Un silencio elocuente, una noche luminosa...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación en la Navidad de 2003 en la Misa celebrada en el
Hogar Marín. Con ella les envío también mi más cálido saludo, en este día fuente
de toda Paz y de toda Luz, que surgen del Pesebre. Me basé en estas frases de
las lecturas bíblicas del día:
- ¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la
buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del
que proclama la salvación, y dice a Sión: «¡Tu Dios reina!» (Isaías 52,
7).
- Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los
Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo
final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de
todas las cosas y por quien hizo el mundo (Hebreos 1, 1-2).
- Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la
Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron
hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que
existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz
brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron... Y la Palabra se
hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1, 1-5 y 14).
1. LA NAVIDAD PUEDE SER UNA FIESTA CARGADA DE
CONTRADICCIONES... El tiempo pasado desde que la fe cristiana impregnó Europa
primero, y América después, esparciéndose también en diversa medida por todos
los continentes, ha hecho que la Navidad se haya convertido en una celebración
universal. Bienvenido sea. Aunque, es justo y necesario reconocerlo, puede ser
que muchos de los que la celebran no sepan hoy, o no tengan en cuenta, el motivo
de la celebración. Así es como suceden cosas tan absurdas, como que se haya
extendido, desgraciadamente, la costumbre de celebrar al Príncipe de la Paz con
los ruidos de la guerra (¿no son eso, acaso, los sonidos de petardos, cañitas
voladoras y demás artículos cargados de pólvora?)...
Otras contradicciones surgen de la naturaleza misma de la vida. Muchas son
las familias que celebrarán esta Navidad, fiesta llena de vida, sin contar entre
los suyos a seres queridos, que han muerto después de la última Navidad. Aquí
mismo, en el Hogar, sin ir más lejos, ya no estarán con nosotros Luis Mayor,
Juana Gutiérrez, Angel Fuentes, Hugo Ventos, Eduardo Ramos, Carolina Ghersi,
María Luisa Cañete, Gabriel López, Alicia Alcalde, Julita Ruggier, Valentín
Contreras, Marisa Resta, Loli Calvo, Tomás Núñez y Marta Ramírez (los ancianos
residentes en el Hogar Marín que han muerto a lo largo del año). Cabe
preguntarse, entonces, ¿es posible celebrar la Navidad, con la tristeza que
siembra entre nosotros la muerte?...
También deben sentir el peso de fuertes contradicciones entre la Navidad y
su vida, todos los que se encuentran en medio del dolor o la enfermedad. Puede
ser que piensen, dramáticamente, "¿qué tengo yo para festejar, cuál puede ser
hoy mi alegría?"...
Finalmente, mirando a los que festejan sin saber por qué lo hacen, y sólo
destapan botellas, o hacen ruidos para aturdirse o con los que aturden a los
demás, tenemos derecho a preguntarnos si la Navidad no es ya un fiesta que sólo
se ha quedado con los festejos, pero que ha perdido por el camino los motivos de
su alegría...
En realidad, todas estas preguntas que podemos hacernos encuentran su
respuesta junto al Pesebre, y será sólo junto al Pesebre donde encontraremos
motivos para que la Navidad reencuentre su profunda y a la vez sencilla, pero
permanente alegría...
2. NAVIDAD EN EL PESEBRE: UN SILENCIO ELOCUENTE Y UNA
NOCHE LUMINOSA... Junto al Pesebre, la noche de Navidad es una noche silenciosa.
Pero se trata de un silencio que es por demás elocuente. La misma Palabra
de Dios se hizo carne, y nació en Belén, en un Pesebre, para habitar entre
nosotros. En el Pesebre se concentran también todas las tinieblas del mundo, que
no reconoce a Dios cuando viene a salvarlo, que no tiene espacio para Dios y lo
relega a un lugar en el que se cuida a los animales, y en esas tinieblas la
noche se hace luminosa, porque en ella nace el que es la Luz para todos los
hombres...
El Niño Jesús, en el Pesebre, nos muestra que el Amor de Dios puede sobre
el odio, y la Vida sobre la muerte. Igual que el Pesebre, que recibió a Jesús de
las manos de María, también la Cruz es de madera. Y en ella el Amor de Dios
venció al pecado y a la muerte, abriéndonos las puertas del Cielo, y
haciendo de todos nuestros enfermedades, dolores y sufrimientos, que no son más
que anticipos de la muerte, un camino de salvación...
En el Pesebre la Palabra de Dios comenzó a habitar entre nosotros,
y Dios se hizo Hombre para pronunciar humanamente su Palabra, y así la
pudiéramos entender y acoger todos los hombres. Esa Palabra, Jesús, el Hijo de
Dios hecho hombre, continúa hablándonos, y nosotros podemos escucharlo, en el
silencio del Pesebre. Esa luz, que disipa todas las tinieblas y vence todos los
miedos, sigue brillando en la oscura noche de Navidad, y nosotros podemos verla,
contundente, en el Pesebre...
Los pasos del que trae una Buena Noticia, del que proclama con
eficacia la Paz, del que anuncia una Felicidad que disipa todos miedos, del
que proclama la Salvación que todos los hombres necesitamos, y que el
profeta Isaías anunciaba lleno de gozo, comienzan en el Pesebre...
Dios, que había hablado antes a través de los Profetas, que se había
manifestado y se manifiesta "en muchas ocasiones y de diversas maneras", ahora,
en este tiempo final, Dios nos ha hablado de una manera totalmente clara, y
pronuncia su Palabra redentora de una manera inequívoca: la Palabra de Dios nos
habla y nos ilumina, hecha Niño, desde el Pesebre...
3. NO BASTA QUE VENGA JESÚS, PARA VIVIR LA NAVIDAD HAY QUE
RECIBIRLO... De todos modos, para vivir la Navidad, no alcanza con que venga
Jesús. Además, hace falta algo que depende de nosotros. Jesús, desde que aquella
noche de Belén maduró en la Cruz y en la Resurrección, viene siempre en Navidad,
ofreciendo sus dones. Viene esperando brazos y corazones abiertos, como los de
José, María y los Pastores, dispuestos a recibirlo...
Jesús trae la Paz, que nace del Pesebre. Allí hay que acercarse,
para recibirla. Y si nos encuentra dispuestos, inundará nuestros
corazones...
¡FELIZ NAVIDAD, CON JOSÉ, MARÍA Y LOS PASTORES, JUNTO AL PESEBRE!
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: