Esta fue mi predicación de hoy, 7 de abril de 2013,
Domingo II de Pascua o de la Divina
Misericordia del
Ciclo Litúrgico C, en el Hogar Marín:
I.- Vídeo, en
Youtube
y en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
HAY MOTIVOS
DE TRISTEZA QUE INUNDAN LOS CORAZONES Y AMENAZAN CON LA ZOZOBRA...
Ojalá no aparecieran nunca, pero la realidad es que aparecen
motivos de tristeza en nuestra vida. Y a veces inundan de tal modo
el corazón que lo dejan en zozobra. Es lo que ha sucedido esta
semana, que debería haber sido para todos, tratándose de la Octava
de Pascua (el tiempo que va desde el Domingo de Pascua hasta el
siguiente, dedicado por decisión del beato Juan Pablo II a la
celebración de la Divina Misericordia), un tiempo de especial
alegría. La tristeza nos invadió cuando impotentes fuimos sabiendo
de la trágica inundación que se llevó muchas vidas y dejó en la
zozobra a muchas personas que salvaron la vida pero no los bienes
de los que se valían para llevarla adelante. Sólo se explica que
nos haya tomado por sorpresa si tenemos en cuenta que teníamos los
ojos cerrados, ya que no era la primera vez sino una más en la que
en esos lugares para esta época se tenía una inundación...
Pero si la
inundación de los días pasados y las muertes que provocó, quizás
muchas de ellas evitables, enlutaron muchas familias, a todos nos
debería invadir la tristeza si pensamos que algunas de sus
consecuencias eran fáciles de prever. Tiene que llenarnos por lo
menos de tristeza saber que los que tenían que estar en su lugar
ante la emergencia no lo estaban, que los tendrían que haber
organizado preventivamente las cosas ante posibles emergencias no
lo habían hecho. En realidad, la misma tristeza debería llegar a
nuestros corazones cuando nos damos cuenta que a veces también
nosotros no estamos donde tenemos que estar porque nuestros
hermanos nos necesitan y no hacemos lo que nos toca hacer. En
definitiva, debería inundarnos la tristeza cada vez que no ponemos
en primer lugar a Dios, ya que ese es el lugar que siempre le
toca...
Cuando pasan cosas como las de estos días e inundan nuestros
corazones de manera especial con la tristeza, deberíamos
aprovechar para reflexionar sobre los motivos de tristeza que
tenemos cada vez que nuestro corazón de aleja de Dios, ya que es
precisamente Él el único que nos puede alegrar profundamente y de
verdad, de una manera duradera...
2. LA
PAZ, LA ALEGRÍA Y LA VIDA QUE JESÚS NOS DA
SIEMPRE PUEDEN CRECER MÁS...
Dios nos ha hecho para la paz y para la alegría sin
límites, y ha
sembrado en nosotros una vocación de eternidad. Nos ha
llamado a vivir
con Él en una eterna comunión, que dure para
siempre. Y celebramos una vez más la Pascua para que puedan crecer
en nosotros todos estos dones de Dios...
Jesús entregado en una Cruz nos da el testimonio de un amor que no
se rinde, como es el Amor de Dios. Esta Cruz es el testimonio de
la presencia de una Misericordia, la de Dios, que siempre está. Es
esta Misericordia la que celebramos en este Domingo con el que se
completa la Octava de Pascua. Esta Misericordia, que nunca falta,
es para nosotros la posibilidad de una alegría verdadera, ya que
esta Misericordia es la fuente de la Vida y de la Paz...
Jesús ha
resucitado, y el Sepulcro vacío es el signo visible, junto con las
apariciones a los Apóstoles, de que Jesús siempre está. El Papa
Francisco nos decía
ayer
antes del rezo del Regina Coeli (que en
estos días
de Pascua reemplaza al Angelus), que la Paz es un don de Dios. No
es entonces sólo un saludo más o menos ritual, más o menos
litúrgico, ya que si fuera sólo eso correría el riesgo de vaciarse
de sentido y contenido. La Paz es un don de Dios, fruto de su
Misericordia, que Jesús no se cansa de ofrecer (nos decía también
el Papa Francisco en su
Audiencia
del 27/03/2013)...
De todos modos, para que la
Paz que viene de Dios nos alegre de verdad hace falta algo más,
hace falta que le abramos el corazón para recibir su Misericordia.
Hace falta que sepamos mirar nuestras tristezas, sepamos mirar qué
motivos tenemos para entristecernos cada vez que frustramos, por
nuestra propia decisión, lo que Dios ha querido hacer de nosotros
y de nuestra vida. El Apóstol Tomás no quiso creer hasta que vio.
A nosotros Jesús nos hace tener en cuenta que lo que necesitamos
es creer, para reconocerlo a Jesús, como finalmente hizo Tomás,
como Señor y Dios nuestro. Hace falta que lo reconozcamos de
verdad, de rodillas ante su Misericordia, que nunca falta, y así
encontraremos en Él la fuente de la Paz. Reconocer el Amor de Dios
requiere de nosotros que nos abramos para que nos empape su
Misericordia, disponernos para que esa Misericordia nos cambie el
corazón. Cambiar de tal modo que estemos donde tenemos que estar,
y hagamos lo que tenemos que hacer para responder al don de Dios,
el don de la Paz, de la Alegría y de la Vida...
3. NO
HACE FALTA VER SINO CREER, PARA RECIBIR LA VIDA QUE JESÚS
NOS DA...
Puede ser que alguna vez hayamos pensado que a nosotros nos ha
tocado
una parte difícil, ya que somos llamados a la fe para
encontrar la
salvación, sin tener demasiadas constancias que nos
garanticen la
verdad de este fe, y que todo sería más
fácil si nos ofrecieran más
pruebas que nos lleven a la fe. Sin embargo, no seremos los
primeros
que tengamos esta ocurrencia. Ya lo pensó el
Apóstol Santo Tomás, de
sobrenombre el Mellizo, que no se encontraba con los demás
la primera
vez que se les apareció Jesús resucitado a los
Apóstoles. El Domingo
siguiente Santo Tomás pudo ver a Jesús
resucitado, y también pudo
creer. Seguramente no fue sólo Santo Tomás el que
quiso saciar su
curiosidad metiendo sus dedos en las llagas de Jesús...
El
gran pintor
Caravaggio (1571-1610) seguramente pensaba en los demás
Apóstoles, pero
también en cada uno de nosotros, cuando ponía en
su pintura de esta
escena no sólo a Santo Tomás introduciendo su
dedo en la llega del
costado de Jesús, sino también a otros dos que,
por encima de Santo
Tomás, y como queriendo apoyarse en su incredulidad para no
poner en
evidencia la propia, se asoman casi con morbosidad para ver las
llagas
de Jesús...
Lo que hace falta en realidad
nos es ver sino creer, y responder al Amor de Dios. Tengamos en
cuenta que el Apóstol Tomás, que vio, no alcanzó a Jesús sino
cuando llegó a la fe. "Felices los que creen sin ver". El Papa
Francisco la llama
la
bienaventuranza de la fe. Para esto nos basta el testimonio
de los Apóstoles, hoy vivo en el testimonio de la Iglesia. Esto
nos alcanza para vivir de la fe y encontrarnos con Jesús
resucitado...
Recibiendo este Amor que nos salva, estamos también llamados a
llevarlo a todos los rincones de la Ciudad en la que vivimos. ¿En
qué lugar donde nosotros estemos puede quedar todavía espacio para
la tristeza? ¿Será que no hemos experimentado todavía
suficientemente la Misericordia de Dios con la que Jesús nos trata
y la Paz que Él nos da?
En realidad, lo
que nos falta es responder, como muchos lo han hecho en estas
circunstancias dolorosas también respondieron, movidos sin duda
por un amor que no puede sino venir de Dios. Estuvieron donde
había que estar, e hicieron lo que había que hacer. De eso se
trata a la hora de responder a la Divina Misericordia que
celebramos en este día con la solemnidad propia de la Octava de
Pascua...
En definitiva, para responder a la Misericordia de Dios, siempre
lo primero será abrir nuestros corazones para que ella los
impregne, los transforme y los haga a su medida. E inmediatamente
lo que seguirá será abrir nuestras manos, de manera solidaria,
para llevar la Misericordia de Dios a todos los demás...