Esta fue mi predicación de hoy, 14 de febrero de
2010,
Domingo VI del Tiempo Ordinario del
Ciclo Litúrgico C,
en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1. EN
NUESTROS TIEMPOS
SE BUSCA EL PLACER EN TODO, YA Y SIN DEMORA... Esto parece
más o menos
razonable (aunque no del todo), cuando se trata de comer. No
sólo por
los ojos entra la comida, sino también por el sabor. Por
este motivo
cuando llega la hora de comer buscamos alimentos que no sólo
cumplan
con todas las condiciones que puede indicarnos un buen nutricionista,
sino que además sean ricos. El gusto, precisamente, tiene la
función de
ayudarnos a recibir los alimentos que necesitamos...
Ahora
bien, no todo es el gusto. Imaginemos que nos presentan una rica torta,
con crema, frutillas y dulce de leche, y comenzamos a comernos primero
la crema, después las frutillas con las que viene
acompañada, y
enseguida nos comemos todo el dulce de leche que hay entre capa y capa.
¿Cómo haremos después para comernos el
bizcochuelo, que es en realidad
donde se encuentra el alimento más sustancioso?...
De la
misma manera, en muchas otras cosas no puede empezarse por el placer,
sino que hay que saber postergarlo para el momento oportuno. Todos
disfrutamos esta casa grande en la que funciona el Hogar
Marín. Pero antes de poder disfrutarla hubo que poner en ella mucho
trabajo. No bastó con tirar en el terreno una
buena
cantidad de ladrillos, aunque ciertamente hayan hecho falta muchos.
Hubo que disponerlos pacientemente, uno sobre otro, en el orden
adecuado, para que llegaran a dar forma a esta casa. También
es
necesario decir que si hoy se la sigue disfrutando es porque se hace un
esfuerzo continuo para mantenerla, con orden
y perseverancia. El año pasado se trabajó sobre las cañerías de gas y
sobre todas las de agua, que siguen requiriendo todavía atención.
Después vendrá la electricidad, y así
siguiendo, una cosa por vez, respondiendo a las urgencias del
mantenimiento...
De esto mismo nos habla hoy Jesús en las
Bienaventuranzas, en la
versión con la que nos las presenta el Evangelio de San
Lucas,
acompañadas con los lamentos por los que no viven conforme a
ellas. Jesús llama felices a los pobres porque a
ellos les pertenece el Reino de Dios (la única
vez que lo dice en presente). Pero ese Reino no manifiesta toda
su potencia en este tiempo, en esta dimensión, en esta
historia que hoy
vivimos, sino que reclama la salvación, que Jesús
nos ha ganado con su
Resurrección...
2. LAS MEJORES
BENDICIONES LLEGARÁN EN EL TIEMPO DE LA
RESURRECCIÓN... Dios se ocupa
continuamente de nosotros y de los frutos de la vida que de su mano
hemos recibido...
Muchas bendiciones nos acompañan diariamente,
aunque a veces las dejemos pasar como si fueran
bienes que se nos deben, sin mayor conciencia y sin la menor gratitud
por todos ellos. Desde la luz del sol, que está siempre
aunque a veces
lo tapen las nubes, hasta el aire que respiramos (y que,
desgraciadamente, en las grandes ciudades contaminamos), pasando por
todos los alimentos que reparan nuestras fuerzas, así como
también por
las pequeñas y las grandes alegrías que nos
brinda la vida, cada día
tenemos un montón de motivos que nos deberían
mover a una continua
gratitud a Dios...
Sin
embargo, así como las cosas más importantes de la
vida no se alcanzan
sin grandes esfuerzos, incluso a veces más
grandes que los que nos parece posible afrontar, también hay que
recordar que no se alcanza la Vida
eterna sin la
muerte. Y si la podemos alcanzar es porque Jesús
resucitando nos
regresó al plan original de Dios, que nos ha hecho para la
Vida. Por
eso San Pablo nos recuerda hoy que Jesús
resucitó, y que sin la
Resurrección de Jesús, sería vana, es
decir, vacía, nuestra fe, y
nosotros los hombres más dignos de lástima...
Cuando llegan,
entonces, las horas oscuras en las que la vida se parece a una
larga noche, cuando pasamos por esas etapas en
las que no
se ven los frutos de la fe y sólo se tienen delante de los
ojos los
esfuerzos que nos reclama, conviene tener presente que las mejores
bendiciones que Dios nos tiene preparadas llegarán en el
tiempo de la
Resurrección. Hechos para la Vida eterna, en esta etapa
provisoria, y
que por lo tanto no dura para siempre, no es posible ver todos sus
frutos...
Pero además, conforme a las bienaventuranzas y
las
correspondientes lamentaciones que Jesús proclama ante las
diversas
actitudes y situaciones de la vida, en el tiempo de la
Resurrección, es
decir, cuando concluya esta etapa provisoria del mundo que se
desarrolla en la historia, se producirá un cambio. Muchas
alegrías
provisorias terminarán siendo eternas tristezas, y muchas
tristezas
provisorias se cambiarán por una eterna alegría.
Y esa situación
definitiva, para bien o para mal, será simplemente la
consecuencia de
la fidelidad con la que hayamos seguido, o la rebeldía con
la que nos
hayamos apartado, del camino que Jesús nos va proponiendo
cada día...
3. REDIMIDOS POR
JESÚS, TODO ES YA, DESDE AHORA, UNA GRAN
BENDICIÓN... De todos modos,
tampoco es necesario esperar al final para ver todos los resultados.
Algunos se manifiestan ya, desde ahora, mostrándonos la
bendición
con la que Dios nos acompaña todos los
días...
Cuando
vivimos
conscientes del destino de eternidad al que hemos sido llamados por
Dios, las cosas adquieren su verdadera dimensión, y nos
animamos a
vivir de una manera nueva. En todos los momentos y circunstancias de la
vida, en la salud o en la enfermedad, en el
sufrimiento o en el gozo (cf. en los
textos litúrgicos de la Misa el Prefacio Común
VIII, que usaremos hoy), vemos la mano de
Jesús, que no deja de bendecirnos,
indicándonos el
camino. Viviendo fielmente nuestra fe, todos nosotros podemos
convertirnos en signos de la bendición de Dios que nos llega
cada día. Las
Hermanitas de los Pobres, por ejemplo, a
través de su
Consagración a servir a Jesús en el rostro de los
ancianos pobres se
convierten en un signo del Reino que esperamos y que ellas ayudan a
anticipar. Por eso su vocación consiste de una manera esencial en
dedicarse a alegrar la vida de los residentes en sus Hogares, siendo
para ellos un signo de la bendición de Dios, que nos
redimió con la Cruz y la Resurrección de Jesús, para que en todo
podamos ver una
bendición de Dios, anticipo de la bendición final, en la
que toda hambre será
saciada y todo llanto será calmado...