Para que crezca...
Queridos amigos:
1.
LA VIDA ES UN DON DE DIOS, QUE HAY QUE ALIMENTAR PARA QUE CREZCA...
Todos hemos recibido la vida como un don que viene de Dios, a través
de nuestros padres que nos engendraron. En ese momento éramos muy
pequeños, y al nacer no pasábamos de tres o cuatro kilos, gramo más
o gramo menos. a partir de allí tuvimos que alimentarnos mucho para
llegar a pesar lo que hoy pesamos, diez, veinte, treinta y hasta
cuarenta veces más en algún caso, que lo que pesábamos al nacer...
Sin duda siempre
fue importante el alimento a lo largo de nuestra vida, y sigue
siéndolo, pero de una manera crucial lo fue al comienzo. Nuestra
primera alimentación nos marca, los alimentos de los primeros años
de nuestra vida han sido claves para que crezcamos bien, y allí han
estado nuestras madres o quienes hicieron sus veces para hacerse
cargo de nuestra vida y nuestro alimento. Por eso desde la
antigüedad, ya en Grecia y en Roma, se celebraba el día de la madre,
y hoy se lo hace en muchos lugares del mundo en distintas fechas, en
particular en Argentina el tercer Domingo de octubre...
Sin embargo, con todo lo importante que es la sana alimentación de
nuestro cuerpo, hay algo que lo es todavía más: se trata de la
oración, un alimento que nos permite alimentar la vida de Dios en
nosotros. Por eso hoy Jesús, con la sorprendente parábola de un juez
injusto, quiere exhortarnos a rezar sin claudicación...
2. HAY QUE REZAR SIEMPRE: DIOS HACE SU JUSTICIA "EN UN ABRIR Y
CERRAR DE OJOS"... La oración alimenta en nosotros la vida de Dios y
nos hace capaces de aprovechar toda la energía que hay en ella, para
llevar adelante también nuestra vida terrenal. El juez injusto de la
parábola no temía a Dios, ni le importaban los hombres. Le faltaban
virtudes indispensables para construir la justicia, que sólo se
alcanza con mucha paciencia y esfuerzo, queriendo con todo el
corazón a Dios, y ocupándonos con pasión de hacer el bien a todos.
Muchas situaciones de hoy pueden hacernos pensar en este juez
injusto, y podemos desanimarnos. Cualquier semejanza de la realidad
con la parábola del juez injusto es precisamente, una prolija
semejanza. Si miramos lo que sucede hoy a nuestro alrededor (aunque
hay cosas que hacen especialmente dramático nuestro tiempo, no
creo
que haya sido muy distinto en otros anteriores), fácilmente puede
desalentarnos la falta de justicia que vemos por todos lados y que
afecta a tantas personas, y posiblemente a nosotros mismos, al menos
en algún aspecto. Hoy nos hace falta la justicia. ¿Cómo no perder la
fe ante tanta injusticia que somete a veces a muchos inocentes que
sufren sus consecuencias?...
Frente
a esto Dios
nos habla de su justicia, que es especial, es diferente. La justicia
de Dios es la salvación. Consiste en que todo tenga, finalmente, un
buen final, para los que aman a Dios y les importan los demás.
Consiste, al fin de cuentas, en que todo el esfuerzo y la virtud del
camino no caiga en saco roto y tenga un buen final, un buen sentido.
La justicia de Dios es el Cielo. Por eso Dios nos dice que Él hace
su justicia "en un abrir y cerrar de ojos"...
El tiempo que se
toma Dios para hacer su justicia no es ni más ni menos, sino
justamente ése: "abrimos los ojos" al nacer, y los "cerramos"
definitivamente en nuestra muerte. Para cada uno de nosotros, la
justicia de Dios se toma el tiempo que va desde nuestro nacimiento
hasta nuestra muerte, y se manifiesta más allá de esta frontera, en
la eternidad. Y para realizar la justicia en el mundo entero, el
tiempo que se toma Dios es el del mundo entero...
