La miseria y la misericordia...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 28 de marzo de
2004, Domingo V de Cuaresma, en el Hogar Marín. Me
basé en las siguientes frases de las lecturas
bíblicas
de la Misa del día:
- No se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las
cosas antiguas; yo estoy por hacer algo nuevo: ya está
germinando, ¿no se dan cuenta? Sí,
pondré un camino en el desierto y ríos en la
estepa (Isaías 43, 18-19).
- Hermanos: todo me parece una desventaja comparado con el
inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi
Señor. Por él he sacrificado todas las
cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar
a Cristo y estar unido a él, no con mi propia justicia -la
que procede de la Ley- sino con aquella que nace de la fe en
Cristo, la que viene de Dios y se funda en la fe (Filipenses
3, 8-9).
- Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer
volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a
él. Entonces se sentó y
comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos
le trajeron a una mujer que había sido sorprendida
en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a
Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en
flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos
ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y
tú, ¿qué dices?».
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose,
comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como
insistían, se enderezó y les dijo: «El
que no tenga pecado, que arroje la primera piedra».
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en
el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno
tras otro, comenzando por los más ancianos.
Jesús quedó solo con la mujer, que
permanecía allí, e incorporándose, le
preguntó: «Mujer, ¿dónde
están tus acusadores? ¿Alguien te ha
condenado?». Ella le respondió: «Nadie,
Señor». «Yo tampoco te condeno, le
dijo Jesús. Vete, no peques más en
adelante» (Juan 8, 1-11).
1. ES MUY FÁCIL CAER EN LA
TENTACIÓN DE HACER LEÑA DEL ÁRBOL
CAÍDO... Dicho de otra manera, es muy fácil caer
en la tentación de ensañarse con los que tienen
su causa perdida. Además, siempre hay "árboles
caídos". Hace ya un tiempo ha nacido una nueva especie
dentro del género humano, formada por los "noteros", que
corren con un micrófono en la mano detrás de todo
"árbol caído", para sacarle el jugo y hacerlo
leña, y alimentar así de esa manera el "fuego
insaciable" de los medios de comunicación (la radio, la
televisión y la prensa escrita). Se ve que han encontrado un
modo más fácil de llenar los espacios y sus
cuentas bancarias en el sensacionalismo destructivo, que en el
análisis profundo y constructivo de las noticias...
De todos modos, también nos pasa a cada uno de
nosotros que siempre encontramos que nos rodean hombres y mujeres de
quienes quejarnos, por quienes protestar, ya que no cumplen la ley, y
pueden ser mirados como miserables o pecadores. Hasta de los Obispo y
los sacerdotes, o de los católicos que podríamos
llamar más comprometidos, es posible estar
quejándonos todo el tiempo, y
acusándolos, ya que muchas veces no son (somos) fieles y
coherentes, porque no hacen (hacemos) lo que predican
(predicamos)...
Y mientras tanto, mientras acusamos a los demás,
atacándolos con fundamento, con argumentos ciertos, por todo
lo que hacen mal, dejamos de mirar lo que pasa con nosotros, nos
quedamos "durmiendo el sueño de los justos", como si en
nosotros no hubiera nada que mirar, nada que cambiar. Parafraseando a
Jesús, podríamos decir que a veces nos distrae
tanto mirar la paja (o la viga) en el ojo ajeno, que no nos damos
cuenta de la viga (o la paja), que tenemos en el nuestro. Y de esa
manera, con la conciencia adormecida o anestesiada, corremos el riesgo
de vivir como si no hubiera nada que condenar en nosotros, y no
necesitáramos corregir nada en nuestra vida...
Por eso, en el último Domingo antes de comenzar
dentro de siete días, con el Domingo de Ramos, la Semana
Santa de este año, Jesús nos ayuda a ajustar
nuestra mirada, a partir de lo que sucedió cuando le
presentaron una mujer adúltera, a la que todos acusan, para
ver si también Él la va a condenar...
2. JESÚS VIENE EN AUXILIO DE NUESTRA
MISERIA CON SU MISERICORDIA... Si somos sinceros y veraces, nos vamos a
dar cuenta que todos tenemos algo de lo que necesitamos ser perdonados.
Cuando Jesús invitó a todos los que acusaban a la
mujer adúltera a que, si se consideraban libres de pecado, y
por lo tanto sin necesidad de perdón, tiraran la
primera piedra, se fueron retirando, uno tras otro, comenzando por los
más viejos, hasta que sólo quedaron
Jesús y la mujer adúltera. Como dice San
Agustín, con una expresión contundente y de
incomparable plasticidad, sólo quedaron la
adúltera con su miseria y Jesús con su
misericordia...
Esto nos ayuda a recordar que Jesús ha
venido a salvar, y ha venido por todos y para todos. Por eso, no se
dedica a dividir para poder reinar, tampoco se dedica a acusar con el
ánimo de poder condenar. Jesús nos trae su luz,
que resplandece en todas sus palabras y sus obras, para que cada uno
pueda mirarse a sí mismo y, confiando en la misericordia con
la que Él se pone ante nosotros, pueda arrepentirse y acudir
en busca de su perdón...
La gloria de Dios es la salvación de los hombres,
y para eso desplegó entre nosotros todo el misterio de la
encarnación, Dios que se hace hombre. Y la presencia de
Jesús, Dios hecho hombre, dando su vida por nosotros, movido
por su gran amor, es un testimonio conmovedor que nos muestra hasta
qué punto Él está dispuesto a todo,
con tal de mover nuestros corazones, para que estemos dispuestos a
remediar nuestra miseria en su misericordia, y de esta manera nos
dispongamos a abandonar nuestras rebeldías y pecados, para
vivir en el amor, alimentados por el amor de Dios. La pasión
de nuestro Señor Jesucristo, expresión culminante
del amor redentor de Jesús, no es sólo y
principalmente una muestra de los límites hasta los que
puede llegar la crueldad humana. Es, sobretodo, un hecho trascendente,
que nos muestra la disponibilidad con la que Jesús se tiende
a nuestros pies con su misericordia, para rescatarnos de nuestra
miseria y llevarnos al amor de Dios...
3. JESÚS QUIERE PERDONAR A TODOS.
PIDAMOS PERDÓN SIN TIRAR PIEDRAS A LOS DEMÁS...
Por lo que venimos diciendo, está claro que no hay tiempo
que perder, distrayéndonos con un dedo acusador que se
dirija a todos los que, desde nuestra mirada, merezcan ser castigados o
condenados por todos los males que hacen...
Será la justicia humana la que deberá
encargarse del castigo de los "delitos", para mantener el orden que
reclama la convivencia social. Y deberá hacerlo con firmeza,
e incluso con severidad, cuando el esta convivencia está tan
amenazada como lo está en nuestro tiempo. Pero nosotros no
podemos detenernos sólo en esta mirada de la justicia
terrenal...
Nosotros sabemos que Jesús ha venido a traernos una
salvación que supera los límites de los
horizontes humanos. Sabemos que ha venido a traernos la Vida eterna,
abriéndonos las puertas del Cielo con su
Resurrección. Sabemos también que
nosotros mismos estamos necesitados de su misericordia, para superar
con su perdón las miserias que nos llevan a apartarnos del
amor de Dios. Sabemos, por lo tanto, que no tenemos que quedarnos
tirando piedras a los demás, necesitados como nosotros de la
misericordia de Dios. Lo que nos hace falta es acudir de rodillas ante
la misericordia de Dios, y ayudar también a los otros a que
lo hagan, ya que Jesús nos quiere perdonar no
sólo a nosotros, sino a todos los que estén
dispuestos a recibir ese perdón, que sólo
Él nos puede dar...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W.
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