Para elegir bien...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 7 de marzo de 2004, Domingo II de Cuaresma, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
Explorador1. PARA ELEGIR BIEN EL CAMINO, HAY QUE TENER EN CUENTA LA META... Cuando yo estaba en el Seminario, tenía un compañero, hoy un excelente sacerdote, cuyo padre trabajaba haciendo transportes con un camión. A este amigo, que muchas veces había acompañado a su padre, le gustaba especialmente la ruta 8, a la que consideraba la ruta más linda del país. Realmente tenía razón. Rodeada de arboledas, llena de curvas suaves y muy bien trazadas, con sembrados al costado de la ruta. Sin embargo, por más de tratarse de la ruta más linda, no sirve para ir a cualquier lado. Si uno quiere ir a Mar del Plata o a Corrientes, por linda que sea esa ruta, no sirve, porque nunca nos permitirá llegar a esos destinos...
 
Pensemos en alguien que quiere llegar a ser un buen profesional en una carrera universitaria. Está claro que no podrá contentarse con seguir por los caminos de la diversión y del deporte, que, ciertamente, pueden ser muy atrayentes y estar llenos de satisfacciones, pero no lo llevarán a esa meta...
 
Por eso, todos nosotros necesitamos preguntarnos: "¿A dónde queremos llegar?", "¿Cuál es la meta que queremos alcanzar?". Sólo así es posible acertar con el camino adecuado. Dentro de este tiempo de Cuaresma, que sirve para preparar la Pascua a partir de la propia conversión, corrigiendo el camino si nos hemos desviado, en este Domingo Jesús nos ayuda a levantar la mirada, para clavarla, fija, en la meta, y elegir bien el camino por el que vamos hacia ella...
 
Transfiguración2. JESÚS NOS MUESTRA QUE LA META ES EL CIELO, Y NOS DICE CUÁL ES EL CAMINO... Jesús, después de haberle prevenido a los Apóstoles que iban hacia Jerusalén, donde le esperaba el paso amargo de la Cruz, se apareció trasfigurado ante ellos, con el rostro resplandeciente y las vestiduras blancas. Era la gloria de Dios que resplandecía en Él anticipadamente, para animar a los Apóstoles, que lo acompañaban llenos de temor. Hablaba con Moisés y con Elías, que representan a la Ley y a los Profetas, acerca de su partida, es decir, de su paso, de su Pascua, que a través de la Cruz lo llevaría a la Resurrección. Esta transfiguración de Jesús ante sus Apóstoles más queridos tuvo la finalidad de mostrarles que su camino iba a terminar bien, que tenía fijada una buena meta, que es el Cielo. Y también nos sirve a nosotros, en nuestro camino cuaresmal, para animarnos en esta dura marcha...
 
Nosotros también estamos hechos para la gloria y para la Resurrección, nuestra meta también es el Cielo. Pero no se llega allí de cualquier manera y por cualquier camino. Hace falta seguir los pasos de Jesús. Ese camino es el de la Cruz, el de la entrega plena y pacífica a Dios y a nuestros hermanos en el amor. Todas las palabras que Jesús nos dice a lo largo de toda su vida, y todo lo que Él hace, nos muestra ese camino. Por eso en la transfiguración, en la que Jesús nos muestra la meta, aparece la voz de Dios nuestro Padre diciéndonos con toda claridad que los escuchemos a Jesús, y sólo a Él, y, por supuesto, que le hagamos caso, ya que Él es el que nos muestra no sólo la meta, sino quien nos dice cuál es el camino que allí nos lleva...
 
Hay que escuchar a Jesús, para no errarle al camino. Y no hay que errarle al camino, si queremos llegar a la meta a la que el mismo Jesús nos ha invitado con su Resurrección, y a la que nos queremos preparar especialmente en este tiempo de conversión, que es la Cuaresma...
 
El camino que nos lleva a la meta nos los dice Jesús con toda su vida. Con todo lo que hizo entre nosotros y con todo lo que nos dijo, Jesús nos mostró el camino. Por eso nos dice Dios nuestro Padre que lo escuchemos. Y por eso en este tiempo de Cuaresma queremos que sea mayor nuestra oración, nuestro espíritu de sacrificio y nuestro esfuerzo de acudir con el corazón abierto a las necesidades de nuestros hermanos a través de lo que tradicionalmente llamamos limosna, que con verdad podemos llamar "un amor efectivo y comprometido". Estas herramientas de la oración, el ayuno y la limosna van limando las aristas de nuestra vida de fe, para que se mantenga más fiel al camino en el que Jesús nos puso con el Bautismo, y que nos lleva a la meta...
 
Peregrino3. LA MIRADA BIEN ALTA, PARA NO PERDER DE VISTA LA META, Y LOS PIES EN LA TIERRA... Vamos hacia el Cielo, y sólo nos sirve todo lo que nos acerca a esta meta. En primer lugar, entonces, hace falta que no le quitemos la mirada a la meta. A eso nos ayuda especialmente la oración. No es sólo para tipos especiales, o para soñadores trasnochados, vivir aspirando al Cielo. Allí fuimos llamados, y sólo si lo tenemos siempre presente, si fijamos allí nuestra mirada, será posible no caer en distracciones, que tan fácilmente pueden hacernos olvidar hacia dónde vamos, y en consecuencia perder, casi sin darnos cuenta, el camino por el que avanzamos en nuestra marcha de peregrinos....
 
Pero al mismo tiempo, hace falta que tengamos los pies bien puestos en la tierra, o en el asfalto, o en las baldosas, o en cualquiera que sea el piso por donde andamos cada día. Es aquí, en la tierra, con los pies bien firmes en ella, que tenemos que recorrer el camino que nos lleva al Cielo, siguiendo a Jesús, que nos ha mostrado con su propia vida y con sus palabras lo que tenemos que hacer, para llegar al Cielo. Este es el tiempo de responder a esa invitación, con la mirada bien alta, clavada en el Cielo, y con los pies en la tierra...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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