Mientras vamos transcurriendo este tiempo de Dios, pueden llegar los
momentos de desaliento, en los que puede parecernos que nos quedamos
sin aliento para llegar hasta el final, vencidos por el peso de las
injusticias humanas. Por eso es que necesitamos siempre ese
"oxígeno
espiritual", que nos permite seguir creyendo que vale la pena el
esfuerzo de hacer la parte de justicia que a cada uno de nosotros
nos toca, mientras esperamos confiados la justicia de Dios. Los que
están aquí, al lado, en mi casa, en mi mesa, en mi cuadra, en mi
barrio, en mi ciudad, esperan de mí una justicia que sólo yo les
puedo dar. Por eso la justicia empieza a construirse, como la paz,
desde adentro hacia afuera. Sin embargo, lo que cada uno de nosotros
haga en favor de la justicia seguramente no alcanzará para que el
mundo pase de un momento a otro a ser todo lo justo que esperamos. Y
por eso necesitamos rezar siempre...
3. HAY
QUE REZAR SIEMPRE, SIN DESANIMARSE, CONFIADOS EN LA JUSTICIA DE
DIOS... Para que no lleguen las horas de desaliento, nada puede
ayudarnos más que la oración. Pero también cuando llegan los
momentos de desaliento lo que más puede ayudarnos es entregarnos a
la oración...
Cuando
Moisés bajaba los brazos en medio de la batalla, nos dice el
libro del Éxodo en la primera lectura, la derrota caía sobre su
pueblo. Con la ayuda de los que estaban con él volvía a levantar
los brazos, y de nuevo encontraban el camino de la victoria.
Me
parece que esta imagen nos habla hoy especialmente de la tarea
de las madres que, junto con los padres, han sido especiales
colaboradoras de Dios, que siembra la vida llamándonos a un
destino de eternidad a todos los hombres y mujeres que hemos
sido engendrados desde el inicio del mundo...
Perseveremos en la oración, sin desanimarnos, con los
brazos
en alto, "hasta la caída del sol". El momento de la muerte es como
el atardecer de nuestra vida (dice San Juan de la Cruz), que
puede
asimilarse a la "caída del sol". Es en ese momento cuando seremos
juzgados en el amor a Dios, y a los hombres. Perseverando en la
oración, confiemos en la justicia de Dios, que nos ha llamado a
todos a la vida eterna...
Lecturas
bíblicas del
Domingo XXIX del Tiempo Ordinario del Ciclo C:
- Los amalecitas atacaron a Israel en Refidim.
Moisés dijo a Josué:
«Elige a algunos de nuestros hombres y ve mañana a
combatir contra
Amalec. Yo estaré de pie sobre la cima del monte, teniendo
en mi mano
el bastón de Dios». Josué hizo lo que
le había dicho Moisés, y fue a
combatir contra los amalecitas. Entretanto, Moisés,
Aarón y Jur habían
subido a la cima del monte. Y mientras Moisés
tenía los brazos
levantados, vencía Israel; pero cuando los dejaba caer,
prevalecía
Amalec. Como Moisés tenía los brazos muy
cansados, ellos tomaron una
piedra y la pusieron donde él estaba. Moisés se
sentó sobre la piedra,
mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno
a cada lado. Así sus
brazos se mantuvieron firmes hasta la puesta del sol. De esa
manera,
Josué derrotó a Amalec y a sus tropas al fino de
la espada (Éxodo 17,
8-13).
- Querido hijo: Permanece fiel a la doctrina que aprendiste y
de la
que estás plenamente convencido: tú sabes de
quiénes la has recibido.
Recuerda que desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras:
ellas
pueden darte la sabiduría que conduce a la
salvación, mediante la fe en
Cristo Jesús. Toda la Escritura está inspirada
por Dios, y es útil para
enseñar y para argüir, para corregir y para educar
en la justicia, a
fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado
para hacer
siempre el bien. Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo
Jesús, que
ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y en nombre de su
Manifestación y de su Reino: proclama la Palabra de Dios,
insiste con
ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia
incansable
y con afán de enseñar (2 Timoteo 3, 14 - 4, 2).
- Jesús enseñó con una
parábola que era necesario orar siempre sin
desanimarse: «En una ciudad había un juez que no
temía a Dios ni le
importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda
que
recurría a él, diciéndole: "Te ruego
que me hagas justicia contra mi
adversario". Durante mucho tiempo el juez se negó, pero
después dijo:
"Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta
viuda me
molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a
fastidiarme"». Y el Señor dijo: «Oigan
lo que dijo este juez injusto. Y
Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que
claman a él día y noche,
aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de
ojos
les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre,
¿encontrará fe
sobre la tierra?» (Lucas 18, 1-8).
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Predicaciones
del P. Alejandro W.
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