Del Cielo y de la vida...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 10 de marzo de 2013, Domingo IV de Cuaresma del Ciclo Litúrgico C, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:

I.- Vídeo, en Youtube y en Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa



Fiesta1. LA FIESTA ES PARTE DE LA VIDA, AUNQUE A VECES FALTEN MOTIVOS PARA FESTEJAR... La fiesta es parte de la vida, las Hermanitas de los Pobres se encargan de recordárnoslo ya que aprovechan cada ocasión, como ayer, para prepararnos una fiesta. En realidad, la vida misma ha sido hecha para la fiesta. El Cielo, que es la fiesta completa y total, es la meta de la vida, a la que Dios nos ha llamado...

AmarguraAunque a veces  nuestro estado de ánimo habitual parece desmentirlo. Nos ganan el corazón los motivos de tristeza y amargura, y nos vamos acostumbrando a andar con las cejas arqueadas de arriba para abajo, y con la comisura de los labios en esa misma posición, con una expresión inequívoca de que no encontramos los motivos que nos permitan festejar la vida y en la vida. En los lugares de culto nos reunimos muchas veces personas cargadas de esperanza y movidas por la fe, pero al mismo tiempo doblegadas o arqueadas por el peso de los años, o de las enfermedades, o de la vida o simplemente de los propios pecados...

¡Cuántas veces recién despertados nos comienza a doler el cuerpo en algún lado, y ahí mismo comienzan nuestras quejas! O en un momento recordamos algo que nos han dicho los vecinos, o que hemos visto en los diarios, o simplemente porque nos disgustamos con el clima, porque no nos gusta que esté nublado, o porque hace demasiado calor, o porque llueve, o porque hace mucho que no llueve, enseguida nos envuelven los motivos que van gestando en nosotros una cara llena de tristeza, de enojo o de amargura...

AncianosSin embargo, no son estos los motivos más graves que nos apartan de la fiesta. Es cuando le damos la espalda a Dios con nuestros pecados cuando más se nos escurren los motivos para la alegría, que ya no puede tener raíces si nos hemos tomado la vida por nuestra cuenta, olvidándonos de Dios...

En este tiempo de preparación al Cónclave no ha faltado quien mirara de este modo, con quejas, tristezas y amargura, lo que le toca vivir a la Iglesia. Esto sólo puede suceder si se le da la espalda a Dios, porque en realidad, como nos decía Benedicto XVI en la última Audiencia General del 27/02/2013, la Iglesia no era de él y no es nuestra [ni siquiera es de los Cardenales, podemos agregar nosotros], es del Señor, Él está siempre en su barca, y podemos entonces mirarla con confianza y alegría. Sea que seamos díscolos (como el hijo de la parábola que pidió a su Padre la parte de la herencia que le correspondía y se la gastó licenciosamente como si fuera suya), o nos parezca estar muy cerca de Dios aunque sin darnos cuenta que con Él no nos puede faltar nunca la alegría (como el otro hijo de la parábola, que se quedó en la casa con su Padre, y no fue capaz de darse cuenta de todo lo que tenía casa para alegrarse), hoy Jesús nos muestra, a través de esta parábola, cuáles son los motivos de la verdadera alegría...

Padre-hijo2. DIOS, PADRE MISERICORDIOSO, ES LA FUENTE DE LA VERDADERA ALEGRÍA... Cualquiera sea el motivo que nos impide vivir la vida como una fiesta, encontraremos el remedio de la misma manera que se les ofreció a los hijos de la parábola: Dios, Padre misericordioso, está siempre con los brazos abiertos, a la espera, para brindarnos su perdón y recibirnos cálidamente en su casa...

PadreEn realidad todos, de alguna manera, hemos tomado el camino del hijo que reclamó la herencia (aunque en realidad todavía no le pertenecía), para mal gastarla sin frutos, quedándose "en la calle", muriéndose de hambre. Así estamos cuando, con todos los dones que hemos recibido de Dios, gastamos nuestro tiempo, nuestras capacidades, nuestros dones (no hay que olvidarse: todos, sin excepción alguna, los tenemos, en diversas medidas), sin dar los frutos que de ellos podemos esperar, y el mismo Dios tiene derecho a esperar...

