Muestra y oculta...

Queridos amigos: 

Esta fue mi predicación de hoy, 31 de enero de 2010, Domingo IV del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico C, en el Hogar Marín:

Traviesos1. A VECES LOS QUE MÁS NOS CONOCEN PUEDEN SER LOS QUE MENOS NOS CREEN... Esto nos pasa a todos, en mayor o en menor medida, en todos los lugares donde más nos conocen. Como nos ven todos los días y saben cómo nos movemos y cómo nos comportamos en cada oportunidad,  no es fácil que podamos cambiar la imagen que tienen de nosotros, quizás construida a lo largo de muchos años. No bastará con un arranque genial de un momento o con una frase inspirada, aunque sea guiada por las mejores intenciones...

Bla blaCon los que más nos conocen serán más elocuentes los hechos que las palabras. Por ejemplo si hemos crecido en nuestra fe, quizás a partir de una experiencia fuerte o especial que nos ha marcado profundamente, para que comprendan lo que nos ha pasado no bastarán las palabras, que no alcanzarán para cambiar la imagen que a lo largo del tiempo los demás se han hecho de nosotros, sino que tendremos que armarnos de paciencia. Para que nos crean harán falta hechos que muestren qué es lo que ha cambiado en nosotros. Las palabras podrán servir de explicación, pero no podrán reemplazar a los hechos...

Bla blaYa lo dice un conocido refrán: "hazte la fama y échate a dormir" (una vez que te has hecho una fama, no será fácil que logres cambiarla). Y quizás por esta razón haya nacido el refrán que Jesús hoy nos recuerda, "ningún profeta es bien recibido en su tierra", o como se dice habitualmente, "nadie es profeta en su tierra". Pero eso no nos dispensa de ser testigos de nuestra fe, también, y quizás especialmente, entre los que más nos conocen, ya que si la fe nos va cambiando la vida (y es lógico que así sea, si la tomamos en serio), es justo y necesario que también ellos lo vean...

Jesús también pasó por esta dificultad. En Cafarnaúm, donde no lo conocían, comenzó su predicación, hizo los primeros signos (como el cambio del agua en vino en las Bodas de Caná)  y reunió los primeros discípulos. Pero en Nazaret, donde había crecido, no les bastaba con lo que de Jesús se decía. Para aceptarlo como profeta y como Hijo de Dios ellos querían "pruebas" evidentes que les ahorraran el esfuerzo de darle crédito al que creían que ya conocían desde hace tiempo, y al que en todo ese tiempo no habían llegado a descubrir en toda su dimensión...

Jesús y un joven2. LA HUMANIDAD DE JESÚS NOS DEJA VER A DIOS, PERO TAMBIÉN NOS LO OCULTA... Dios se hizo Hombre para poder hablarnos con palabras humanas. Haciéndose carne la Palabra de Dios comenzó a pronunciarse humanamente. Esto nos ha permitido conocer y comprender a Dios de una manera que nunca hubiéramos podido alcanzar, si no fuera por la grandeza de su amor, que lo llevó a acercarse a nosotros de esta manera. A los jóvenes les gusta imaginar a Jesús como alguien cercano por su humanidad, capaz de sentarse con ellos en el banco de una plaza...

Jesús meditaPero, de todos modos, a la luz de lo que les pasó a los que lo conocían "de toda la vida" en Nazaret, hace falta que estemos atentos, para que nos "escape" la posibilidad de conocer a Jesús. Su humanidad, que lo hacía cercano y comprensible para todos, al mismo tiempo les ocultaba su más verdadera y profunda realidad, su condición divina...

Estando ya en el comienzo del tercer milenio de la era cristiana, y quizás habiendo crecido muchos de nosotros rodeados del testimonio vivo de Jesús, que hemos recibido de nuestras familias y de los ambientes en los que nos movemos habitualmente, es bueno que nos preguntemos si Jesús no se nos ha convertido, en alguna medida, alguien tan familiar, que ya no esperamos de él nada que nos pueda asombrar, y acostumbrados a oír su Palabra...

AdoraciónAnte Jesús, Dios hecho hombre para nuestra salvación, vale la pena que nos preguntemos si todavía estamos abiertos a la riqueza de su misterio. ¿Cuántas veces hemos oído la lectura de los hechos más importantes de su vida, como su nacimiento, su muerte en Cruz y su Resurrección, o de las palabras más importantes que pronunció, como las parábolas o las bienaventuranzas? ¿Seguimos abiertos ante su misterio infinito, o ya no esperamos de Él nada que nos sorprenda o nos conmueva? Si esto sucediera, estaríamos en las mismas condiciones que sus conciudadanos de Nazaret, que de tanto verlo crecer entre ellos, ya no estaban dispuestos a prestarle atención mientras no les mostrara signos especiales. Cuando esto nos sucede, la humanidad de Jesús, que nos muestra a Dios, su cercanía y familiaridad, puede ser también lo que nos oculte su misterio y la salvación, que Él nos acerca...

Quizás por eso Jesús ha previsto también que sus palabras nos lleguen a través de ecos inesperados. Muchas veces he pensado que Dios se vale a veces de instrumentos impensados. Algunos poetas, como Antonio Machado, o cantores, como Serrat (o muchos otros que es imposible enumerar aquí de manera completa), aunque se definen a sí mismos como escépticos (es decir, afirman que es inútil preguntarse sobre Dios ya que aún en el caso de existir sería imposible conocerlo y por lo tanto no sirve esa pregunta), dejan ver en sus creaciones palabras que parecen puestas por el mismo Jesús en su bocas...

Abierto3. HAY QUE TENER EL CORAZÓN ABIERTO PARA RECIBIR A DIOS, QUE SE NOS MANIFIESTA... Por esta razón, me parece que los que estamos más habituados a "tratar" con Jesús con frecuencia, tenemos que estar muy atentos, para que no se nos cierre el corazón, de manera que ya nada nos llame la atención de Él, y lo que nos quiere decir se nos pierda...

ancianoPodrían pensarse otros modos, pero me parece que lo que nos puede ayudar a estar siempre con el corazón abierto, para recibir a Dios que se nos muestra a través de los caminos habituales, en la predicación del Evangelio y en la vida de la Iglesia, es mantener encendido en nosotros el corazón mismo del Evangelio, que es el amor...

Llave del corazónSe trata de un amor como el que nos invita a vivir el mismo Jesús con cada palabra del Evangelio, y que nos describe con precisión San Pablo, al decirnos que el amor que nos enseña Jesús como un camino de vida es un amor paciente, servicial; sin envidia, sin alarde, sin grandezas vanas (vacías), que no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Un amor, por lo tanto, a la medida de Dios, que todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo soporta, todo lo espera. Nada hará más fuerte y más creíble el testimonio de nuestra fe que un amor perseverante vivido de esta manera...


Lecturas bíblicas del Domingo IV del Tiempo Ordinario del Ciclo C:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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