Ensanchar el corazón...
Queridos amigos:
1. TODOS LOS DÍAS
SUCEDEN MILAGROS, Y MUCHAS VECES NI NOS DAMOS CUENTA... Todos los
días, quizás mucho antes que nos despertemos, el sol está ya
dándonos su calor y energía. Es cierto que a veces está nublado, y
eso no nos deja verlo. Pero si el sol no estuviera, hace rato que ya
estaríamos del todo congelados o desintegrados. Si el sol no
estuviera atrayendo a la tierra continuamente, como el centro de
gravedad alrededor del cual gira continuamente, con ese maravilloso
equilibrio que la atracción gravitacional logra entre todos los
planetas, estrellas y demás componentes del sistema solar, vaya uno
a saber hacia donde habría salido disparada la tierra...
Por otra parte, no
sólo el sol nos hace falta, y está puntualmente todos los días
cumpliendo su función. Las nubes, así como también la lluvia a la
que las nubes dan origen (a veces como tenue llovizna, otras veces
con furia estremecedora), también acuden en nuestro auxilio. En este
tiempo de primavera, la lluvia viene muy bien para el trigo
sembrado, y gracias a ella dentro de unos meses tendremos el grano
que nos permitirá seguir teniendo pan sobre la mesa. Así que,
nublado y todo, el sol está siempre cumpliendo su función, lo mismo
que cada parte de este universo que Dios nos ha regalado como casa
para todos. Maravilla de la creación, de la que a veces no tomamos
suficiente conciencia, y que verdaderamente no está nada mal...
Además,
cuando nos despertamos esta mañana, seguramente pudimos darnos
cuenta que seguíamos respirando. Pudimos constatar de esa manera que
seguía habiendo oxígeno en el aire, con mayor o menor
concentración
o pureza, pero siempre presente para cumplir su función de
combustible esencial para nuestra supervivencia. Si no hubiera sido
así, nos hubiéramos ahogado, y en realidad ni siquiera nos
hubiéramos despertado. Tampoco esto está nada mal. Por último, esta
mañana al despertar seguramente también pudimos darnos cuenta que
hoy nuevamente circulaba la sangre por nuestras venas. Cierto, si
tenemos las arterias un poco tapadas, como a veces pasa con la edad
o cuando hemos abusado de las grasas en nuestra comida, o si tenemos
problemas de presión y además por no hacerle caso al médico comemos
con sal, quizás circule por nuestras venas un poco menos de sangre
que la que necesitamos para estar en condiciones óptimas, o un poco
más lenta que lo que convendría. Pero, de todos modos, si hemos
llegado a este momento del día es porque la sangre está circulando,
y su impulsor natural, el corazón, sigue haciéndola recorrer su
circuito para llevar oxígeno a todo el organismo. Y esto tampoco
está nada mal...
A pesar de todos estos pequeños (o grandes) milagros de cada día, es
muy posible que con facilidad caigamos en una extraña manía que
consiste en obsesionarnos siempre por lo que nos falta. Así, a veces
exigimos como un derecho lo que sólo tendríamos que pedir como un
don, un regalo, una gracia. Dando todo por supuesto, terminamos
siendo desagradecidos. Prestando más atención a lo que falta que a
lo que tenemos, perdemos esa primera alegría, que podría ser la
plataforma de partida por donde arrancar nuestra actitud ante la
vida de cada día: simplemente prestar atención a "lo que está", que
es mucho y no está nada mal. Por eso hoy Jesús, a través de la
curación de unos leprosos, quiere educarnos en una virtud para la
que es necesario ensanchar el corazón...
2. LA
GRATITUD ES UNA VIRTUD QUE CABE SÓLO EN LOS CORAZONES GRANDES...
Para comprender en todo su contenido la virtud a la que Jesús nos
quiere despertar, es necesario primero comprender todo lo que Él no
da. Jesús, que murió por nosotros en la Cruz, resucitó de entre los
muertos para darnos la vida eterna, y ahora vive para siempre, como
recordaba hoy San Pablo. La resurrección de Jesús nos permite a
nosotros participar de su Vida, que es "la única", la verdadera. Y
por eso, por pura misericordia de Dios, hoy nuestra muerte puede
llevarnos a la Vida. Tanto la enfermedad, como toda otra larga
cantidad de males que hasta ahora sólo eran signo y camino hacia la
muerte, hoy son signo y camino hacia la salvación (conviene
recordar
que esta palabra tiene la misma raíz que salud, y es la salud más
completa, ya que se trata de una salud que ya nadie nos puede
quitar, porque consiste en alcanzar el sentido pleno de la vida,
junto a Dios, para toda la eternidad). Así, de la mano de Jesús el
dolor se convierte en un camino a la paz...
