El tiempo para dar frutos...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 14 de marzo de 2004, Domingo III de
Cuaresma, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas
bíblicas de la Misa del día:
- Dios dijo a Moisés: «Yo soy el que soy». Luego añadió: «Tú hablarás
así a los israelitas: «Yo soy» me envió a ustedes». Y continuó diciendo a
Moisés: «Tú hablarás así a los israelitas: El Señor, el Dios de sus
padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es el
que me envía. Este es mi nombre para siempre y así será invocado en todos
los tiempos futuros» (Éxodo 3, 14-15).
- No nos rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo
cual murieron víctimas del Ángel exterminador. Todo esto les sucedió
simbólicamente, y está escrito para que nos sirva de lección a los que
vivimos en el tiempo final. Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no
caer! (1 Corintios 10, 10-12).
- Se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de
aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas
de sus sacrificios. El respondió: «¿Creen ustedes que esos galileos
sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro
que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma
manera... Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera
plantada en su viña. Fue a buscar frutos y nos encontró. Dijo entonces al
viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y nos
encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?". Pero él respondió:
"Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella
y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás"»
(Lucas 13, 1-3 y 6-9).
1. NO HAY LÍMITE PARA LA CRUELDAD CUANDO EL CORAZÓN SE
ALEJA DE DIOS... Ya hubo un 11, aquel de septiembre de 2001 en Nueva York, que
nos llenó a todos de estupor, dejándonos con el corazón desgarrado y la mirada
atónita ante tanto horror y crueldad. Este 11, ahora de marzo de 2004, en
Madrid, nos muestra una vez más que no hay límites para la crueldad, cuando el
corazón se aleja de Dios...
Pero si miramos con atención y con los ojos bien abiertos todo lo que
sucede en nuestro tiempo, en este tercer milenio de nuestra era cristiana, no
tardaremos en darnos cuenta que estos ataques demenciales del terrorismo no son
las únicas crueldades que atentan gravemente contra la dignidad de nuestra
vapuleada condición humana...
No sólo las bombas, también todas las otras armas que en otros lugares y en
otras manos matan o hieren a hombres y mujeres, a grandes y a chicos, a
militares y a civiles, con una voluntad y decisión que quiere tomar el lugar de
Dios para decidir dónde está el bien y dónde está el mal, queriendo hacer
justicia con un gatillo que no se detiene y no hace distinciones, con la
venganza, el odio y la destrucción, tiran por tierra la dignidad humana, cuando
intenta rescatarla para unos y destruirla en otros, y son crueldades también
innecesarias, que se expanden sin límite...
Pero también, si pensamos que hoy, mientras los bienes consumibles de la
tierra alcanzarían para que todos pudieran vivir con una mínima dignidad, mueren
de hambre millones de hombres, mujeres y niños, mientras otros derrochan lujos y
comida; si tomamos conciencia que muchos mueren enfermos, porque nadie les
acerca las medicinas que podrían salvarlos; si asumimos que muchos son matados
en el vientre de sus madres basándose en el falaz (mentiroso) y supuesto derecho
de la mujer a disponer de su cuerpo, a costa del asesinato del hijo que lleva
con ella (ya que esto es exactamente lo que sucede con el aborto, si lo
pronunciamos con todas sus letras; no es la madre disponiendo sobre su cuerpo
sino sobre la vida de su hijo), llegaremos a la misma conclusión: no hay límite
para la crueldad, cuando el corazón se aleja o se esconde de Dios...
Sin llegar a tanto, quizás con pequeñas rencillas, con peleas de pasillo,
con miradas cruzadas en las que no crece el amor sino todo lo contrario, en
revanchas o venganzas con las que nos plantamos ante cualquiera que nos parece
que nos han herido en algo, también nosotros, aunque sea de una manera mucho más
disimulada, le damos espacio, en mayor o en menor medida, a la crueldad que
puede anidar en un corazón humano. Por eso, la advertencia que Jesús no plantea
hoy en el Evangelio, vale no sólo para los terroristas y para los que agreden
con las armas de la muerte, sino para todos...
2. SI NO NOS CONVERTIMOS, VAMOS A ACABAR TODOS DE LA MISMA
MANERA... Todas las crueldades (las grandes, como las del terrorismo y las de la
guerra exterminadora, las que son consecuencia de la venganza y las que ejecutan
la justicia por mano propia, las crueldades provocadas por la acumulación
injusta de la riqueza y las que hunden sus raíces en una pobreza que se viste de
venganza), así como también las que podemos considerar más chicas (como esas que
sólo hieren al vecino de mesa o de banco, al compañero de trabajo o de
colectivo, al familiar y al amigo), son posibles cuando nuestros corazones se
alejan de Dios...
Por eso Jesús hoy nos exhorta con vehemencia a la conversión. Esa
conversión que consiste en dar totalmente vuelta el corazón hacia el otro lado,
cambiar totalmente de rumbo, girar 180 grados (no 360 grados, porque quedaríamos
en el mismo lugar...), y caminar en otra dirección. Viendo lo que hace posible
la crueldad y la maldad, sabemos que la conversión nos llama a responder con
amor al odio y al dolor, a responder a la muerte con la decisión de darlo todo
para defender la vida digna de todos, en todos lados y en todo momento...
Y en esto no hay exentos o privilegiados. Unos más y otros menos, unos en
unas cosas y otros en otras, pero todos tenemos que cambiar en algo, volviendo
nuestro corazón hacia Dios, para llenarlo más de su amor. Y en eso consiste
precisamente la conversión. La foto que vemos al lado, corresponde a una
sobreviviente del ataque a las torres de Nueva York el 11 de septiembre de 2001.
Pero me parece que es además una buena imagen de lo que será de nosotros, si no
nos convertimos al amor de Dios. Si no nos convertimos, vamos a terminar todos
"cubiertos de polvo" (que es de donde hemos salido), vamos a quedar
"paralizados" como estatuas de piedra, o de sal, pero no podremos llegar al
Cielo, el lugar de Paz y de Amor que Dios nos ha preparado y al que nos ha
invitado, para el que es necesario hacerse capaces del amor, a través de una
intensa y continua conversión...
3. EL TIEMPO PARA DAR BUENOS FRUTOS ES PARA CADA UNO EL QUE
DURA LA PROPIA VIDA... En todo caso, el tiempo apremia. La Cuaresma es un tiempo
especial de conversión, que nos prepara a la celebración del triunfo del amor de
Dios sobre el odio que quiso expulsarlo del mundo clavándolo en una Cruz, es
decir, a la celebración del triunfo de la Resurrección y de la vida sobre la
muerte en la próxima Pascua, el 11 de abril...
No hay que perder el tiempo, este el momento para que nuestro corazón se
abra más intensamente y con más decisión al amor de Dios. De todos modos, por
mucho que hagamos, seguramente nos quedará algo todavía por hacer, para que
crezca más en nosotros el amor de Dios. Pues bien, con la imagen de la higuera
plantada en la viña del Señor, Jesús nos enseña que, en realidad, todo el tiempo
que dura nuestra propia vida es el que tenemos en nuestras manos para
convertirnos, y dar los buenos frutos a los que nos lleva el amor de
Dios...
Ahora bien, ¿quién sabe cuánto durará su propia vida...? Por supuesto,
nadie, ya que es algo entra dentro de los misteriosos designios de Dios. Por lo
tanto, no hay tiempo que perder: Este es el tiempo propicio, esta es la hora,
inaplazable, de la propia conversión...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: