El camino que nos lleva al Cielo...

Queridos amigos: 

Esta fue mi predicación de hoy, 21 de noviembre de 2004, Solemnidad de Jesús Rey del Universo, en el Hogar Marín (este año coincidió con el día de mi cumpleaños, y esto me dio pie, como verán enseguida, para el inicio de la predicación). Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:


Torta de cumpleaños1. LA VIDA SIEMPRE AVANZA, PERO CADA TANTO LA CELEBRAMOS DE UN MODO ESPECIAL... La vida es un camino lineal, siempre va hacia adelante. Aunque dé muchas vueltas, a veces de maneras extrañas, nunca vuelve para atrás. Es un camino que tiene un inicio, tiene una meta y un final. Día a día nos acercamos o nos alejamos de la meta, pero se acerca inexorable el final. Mientras tanto, mientras vamos de camino, nos hace bien ir marcando etapas en la marcha, que nos permiten celebrar de modo especial los momentos de la vida...

Cristo PantocratorUno de esos momentos es para cada uno, cada año, el propio cumpleaños. Es una ocasión para detener un poco la mirada (ya que no puede detenerse la marcha), y echar una ojeada al tiempo que pasó. Esto nos permite reconocer los dones de Dios, que nos llaman a la gratitud (la vida es siempre un don de Dios, que hemos recibido a través de nuestros padres), y revisar nuestras distracciones, que no nos han permitido sacarles el fruto, para disponernos cada vez a una respuesta más generosa...

 También las celebraciones de las fiestas litúrgicas son momentos especiales de la vida, como por ejemplo la Solemnidad de hoy, de Cristo Rey. Después de un año entero en el que hemos ido celebrando los misterios del amor de Dios desde la última Navidad, llegamos hoy a esta celebración que no permite hacer una recapitulación de todos ellos. Hemos ido recorriendo los misterios de la vida de Jesús, su ministerio salvador que se manifestó con hechos y palabras, desde la ternura del pesebre, pasando por el silencio de su infancia y la intensidad de sus tres años dedicados a la predicación, hasta llegar al drama de la Cruz y el triunfo de la Resurrección, para culminar hoy, mirándolo a Jesús que reina en nuestros corazones y sobre el mundo entero. Pero aquí viene la sorpresa. La celebración de hoy nos muestra a Jesús reinando sin necesidad de coronas con piedras preciosas o tronos tallados en oro, sino desde la Cruz...

2. PARA TRAERNOS LA SALVACIÓN, CONVENÍA QUE JESÚS REINARA DESDE LA CRUZ... Jesús vino al mundo porque sabía que necesitábamos su salvación. El sabía de nuestra condición, sabía que por el pecado entró en el mundo la muerte y el sufrimiento, que nos angustian, y que golpean con un martilleo penetrante que cae una y otra vez sobre nosotros, queriendo insinuarnos que nuestro deseo de vivir para siempre quizás pueda ser una quimera para soñadores incorregibles, y una esperanza absurda, ya que todo terminará mal tarde o temprano, cuando nos llegue la muerte. Para salvarnos de esta frustración, que el pecado introdujo en el mundo, la Cruz fue más apta que las coronas de piedras preciosas y el oro...

Cristo Cruz Mirando la meta para la que Dios nos ha hecho, el Cielo, la Vida eterna, todo dolor se convierte en un anticipo amargo de la muerte. Ante el "espectáculo" de Jesús en la Cruz, como nos relata San Lucas, la gente miraba. Nosotros hoy también tenemos "espectáculos" tremendos que nos muestran las cruces de nuestro tiempo. Hoy hay gente que sufre sin necesidad, o sin culpa, o sin escape. Pienso en la mitad o un poco más de los jóvenes de nuestra patria, que hoy crecen en condiciones que los ubican debajo de la línea de pobreza: ¿qué será de ellos, que crecen en la miseria, quizás no solamente sin alimentos, remedios, techo y calor, sino también, y más tremendo aún, sin un futuro que los aliente, sin suficiente amor que los contenga? Pienso también en los ancianos que viven solos, abandonados, sin el calor familiar u Hogares como los de las Hermanitas de los Pobres u otros semejantes que les muestren de una manera efectiva un amor que les devuelva con gratitud la herencia de vida que nos dejan...

Luz desde la CruzPero dirijo también una mirada que abarca todo esto, a la cruz de Jesús, que es el colmo del sufrimiento injusto, del espectáculo deprimente del dolor. Y allí encuentro una luz que ilumina todo dolor. Porque Jesús no termina su marcha en la Cruz. El amor de Dios lo lleva más allá de los límites que nuestra condición humana tenía hasta ese momento. Jesús resucita, y rompiendo las ataduras de la muerte, nos mostró desde la Cruz lo que sólo Él quiere y puede hacer: transformar el sufrimiento y el dolor en un instrumento de su amor...

La aceptación silenciosa que Jesús hace de su crucifixión se convierte en la demostración más palpable del amor inclaudicable de Dios. El quiere la Vida. Por eso, no abandona en el dolor y ante la muerte a la criatura más preciosa de la creación: cada hombre y cada mujer, que de Él viene. Y viene a buscarnos en el sufrimiento, donde la vida más duele, para que allí mismo donde golpea el temor podamos encontrar nuestra salvación...

Jesús resucitado3. LA CRUZ ES EL CAMINO QUE NOS LLEVA AL CIELO, EN ELLA ESTÁ JESÚS PARA SALVARNOS... Nosotros nos resistimos a la Cruz, y de esta manera, además de sufrir sus consecuencias, nos amarga su presencia. Y sin embargo, tenemos a mano una llave que nos podría cambiar todo. Para eso bastaría que la miráramos siempre en toda su dimensión. Los españoles, que nos han hecho heredar ese modo tan dramático de celebrar la Semana Santa, con imágenes cargadas de los signos del dolor y de las lágrimas, también celebran a Jesús resucitado, con imágenes cargadas de flores, símbolos de la Vida que no se acaba. Lo que nos abre la puerta a todos los frutos que pueden seguirse de la Cruz es su aceptación, sabiendo que ya no es un signo del dolor y de la muerte, sino de la Vida y de la salvación...

Buen LadrónA partir de la aceptación de la Cruz (es decir, del dolor), nuestra palabra dirigida a Dios puede convertirse en una oración, como la que le dirigió a Jesús desde su Cruz el Buen Ladrón. Esta aceptación no consiste en cruzarse de brazos ante los sufrimientos que se pueden evitar, sino trabajar con amor para aliviar el dolor de los demás, y ofrecer el propio, como Jesús en la Cruz. Jesús reina desde la cruz, le basta ese trono, y nos señala el mismo camino para nuestra salvación...

El sufrimiento nos pone siempre ante el amor misericordioso de Dios, y vuelve a reclamar nuestra confianza. Y Jesús, desde la Cruz, promete a quien reconoce su miseria y su pecado, y sufre con aceptación, nada menos que el Paraíso, lo que todos buscamos ansiosamente, y tantas veces nos parece que se nos ha perdido. Ese Paraíso no está en manos del poder y del dinero. Sólo Jesús lo puede prometer, porque sólo Él es Rey verdaderamente. Ese Paraíso es el Cielo, que comienza ya aquí en la tierra cuando Jesús reina en nuestros corazones, pero que se realizará plenamente cuando alcance plenamente su fruto el amor de Dios...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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