Que vivamos para siempre...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 31 de marzo de 2013, Domingo de Pascua, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:

I.- Vídeo, en Youtube y en Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa



Tristeza1. HEMOS RECIBIDO AMENAZAS DE MUERTE: TRISTEZA, MIEDO, ENOJOS Y HASTA EL ODIO, QUE MATAN... Yo les aviso para que no se asusten. Pueden quedarse todos sentados en el lugar donde están, no hay nada que temer. Hace tanto que todos recibimos la primera amenaza de muerte, que ya no hemos olvidado de ella. Es más, en el mismo momento en que nacíamos teníamos ya una sentencia que caía sobre nosotros: la certeza de que no viviremos para siempre. Por más que lo pretenda la medicina, y se esfuercen todos en brindarnos los mayores cuidados, llegará un momento en que ya no podremos vivir mas esta vida...

EnfermedadPero no ha sido la única. A ella le han seguido muchas otras. Y no me estoy refiriendo sólo a las enfermedades, más o menos graves, que nos han tenido a mal traer y nos han acercado más o menos a ese momento que algún día, con mayor o con menor retraso, llegará. Alguna vez la tristeza nos ha ganado el corazón, y eso sí que es una amenaza de muerte. La tristeza mata, y apaga el corazón y lo deja tal como estaba el Templo cuando comenzábamos anoche la Vigilia Pascual, a oscuras. Toda tristeza nos amarga la vida y nos impide sonreírle a Dios, como Él nos sonríe cada mañana...

EnojoPero además de la tristeza, nos ha amenazado de muerte el miedo, y cada vez que lo hemos sufrido hemos tenido sobre nosotros el peso de una amenaza de muerte. El miedo, por ejemplo, que nos causan las enfermedades, que hasta ahora hemos podido vencer pero que sabemos que no podremos vencer siempre, no nos deja vivir. El miedo nos paraliza. El miedo puede incluso, como la tristeza, hacernos desear que se acabe la vida, porque se nos hace demasiado pesada...

Y esto todavía no es todo. Porque alguna vez nos hemos enojado con alguien, aunque sea sólo un poco y por un rato, y entonces, aunque haya quedado marcado con letra bien pequeña y sin mayúsculas, como esa letra oculta que a veces se ponen en algunos contratos, algo de odio ganó espacio en nuestro corazón, y eso es una amenaza de muerte, porque el odio mata al que lo tiene, lo destruye, lo carcome desde adentro y le hace perder el sentido de la vida. El odio hace daño sobre todo al que lo tiene y enojarse hace daño al que se enoja. Tenemos entonces muchas amenazas de muerte, pero esta noche viene Jesús a decirnos una palabra que nos rescata para siempre, y nos rescata para la Vida...

Sepulcro vacío2. DIOS TIENE UNA PALABRA DE AMOR, QUE PUEDE MÁS QUE LA MUERTE: JESÚS... Jesús pronuncia al salir del Sepulcro, venciendo sus puertas y el encierro de la muerte, una Palabra que da vuelta todas las cosas. El mismo es esa Palabra, cuyo Sí a la Vida por su Resurrección cambia todas las cosas, ya que es más fuerte que la muerte y que el pecado....

JesúsJesús resucitado le dice Sí a la Vida. Esta Palabra es de Dios, viene de Dios y la pronuncia Dios con la Resurrección de Jesús. Y es Él quien nos hace participar de su Vida, porque venció al pecado, que se ensañó con él llevándolo a la Cruz, y a la muerte. Por eso cantamos de gozo en este día en que esta palabra de sí a la Vida dicha por Jesús desde la Cruz y el Sepulcro vacío nos devuelve al don de la vida. Hoy dejemos que repercutan en nuestro corazón sólo estas palabras cargadas de Vida: Jesús vive para siempre y nos hace partícipes a nosotros de esta Vida que viene de Dios y que Él nos ha ganado, para que también nosotros superemos las barreras del pecado y de la muerte...

JesúsEsta palabra que Jesús resucitado pronuncia para siempre, que entonces puede ayudarnos a nosotros a recuperar el Amor de Dios, que es el que nos llama a la Vida, Él que puede más que el pecado y que la muerte. Por eso hoy el Papa Francisco hablaba al mundo entero en su Mensaje Pascual Urbi et Orbi de la misericordia de Dios. Esa misericordia que lo lleva a pronunciar una palabra de Vida que resuena en los desiertos de nuestros corazones puede convertir en fecundo hasta al más árido de todos ellos. Por eso nos exhorta en su Mensaje a pedirle a Jesús resucitado, que transforma la muerte en vida, que cambie el odio en amor, la venganza en perdón y la guerra en paz...

Lo que necesitamos entonces es encontrarlo a Jesús, que está vivo y vive en la Iglesia. Este Jesús que está vivo en su Palabra pronunciada por la predicación de la Iglesia sin interrupción hasta el fin de los tiempos, y que actúa con la fuerza de su misericordia en los Sacramentos en los que la Iglesia celebra y hace presente de manera eficaz el Amor de Dios...

Amor3. HAY QUE RECIBIR EL AMOR DE DIOS Y VIVIR EN ÉL, PARA PODER MÁS QUE LA MUERTE... Tenemos muchas amenazas, pero podemos vivir tranquilos y apostar tranquilos a la vida. Viviendo para Dios, que lo puede todo, y también puede vencer al pecado y a la muerte. El Amor de Dios es poderoso. Puede más que el pecado y que la muerte. Ese Amor se hizo hombre y habitó entre nosotros, probó nuestra muerte y resucitando nos dio su Vida. Bastará, entonces, que estemos dispuestos a recibirlo a Jesús, a recibir el Amor de Dios con las ventanas del corazón bien abiertas, para que podamos vivir sin tristezas y sin miedo...

AbueloA Jesús lo hemos recibido por primera vez sacramentalmente en el Bautismo. Y hemos seguido recibiendo a Jesús cada vez que hemos celebrado los Sacramentos o nos hemos alimentado con la Palabra de Dios, en la que el Amor está vivo...

Sin embargo, no alcanza con eso. Además de recibir el Amor de Dios, hace falta vivir en él. Porque el amor sólo permanece en nosotros si se mantiene vivo, ya que el amor es vida. Y el Amor de Dios, que recibimos permanentemente, permanece vivo en nosotros si nos hace vivir en el amor. Por eso, el camino para vencer a la muerte es el camino del servicio de unos a otros, al que nos lleva el amor, y que nos hace participar en la Vida que Jesús nos regaló desde la Cruz y con su Resurrección...

El Amor de Dios se nos ofrece siempre. Nosotros podemos abrirle el corazón y dejar que este Amor fecundo produzca frutos en nuestros corazones áridos. Que el Amor de Dios nos lleve a producir frutos de amor será la garantía de que hemos recibido la luz de Jesús resucitado, y viviendo Él en nuestro corazones podamos tener la paz y la tranquilidad de que no hay ninguna amenaza de muerte que pueda amedrentarnos, ya que Jesús quiere que vivamos para siempre...

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