo, haciendo posible
que también nosotros podamos vivir para siempre. Y esto es lo que celebramos en
la Pascua...
Este Amor de Dios, que resucitó a Jesús, puede sanar todas las heridas,
puede reconstruir todo lo que se ha roto. Jesús, desde la Cruz, y con su
Resurrección, rescata nuestra vida del fracaso al que la llevan nuestros
pecados, redime nuestra condición humana, nos salva de la muerte definitiva,
rehace lo que nuestra rebeldía ha desecho en nuestra relación con Dios,
reconstruye lo que nuestra desobediencia u oposición a los planes de Dios ha
destruido. En definitiva, Jesús, con su Cruz y su Resurrección, eleva nuestra
condición humana a la altura de los hijos de Dios, herederos de su gloria. Por
eso cantábamos anoche, en el pregón pascual, algo tan asombroso, cuando
afirmábamos: "¡Feliz la culpa [la del pecado de Adán y la nuestra propia] que
nos mereció tan noble y tan gran Redentor!"...
3. HAY QUE RECIBIR EL AMOR DE DIOS Y VIVIR EN ÉL, PARA
PODER MÁS QUE LA MUERTE... Por eso, siendo tan poderoso el Amor de Dios, que
puede más que el pecado y que la muerte, bastará que recibamos ese Amor con las
ventanas del corazón bien abiertas, para que también nosotros podamos más que la
muerte...
Lo hemos recibido por primera vez sacramentalmente en el Bautismo, cuyas
promesas y compromisos renovamos en la celebración de la Vigilia Pascual. Lo
hemos seguido recibiendo cada vez que celebramos los Sacramentos (especialmente
los más frecuentes, el de la Reconciliación, Penitencia o Confesión, y el de la
Eucaristía, pero también todos los otros), o nos alimentamos con la Palabra de
Dios, en la que ese Amor está vivo...
Sin embargo, no alcanza con eso. Además de recibir el Amor de Dios, hace
falta vivir en él. Porque el amor sólo permanece si se mantiene vivo, y el Amor
de Dios, que recibimos permanentemente, permanece vivo en nosotros si nos hace
vivir en el amor. Por eso, el camino para vencer a la muerte es el camino del
servicio de unos a otros, al que nos lleva el amor, y que nos hace participar en
la Vida que Jesús nos regaló desde la Cruz y con su Resurrección. El servicio de
los más chicos a los más grandes, de los más grandes a los más chicos, y de
todos a todos, ya que el amor consiste en el compromiso de construir el
bien de los otros, y esto sólo se puede hacer en el servicio...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: