La
fiesta es para todos...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 21 de marzo de
2004, Domingo IV de Cuaresma, en el Hogar Marín. Me
basé en las siguientes frases de las lecturas
bíblicas de la Misa del día:
- Después de atravesar el Jordán, los
israelitas entraron en la tierra prometida el día
diez del primer mes, y acamparon en Guilgal. El catorce de ese mes, por
la tarde, celebraron la Pascua en la llanura de
Jericó (Josué 4, 19 y 5, 10).
- Hermanos: El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo
antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente. Y
todo esto procede de Dios, que nos reconcilió con
él por intermedio de Cristo y nos confió
el ministerio de la reconciliación (2 Corintios 5, 17-18).
- Jesús dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo
a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me
corresponde". Y el padre les repartió sus
bienes. Pocos días después, el hijo
menor recogió todo lo que tenía y se fue
a un país lejano, donde malgastó sus
bienes en una vida licenciosa... Entonces
recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros
de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy
aquí muriéndome de hambre!". Ahora mismo
iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre,
pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco
ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de
tus jornaleros". Entonces partió y
volvió a la casa de su padre. Cuando todavía
estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió
profundamente, corrió a su encuentro,
lo abrazó y lo besó... El [hijo
mayor] se enojó y no quiso entrar. Su padre salió
para rogarle que entrara, pero él le respondió:
"Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido
jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me
diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.
¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de
haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para
él el ternero engordado!". Pero el padre le dijo: "Hijo
mío, tú estás siempre conmigo, y todo
lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y
alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha
vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado"»
(Lucas 15, 11-3, 17-20, 28-32).
1. LA FIESTA ES PARTE DE LA VIDA, AUNQUE A VECES
FALTEN MOTIVOS PARA FESTEJAR... Aunque a veces nuestro estado
de ánimo habitual parezca desmentirlo, la fiesta es parte de
la vida. Es que muchas veces nos ganan el corazón
los motivos de tristeza y amargura, y nos vamos acostumbrando a andar
con las cejas arqueadas de arriba para abajo, y con la comisura de los
labios en esa misma posición, con una expresión
inequívoca de que no encontramos los motivos que nos
permitan festejar...
Por ejemplo, si ya hemos pasado los 40 años,
cuando nos despertamos es posible que nos duela el cuerpo en
algún lado, y quizás ahí mismo
comienzan nuestras quejas. Si no, apenas recordamos algo que nos han
dicho los vecinos, o que hemos visto en los diarios, o simplemente
porque nos a disgustamos con el clima, porque no nos gusta que
esté nublado, o porque hace demasiado calor, o porque
llueve, o porque hace mucho que no llueve, enseguida nos envuelven los
motivos que nos dejan con las cejas arqueadas hacia abajo, y de la
misma manera la comisura de los labios, con cara de tristeza,
enojo o amargura...
Sin embargo, no son estos los motivos más graves
que nos apartan de la fiesta. Aunque la vida haya sido hecha para la
fiesta (el Cielo, que es la fiesta completa y total, es la meta de la
vida, a la que Dios nos ha llamado), muchos males que nos tocan sufrir,
y que encuentran su causa en nuestras propias rebeldías o
pecados, que nos apartan de Dios, y en los de otros hombres y mujeres
de nuestro tiempo y espacio, son los que no nos dejan vivir la fiesta,
que es siempre y necesariamente parte de la vida...
En realidad, si la vida nos resulta más amarga
que feliz, si encontramos a lo largo de nuestro camino muchos
más motivos para lamentarnos que para sonreír,
puede ser por dos motivos: 1) o nos hemos tomado la vida por nuestra
cuenta, olvidándonos de Dios como si nos perteneciera de tal
manera que podemos hacer de ella lo que se nos antoje (así
hizo el hijo de la parábola que pidió a su Padre
la parte de la herencia que le corresponde y se la gastó
licenciosamente como si fuera suya; conviene tener en cuenta que la
herencia no pertenece a los herederos mientras el Padre vive); 2) o
estamos muy cerca de Dios, pero no alcanzamos a darnos cuenta que con
Él no nos puede faltar nunca la alegría (como el
otro hijo de la parábola, que se quedó en la casa
con su Padre, y no fue capaz de darse cuenta de todo lo que
tenía casa para alegrarse). Para uno y otro caso, hoy
Jesús nos muestra, a través de esta
parábola, cuáles son los motivos de la verdadera
alegría...
2. DIOS, PADRE MISERICORDIOSO, ES LA FUENTE DE
LA VERDADERA ALEGRÍA... Cualquiera sea el motivo que nos
impide vivir la vida como una fiesta, encontraremos el remedio de la
misma manera que se les ofreció a los hijos de la
parábola: Dios, Padre misericordioso, está
siempre con los brazos abiertos, a la espera, para brindarnos su
perdón y recibirnos cálidamente en su casa...
En realidad todos, de alguna manera, hemos tomado el camino
del hijo que reclamó la herencia (que todavía no
le pertenecía), para malgastarla sin frutos,
quedándose "en la calle", muriéndose de hambre.
Así estamos cuando, con todo lo que hemos recibido de Dios,
gastamos nuestro tiempo, nuestras capacidades, nuestros dones (que
todos, sin excepción alguna, tenemos), sin dar los frutos
que de ellos podemos esperar, y el mismo Dios tiene derecho a esperar...
Si nos faltan sonrisas, fiesta y alegría en
nuestra vida, no es porque no tengamos motivos para tenerlas.
Simplemente sucede que no las buscamos en el lugar indicado. Dios,
Padre misericordioso, es la fuente de la verdadera alegría.
Él siempre está dispuesto a recibirnos
nuevamente, siempre está ansioso por vernos retomar el buen
camino cuando lo hemos perdido, siempre nos está esperando,
y corre hacia nosotros apenas le mostramos que estamos dispuestos a
retomar la buena senda...
Por otra parte, no basta con ser "piadosos", y estar siempre
"cerca de Dios", para tener los verdaderos motivos de
alegría. En la parábola de Jesús, uno
de los hijos se quedó siempre en la casa de su Padre, pero
vivía amargado. Se quejó a su padre porque, a
pesar de que "ese hijo suyo" (el otro) había malgastado sus
bienes, cuando volvió lo recibió con fiesta, como
si nada hubiera pasado. En realidad, no había nada de
qué quejarse, el Padre hacía lo que
correspondía, no podía ser de otra manera, pero
el "hijo bueno" no era capaz de la alegría...
3. LA FIESTA ES PARA TODOS, NOS TIENE QUE
ALEGRAR EL PERDÓN DE LOS DEMÁS... La fiesta, de
la que está salpicada la vida entera, es siempre signo y
anticipo, cuando viene de Dios, de la gran Fiesta a la que
Él nos ha invitado, que es el Cielo. Esa fiesta del Cielo,
de la que la vida no es más que un camino de acceso y de
preparación, es para todos. Dios, que no obliga a nadie a
ir a esa Fiesta, ya que sólo
invita, no quiere, sin embargo, dejar a nadie afuera
de ella. Por esta razón, no basta hacer nuestro camino con
"buena letra". Además, para participar de la Fiesta, hay que
tener un corazón a la medida de las alegrías de
Dios, es decir, un corazón que se alegre también
cuando nuestros hermanos que han errado el camino, se arrepienten y se
animan a retomar el buen camino...
Para que podamos participar de la alegría del Cielo no basta
con que "seamos buenos" o estemos dispuestos a "pedir
perdón" cuando no lo hacemos. También hace falta
que seamos capaces de alegrarnos cuando los demás lo
hacen. Para decirlo con toda la crudeza que esta Palabra de
Dios implica: Dios llama también al Cielo, y quiere que
lleguen por el camino de la conversión, los terroristas que
tiran bombas, y también los otros que, sin el
título de terroristas, también las tiran y matan
hombres, mujeres y niños. Dios también llama al
Cielo a los que secuestran, y a los que nos hacen trampa,
robándonos futuro, ilusiones y dinero desde las funciones de
gobierno. Dios llama a todos a la Fiesta del Cielo, y seremos capaces
de participar en ella si somos capaces de alegrarnos, no
sólo cuando Dios nos perdona, sino también cuando
lo hace a los demás...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W.
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