Para que crezca...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 17 de octubre de 2010, Domingo XXIX del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico C, y Día de la Madre en Argentina, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín (clic aquí para verla y oírla en Youtube):

Bebe1. LA VIDA ES UN DON DE DIOS, QUE HAY QUE ALIMENTAR PARA QUE CREZCA... Todos hemos recibido la vida como un don que viene de Dios, a través de nuestros padres que nos engendraron. En ese momento éramos muy pequeños, y al nacer no pasábamos de tres o cuatro kilos, gramo más o gramo menos. a partir de allí tuvimos que alimentarnos mucho para llegar a pesar lo que hoy pesamos, diez, veinte, treinta y hasta cuarenta veces más en algún caso, que lo que pesábamos al nacer...

Bebe y mamáSin duda siempre fue importante el alimento a lo largo de nuestra vida, y sigue siéndolo, pero de una manera crucial lo fue al comienzo. Nuestra primera alimentación nos marca, los alimentos de los primeros años de nuestra vida han sido claves para que crezcamos bien, y allí han estado nuestras madres o quienes hicieron sus veces para hacerse cargo de nuestra vida y nuestro alimento. Por eso desde la antigüedad, ya en Grecia y en Roma, se celebraba el día de la madre, y hoy se lo hace en muchos lugares del mundo en distintas fechas, en particular en Argentina el tercer Domingo de octubre...

Sin embargo, con todo lo importante que es la sana alimentación de nuestro cuerpo, hay algo que lo es todavía más: se trata de la oración, un alimento que nos permite alimentar la vida de Dios en nosotros. Por eso hoy Jesús, con la sorprendente parábola de un juez injusto, quiere exhortarnos a rezar sin claudicación...
 
2. HAY QUE REZAR SIEMPRE: DIOS HACE SU JUSTICIA "EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS"... La oración alimenta en nosotros la vida de Dios y nos hace capaces de aprovechar toda la energía que hay en ella, para llevar adelante también nuestra vida terrenal. El juez injusto de la parábola no temía a Dios, ni le importaban los hombres. Le faltaban virtudes indispensables para construir la justicia, que sólo se alcanza con mucha paciencia y esfuerzo, queriendo con todo el corazón a Dios, y ocupándonos con pasión de hacer el bien a todos. Muchas situaciones de hoy pueden hacernos pensar en este juez injusto, y podemos desanimarnos. Cualquier semejanza de la realidad con la parábola del juez injusto es precisamente, una prolija semejanza. Si miramos lo que sucede hoy a nuestro alrededor (aunque hay cosas que hacen especialmente dramático nuestro tiempo, no creo que haya sido muy distinto en otros anteriores), fácilmente puede desalentarnos la falta de justicia que vemos por todos lados y que afecta a tantas personas, y posiblemente a nosotros mismos, al menos en algún aspecto. Hoy nos hace falta la justicia. ¿Cómo no perder la fe ante tanta injusticia que somete a veces a muchos inocentes que sufren sus consecuencias?...

BebeFrente a esto Dios nos habla de su justicia, que es especial, es diferente. La justicia de Dios es la salvación. Consiste en que todo tenga, finalmente, un buen final, para los que aman a Dios y les importan los demás. Consiste, al fin de cuentas, en que todo el esfuerzo y la virtud del camino no caiga en saco roto y tenga un buen final, un buen sentido. La justicia de Dios es el Cielo. Por eso Dios nos dice que Él hace su justicia "en un abrir y cerrar de ojos"...

AncianoEl tiempo que se toma Dios para hacer su justicia no es ni más ni menos, sino justamente ése: "abrimos los ojos" al nacer, y los "cerramos" definitivamente en nuestra muerte. Para cada uno de nosotros, la justicia de Dios se toma el tiempo que va desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, y se manifiesta más allá de esta frontera, en la eternidad. Y para realizar la justicia en el mundo entero, el tiempo que se toma Dios es el del mundo entero...

Mientras vamos transcurriendo este tiempo de Dios, pueden llegar los momentos de desaliento, en los que puede parecernos que nos quedamos sin aliento para llegar hasta el final, vencidos por el peso de las injusticias humanas. Por eso es que necesitamos siempre ese "oxígeno espiritual", que nos permite seguir creyendo que vale la pena el esfuerzo de hacer la parte de justicia que a cada uno de nosotros nos toca, mientras esperamos confiados la justicia de Dios. Los que están aquí, al lado, en mi casa, en mi mesa, en mi cuadra, en mi barrio, en mi ciudad, esperan de mí una justicia que sólo yo les puedo dar. Por eso la justicia empieza a construirse, como la paz, desde adentro hacia afuera. Sin embargo, lo que cada uno de nosotros haga en favor de la justicia seguramente no alcanzará para que el mundo pase de un momento a otro a ser todo lo justo que esperamos. Y por eso necesitamos rezar siempre...

Unidos en la3. HAY QUE REZAR SIEMPRE, SIN DESANIMARSE, CONFIADOS EN LA JUSTICIA DE DIOS... Para que no lleguen las horas de desaliento, nada puede ayudarnos más que la oración. Pero también cuando llegan los momentos de desaliento lo que más puede ayudarnos es entregarnos a la oración...

Manos de oracionCuando Moisés bajaba los brazos en medio de la batalla, nos dice el libro del Éxodo en la primera lectura, la derrota caía sobre su pueblo. Con la ayuda de los que estaban con él volvía a levantar los brazos, y  de nuevo encontraban el camino de la victoria. Me parece que esta imagen nos habla hoy especialmente de la tarea de las madres que, junto con los padres, han sido especiales colaboradoras de Dios, que siembra la vida llamándonos a un destino de eternidad a todos los hombres y mujeres que hemos sido engendrados desde el inicio del mundo...

Perseveremos en la oración, sin desanimarnos, con los brazos en alto, "hasta la caída del sol". El momento de la muerte es como el atardecer de nuestra vida (dice San Juan de la Cruz), que puede asimilarse a la "caída del sol". Es en ese momento cuando seremos juzgados en el amor a Dios, y a los hombres. Perseverando en la oración, confiemos en la justicia de Dios, que nos ha llamado a todos a la vida eterna...


Lecturas bíblicas del Domingo XXIX del Tiempo Ordinario del Ciclo C:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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