Podemos incluso también pensar que también a veces la Iglesia malgasta los dones de Dios. La Palabra que nos ha dejado y con la que nos habla cada día, así como también los sacramentos que son los signos visibles de su misericordia, destinados a todos los hombres de todos los tiempos, no llegan a los que los piden por nuestra debilidad y miseria. Por eso todos vivimos este tiempo de Cuaresma como un tiempo de conversión que nos permite volver nuestro corazón a Dios. Esto vale también para los Cardenales que se preparan para el Cónclave que a partir del 12 de marzo elegirá el nuevo Papa, que tienen en estos días la oportunidad de volver el corazón a Dios. El siempre nos espera con los brazos abiertos y la misericordia, causa de toda verdadera alegría...

MisericordiaDe todos modos, todos nosotros somos también como el "hijo bueno", "piadoso", que está siempre "cerca de Dios". Somos como el que nunca se fue de la Casa de su Padre, y tiene a mano todo lo que hay en esa Casa, y sin embargo es incapaz de alegrarse, porque se le ha cerrado el corazón. Ni si quiera se da cuenta que el otro hijo de su mismo Padre es su hermano, y enojado lo designa como "ese hijo tuyo". El perdón recibido por su hermano, que debería ser un verdadero motivo de alegría, es lo que lo enoja...

Es notable pero sucede más de una vez que los que tenemos los dones de Dios a nuestra disposición, al alcance de la mano, no nos alegramos. La Iglesia tiene siempre a mano los dones de Dios, pero no puede encerrarse sobre sí misma, desentendiéndose de los que no los tienen. No tendría de esa manera acceso a la verdadera alegría, para eso hace falta un paso más. De la misma manera, se puede decir, no basta con "ir puntualmente a la Misa", hace falta algo más, ponerse de rodillas, con las manos y el corazón abiertos a la misericordia de Dios, suplicando el fuego de su Amor y alegrándose cuando llega también a los demás...

Hijo3. LA FIESTA ES PARA TODOS, NOS TIENE QUE ALEGRAR EL PERDÓN DE LOS DEMÁS... La fiesta, de la que está salpicada la vida entera, es siempre signo y anticipo, cuando viene de Dios, de la gran Fiesta a la que Él nos ha invitado, que es el Cielo. Esa fiesta del Cielo, de la que la vida no es más que un camino de acceso y de preparación, es para todos. Dios, que no obliga a nadie a ir a esa Fiesta, ya que sólo invita, no quiere, sin embargo, dejar a nadie afuera de ella. Por esta razón, no basta hacer nuestro camino con "buena letra". Además, para participar de la Fiesta, hay que tener un corazón a la medida de las alegrías de Dios, es decir, un corazón que se alegre también cuando nuestros hermanos que han errado el camino, se arrepienten y se animan a retomar el buen camino. Hasta un perrito es capaz de animarse cuando retorna un hijo, y a veces a nosotros se nos hace difícil tan sencilla alegría. A propósito, alguno decía en estos días que no iba a rezar por alguien que se había muerto, porque no lo tenía entre sus amigos y sus simpatías, y además había hecho mucho daño. El problema es que la misericordia de Dios puede llegar a todos, y nadie nos garantiza que no nos toque "sentado" en el lugar de al lado en el Cielo alguien por quien nos parece que no tendríamos que rezar, así que mejor, para estar bien preparados, es un buen ejercicio rezar por todos...

PerdónPara que podamos participar de la alegría del Cielo no basta con que "seamos buenos" o estemos dispuestos a "pedir perdón" cuando no lo hacemos. También hace falta que seamos capaces de alegrarnos cuando los demás lo hacen...

Dios llama a todos a la Fiesta del Cielo, y seremos capaces de participar en ella si somos capaces de alegrarnos, no sólo cuando Dios nos perdona, sino también cuando lo hace a los demás...

En este tiempo rezar por los Cardenales que se reúnen en el Cónclave para elegir el nuevo Papa será rezar para que ellos descubran a quien podemos pensar que en su providencia ya Dios ha elegido para ser el nuevo Papa, y voten por él. Y así el nuevo Papa haga de la Iglesia lo que Dios quiere. Que la haga fiel a su misión y su tarea de abrir los brazos para acercar a todos la misericordia de Dios. Disponiendo así nuestro espíritu podremos disfrutar del Cielo, y por eso también ya desde ahora de la vida...

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