Predilectos...
Queridos amigos:
Lecturas
bíblicas de
la Misa de la Solemnidad del Bautismo del Señor, del Ciclo
Litúrgico C:
- ¡Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice su Dios! Hablen al
corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se
ha cumplido, que su culpa está paga, que ha recibido de la mano
del Señor doble castigo por todos sus pecados. Una voz proclama:
¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la
estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los
valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las
quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados,
en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y todos
los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del
Señor. Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena
noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la
buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, di a las
ciudades de Judá: «¡Aquí está tu Dios!». Ya llega el Señor con
poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria
lo acompaña y su recompensa lo precede. Como un pastor, él
apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho
a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz
(Isaías 40, 1-5 y 9-11).
- Querido hijo: La gracia de Dios, que es fuente de salvación
para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a
rechazar la impiedad y las concupiscencias del mundo, para vivir
en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras
aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de
nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. El se entregó por
nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y
crear para sí un Pueblo elegido y lleno en la práctica del bien.
Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y
su amor a los hombres, no por las obras de justicia que habíamos
realizado, sino solamente por su misericordia, él nos salvó,
haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el
Espíritu Santo. Y derramó abundantemente ese Espíritu sobre
nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador, a fin de
que, justificados por su gracia, seamos en esperanza herederos
de la Vida eterna (Carta a Tito 2, 11-14 y 3, 4-7).
- Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se
preguntaban
si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: «Yo
los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo,
y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus
sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego».
Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús.
Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo
descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó
entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en
quien tengo puesta toda mi predilección» (Lucas 3, 15-16 y
21-22).
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Predicaciones
del P. Alejandro W.
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