Jesús hoy nos despierta, a través del leproso curado que volvió a
darle gracias porque se dio cuenta de lo que le había pasado, a
mirar las cosas en su verdadera dimensión. Para ello basta que
abramos los ojos y "nos demos cuenta". Diez fueron los curados, y
uno solo vio lo que le había pasado. Sólo el extranjero fue quien se
dio cuenta de lo que Jesús había hecho en él. Y volviendo a Jesús
con un corazón agradecido, movido por la fe, encontró en Él no sólo
la salud, sino también, como Jesús se lo hace ver, la
salvación...
Con
una actitud agradecida, la vida se nos presenta como un horizonte
sin medida, y se despliega ante nosotros como la oportunidad de
abrirnos hacia la eternidad. Pero debe ser grande el corazón, para
no atribuirse como propio el don recibido, siguiendo el camino de la
vida como si nada hubiera pasado y como si todo lo que nos ha sido
dado fuera algo que teníamos derecho a exigir. En un corazón grande
siempre el regalo recibido lleva a mirar a quien nos lo ha dado, con
una gratitud también grande. Cuando el corazón se hace grande,
además de todos los regalos o dones con los que Dios nos trata
cada
día, cabe en él la gratitud. Y con un corazón agradecido, los dones
más habituales y cotidianos alimentan nuestra fe, y se convierten en
nuestra oportunidad de volver a Dios, única fuente de nuestra
salvación...
Podemos pedirle a Dios muchos milagros todos los días, y si nos
convienen para nuestro fin eterno, seguramente no dejará de
hacerlos. Pero no es eso lo que más nos hace falta. Lo que
necesitamos, porque es lo que más nos urge, es la salvación. Sólo en
un corazón agradecido hay lugar para la salvación...
3. HAY QUE ENSANCHAR EL CORAZÓN CON EL AMOR, PARA
ALCANZAR LA SALVACIÓN... Para alcanzar la salvación, entonces, hace
falta un corazón grande, ya que sólo así cabrá en él la gratitud.
Habrá que quitarle, entonces, los cerrojos al corazón, para que
crezca a la medida de la salvación que Dios nos quiere dar...
Una vez que le hayamos quitado los cerrojos, lo que hará posible que
se ensanche nuestro corazón serás el amor. Recordemos, por otra
parte, como he dicho ya otras veces, que el corazón de cada uno de
nosotros es muy peculiar: tiene una llave que sólo se puede abrir
desde adentro, nadie entra en él si no quitamos los cerrojos...
Por eso Jesús nos
llama a vivir siempre decididamente comprometidos en el amor.
Surgidos del amor de Dios, cada uno de nosotros fuimos hechos para
el amor. Y es el amor firme y constante, con el que nos ocupamos
cada día de hacer lo que es bueno para nuestros hermanos (un amor
perseverante, que se ocupa de encontrar y hacer lo que es bueno para
los otros), el que hará que nuestro nuestro corazón sea cada vez más
amplio y nosotros cada vez más agradecidos. Así como los músculos
crecen y se fortalecen con el ejercicio, el corazón crece y se hace
grande con el amor. Y sólo un corazón que se ensancha cada día más
con el amor efectivo y comprometido con nuestros hermanos, se hace a
la medida de Dios. De esta manera, si nuestro corazón se engrandece
cada día por el amor, cabrá en él las gratitud, y como el leproso
samaritano, recibiremos de Dios no sólo milagros, sino el único bien
irreemplazable, la salvación...
Lecturas
bíblicas
del Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario del Ciclo C:
- Naamán bajó y se sumergió siete veces en el Jordán,
conforme a
la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de
un muchacho joven y quedó limpio. Luego volvió con toda su
comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se presentó
delante de él y le dijo: «Ahora reconozco que no hay Dios en
toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un
presente de tu servidor.» Pero Eliseo replicó: «Por la vida del
Señor, a quien sirvo, no aceptaré nada.» Naamán le insistió para
que aceptara, pero él se negó. Naamán dijo entonces: «De
acuerdo; pero permite al menos que le den a tu servidor un poco
de esta tierra, la carga de dos mulas, porque tu servidor no
ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses, fuera del
Señor» (2 Reyes 5, 14-17).
- Querido hermano: Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de
entre los muertos y es descendiente de David. Esta es la Buena
Noticia que yo predico, por la cual sufro y estoy encadenado
como un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada.
Por eso soporto estas pruebas por amor a los elegidos, a fin de
que ellos también alcancen la salvación que está en Cristo Jesús
y participen de la gloria eterna. Esta doctrina es digna de fe:
Si hemos muerto con él, viviremos con él. Si somos constantes,
reinaremos con él. Si renegamos de él, él también renegará de
nosotros. Si somos infieles, él es fiel, porque no puede renegar
de sí mismo (2 Timoteo 2, 8-13).
- Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de
Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al
encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y
empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de
nosotros!» Al verlos, Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los
sacerdotes.» Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos,
al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en
voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en
tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo
entonces: «¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros
nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino
este extranjero?» Y agregó: «Levántate y vete, tu fe te ha
salvado» (Lucas 17, 11-19).
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Predicaciones
del P. Alejandro W.
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