El Papa
Benedicto XVI nos ha mostrado que es un hombre de fe, que sabe
elegir bien los caminos, teniendo delante de sus ojos la meta.
Eligió un camino cuando eligió aceptar la elección que hicieron
de él los Cardenales en el Cónclave de 2005 como sucesor del
Apóstol San Pedro. Pero además podemos estar seguros que también
tuvo delante de los ojos la meta, cuando con la misma libertad
con la que aceptó esa misión, eligió renunciar y dejar a los
Cardenales la tarea de elegir un nuevo Papa...
El Papa tuvo siempre delante de sus ojos, abiertos a la luz de
la fe, la meta que Jesús le propuso, y nos enseña a todos
nosotros hacerlo con la confianza y la tranquilidad que sólo
pueden alcanzar un corazón que escucha a Dios y se dispone
siempre a responderle con fidelidad...
2. JESÚS PONE NUESTRA META EN
EL CIELO,
Y NOS MUESTRA CUÁL ES EL CAMINO... Jesús, después de haberle
prevenido a los Apóstoles que iban hacia Jerusalén, donde le
esperaba el paso amargo de la Cruz, se apareció trasfigurado
ante ellos, con el rostro resplandeciente y la blancura de sus
vestiduras, de carácter celestial. Era la gloria de Dios que
resplandecía en Él anticipadamente, para animar a los Apóstoles,
que lo acompañaban llenos de temor. Hablaba con Moisés y con
Elías, que representan a la Ley y a los Profetas, acerca de su
partida, es decir, de su paso, de su Pascua, que a través de la
Cruz lo llevaría a la Resurrección. Esta transfiguración de
Jesús ante sus Apóstoles más queridos tuvo la finalidad de
mostrarles que su camino iba a terminar bien, que tenía fijada
una buena meta, que es el Cielo. Y también nos sirve a
nosotros,
en nuestro camino cuaresmal, para animarnos en esta dura
marcha...
Nosotros también estamos hechos para la gloria y para la
Resurrección, nuestra meta también es el Cielo. Pero no se llega
allí de cualquier manera y por cualquier camino. Hace falta
seguir los pasos de Jesús. Ese camino es el de la Cruz, el de la
entrega plena y pacífica a Dios y a nuestros hermanos en el
amor. Todas las palabras que Jesús nos dice a lo largo de toda
su vida, y todo lo que Él hace, nos muestra ese camino. Por eso
en la transfiguración, en la que Jesús nos muestra la meta,
aparece la voz de Dios nuestro Padre diciéndonos con toda
claridad que los escuchemos a Jesús, y sólo a Él, y, por
supuesto, que le hagamos caso, ya que Él es el que nos muestra
no sólo la meta, sino quien nos dice cuál es el camino que allí
nos lleva. Hay que escuchar a Jesús, para no errarle al camino.
Y no hay que errarle al camino, si queremos llegar a la meta a
la que el mismo Jesús nos ha invitado con su Resurrección, y a
la que nos queremos preparar especialmente en este tiempo de
conversión, que es la Cuaresma...
Por eso resulta especialmente luminoso que la renuncia de
Benedicto XVI llegue a hacerse efectiva el próximo jueves, en
este tiempo de Cuaresma, y no puede suponerse que sea una mera
coincidencia, sino una decisión consciente del mismo Papa. Es un
tiempo de conversión para que los que fuimos unidos a Jesús y
rescatados por Él en el Bautismo y nos hemos apartado de Él,
volvamos a la fidelidad al don recibido. Y por eso este tiempo
de Cuaresma reclama que sea mayor nuestra oración, nuestro
espíritu de sacrificio y nuestro esfuerzo de acudir con el
corazón abierto a las necesidades de nuestros hermanos a través
de lo que tradicionalmente llamamos limosna, que con verdad
podemos llamar "un amor efectivo y comprometido". Estas
herramientas de la oración, el ayuno y la limosna van limando
las aristas de nuestra vida de fe, para que se mantenga más fiel
al camino en el que Jesús nos puso con el Bautismo, y que nos
lleva a la meta...
El
Año
de la Fe, iniciado por Benedicto XVI el 11 de octubre del
año pasado, cincuenta años después de iniciado el concilio
Vaticano II, es también una ocasión especial para la renuncia
del Papa. Bendicto XVI exhorta a toda la Iglesia a volver
durante todo este Año la mirada al Concilio Vaticano II para
descubrir todo lo que nos falta para llegar a completar todo lo
que este Concilio propuso para renovar eficazmente a la Iglesia.
Sin duda esto es un camino de fe. Lo que el Concilio Vaticano II
pretendió, efectivamente, fue renovar a toda la Iglesia desde
sus mismas entrañas. No se trata, por lo tanto, simplemente de
renovar algunas formas externas, por importantes que sean, no
alcanza con cambiar las formas o los colores de los ornamentos
litúrgicos, ni los modos de vestirse los clérigos o los hábitos
de los religiosos; se trata en cambio de renovar la fe de
siempre con nueva vitalidad, y así renovar la Iglesia entera y
la fidelidad con la que vive dedicada a su misión...
3. LA MIRADA EN EL CIELO, EN LA META, Y
LOS PIES EN LA TIERRA... Vamos hacia el Cielo, y sólo nos sirve
todo lo que nos acerca a esta meta. En primer lugar, entonces,
una fe renovada hará que no quitemos la mirada de la meta. A eso
nos ayuda especialmente la oración, a la que el Papa se dedicará
desde el jueves, una vez que se haga efectiva su renuncia, con
una nueva intensidad...
Es con la mirada
puesta en el Cielo que el Papa entendió que lo que ahora le tocaba
era presentar su renuncia. Así lo decía él mismo hoy en su último
rezado desde el departamento pontificio, asomado a la ventana que
da a la Plaza de San Pedro. Pero el Papa lo hizo teniendo al mismo
tiempo los pies bien sobre la tierra. Por eso es que, viviendo de
la fe, puede confiar en que los Cardenales que se reúnan en el
Cónclave sabrán elegir quién tome su lugar. Los Cardenales tendrán
ciertamente los ojos puestos en la meta, sin quitarlos de allí.
Viviendo entonces ellos mismos de la fe, y con los pies en la
tierra, encontrarán quién pueda, como Benedicto XVI, ser para
nosotros alguien que nos confirme en la fe (que esa es la misión
central del Papa), alguien que nos muestre cómo se debe hacer para
vivir hoy y aquí con fidelidad la fe, con los pies en la tierra,
para llegar a donde Jesús nos invita, por eso con los ojos en la
meta, el Cielo. Para eso Jesús nos regaló este don de la fe, a ser
vivido aquí en la tierra...