Alegrarse con todos...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 12 de septiembre de 2010, Domingo XXIV del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico C, en el Hogar Marín (clic aquí para verla y oírla en Youtube):

Salón de fiestas1. LO QUE MÁS LE IMPORTA AL QUE HACE UNA FIESTA SON LOS INVITADOS... Cada tanto nos toca organizar una fiesta (por ejemplo, el viernes próximo tenemos la cena para reunir fondos y el sábado las celebración de los cumpleaños de los últimos meses del Hogar Marín), ya que la fiesta forma parte de la vida. Es más, puede decirse que la fiesta es el sentido último de la vida, ya que Dios nos ha hecho para la gran Fiesta del Cielo...

ComidaPara realizar una fiesta, lo primero que tenemos que preparar es el lugar. No sólo hará falta que todo esté limpio y ordenado, además convendrá contar con adornos y cotillón propios para cada ocasión, que disponen el espíritu y el ánimo para celebrar...

Sin embargo con eso no alcanza, tendremos que pensar también en los alimentos. Ya que la fiesta es como una símbolo de la vida, ella misma simbolizada por el alimento, en toda celebración festiva se busca compartir algunos alimentos, que representan de algún modo todo lo que hace falta para sostener la vida. Así es que reservamos para las fiestas los mejores alimentos y los preparamos con todo cuidado y dedicación. Incluso la preparación de los alimentos se convierte ya en un anticipo de la fiesta. Era impresionante, y muy edificante, todo lo que nos transmitía una película hecha en 1987, "La fiesta de Babette", sobre el sentido de la fiesta...

La,,Sin embargo, aunque el lugar y los alimentos sean importantes, lo más importante serán siempre los invitados. La fiesta nos permite celebrar la vida con aquellos con quienes la compartimos habitualmente, especialmente los familiares y los amigos. Con ellos nos reunimos, con ellos brindamos, con ellos nos unen y celebramos los motivos de las fiestas que compartimos. De nada nos servirían los globos, las maracas, las tortas, y todo lo que tenemos para compartir, si en la fiesta faltaran aquellos con quienes queremos celebrar...

Dios también ha hecho una fiesta, de la que tenemos ya aquí los anticipos: la vida es una fiesta a la que Él nos invita, que va más allá de los límites de este horizonte en el que nos movemos. La vida es una invitación a la gran fiesta del Cielo, en la que adquiere todo su sentido y a la que apunta la creación entera. Por eso Jesús hoy quiere ayudarnos a comprender qué es lo que más le importa a Dios, que ha preparado esta fiesta, y cómo es que hay que prepararse para disfrutarla de verdad...

Buen,,2. DIOS INVITA A TODOS A LA FIESTA DEL CIELO, Y QUIERE QUE NADIE SE PIERDA... El Cielo es la gran fiesta de Dios. Es una fiesta completa y total. Toda la creación adquiere su sentido más profundo como preparación a  esa fiesta. Todos los hombres son invitados a esta fiesta, y se constituyen así en el centro de la creación. Y a través de la historia cada uno de los hombres debe responder a esta invitación de Dios...

Dios no quiere que nadie se pierda esta fiesta. Por eso, como conoce nuestra debilidad y nuestro pecado, nos avisa a través de Jesús que Él está atento para rescatar a cualquiera que se pierda por el camino. Como el pastor que deja las noventa y nueve ovejas que van por la buena senda y busca la que se ha perdido, y como la mujer que abandona todo para buscar la moneda perdida, Dios tiene esta actitud a la vez paternal y maternal con la que está atento a todo el que corre el peligro de perderse. La pintura del Buen Pastor, con la oveja perdida y recuperada cargada en sus hombros, que se ve aquí a la derecha, es de las más antiguas que se conocen que representa a Jesús (está en Roma, en la catacumba de Priscila, y es del siglo III)...

Hijo,,Si miramos nuestro tiempo con los ojos de la fe, no tardaremos en describirlo como un tiempo en el que parecería que estamos malgastando la herencia de siglos enteros en nuestro Occidente cristiano, cuya cultura parece cada vez si no menos occidental sí cada vez menos cristiana. Nuestra cultura, que encuentra sus raíces más fructíferas en el Evangelio, parece irse deshilachando por el drama de muchos hombres que ya han perdido la fe, y claman en la búsqueda de una trascendencia que a la vez anhelan y se les escapa...

Nuestro tiempo se refleja claramente en el hijo que, apropiándose sin derecho de la herencia del Padre que todavía no ha muerto, termina maltrecho y necesitado de un socorro que sólo el Padre le puede dar. La alegría de Dios, que desata la fiesta, proviene del reencuentro con el hijo (nuestro tiempo) con su Padre (Dios), cuando aquel recapacita y vuelve a los brazos de Éste. El hijo descubre en el abrazo paterno el calor y la salvación que, de manera prepotente, buscó independizándose de sus raíces, y que, sin embargo, sólo puede encontrar en Aquél que es la fuente y el sentido de su vida. Esta parábola, entonces, nos habla no sólo del hijo que vuelve arrepentido a la casa de su Padre, sino también del Padre, que espera con fiesta y alegría al hijo que retorna...

Fiesta3. PARA DISFRUTAR DE LA FIESTA HAY QUE PODER ALEGRARSE CON TODOS LOS INVITADOS... Sin embargo la parábola no se detiene allí. Porque si es cierto que, de algún modo, todos tenemos algo del hijo necesitado de perdón, también es cierto que a veces nos parece que somos tan buenos, que más nos corresponde el lugar del hijo que nunca se alejó de la casa del Padre. Quizás eso nos lleve a pensar que la fiesta del Cielo es para los que son como nosotros...

Pero la fiesta es para todos. Dios invita a todos, y cualquiera que responda a Dios y acuda al llamado de su misericordia, aunque haya malgastado sus bienes por el camino, tiene parte en la fiesta. Tan variadas como los animales de la fiesta que nos muestra el dibujo de la derecha, son las personas que podremos encontrarnos en la fiesta del Cielo, a la que podrán llegar todos los que se arrepientan de sus desvíos y acepten la invitación de Dios antes de acabar su vida...

Abrazo¿Qué tal si llega al Cielo, por la misericordia de Dios y el arrepentimiento de sus pecados, uno que queremos menos, un político, o "piquetero", o adversario o enemigo del que no queremos ni oír hablar, y le toca sentarse a la Mesa de la Fiesta celestial "justo a nuestro lado"? Me parece que tenemos que tenerlo en cuenta y aprovechar, mientras vamos de camino, para aprender a alegrarnos con cualquiera que responda al llamado y a la misericordia de Dios, porque Él toca a la puerta de todos cada día...

Es grande la alegría de Dios cuando recupera al que se ha ido. No se trata entonces sólo de la parábola de "el hijo pródigo" o del "Padre bueno", sino también de la parábola de "los dos hermanos" (cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta 2007, pág. 243). No basta dirigirse a Dios diciéndole que ese que no nos gusta es un "hijo suyo", tenemos que llamarlo "nuestro hermano". Hay que aprender a alegrarse cuando se encuentra a un hermano que se había perdido, estaba muerto para Dios y vuelve a la vida...


Lecturas bíblicas del Domingo XXIV del  Tiempo Ordinario del Ciclo C:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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