Esta es mi predicación para el 17 de enero de 2010,
Domingo
II del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico C, en el Hogar
Santa
María, de las
Hermanitas
de los Pobres, en Osorno, Chile:
1.
HACEN FALTA VARIAS COSAS CUANDO QUEREMOS PREPARAR UNA FIESTA... La
fiesta es parte de la vida, por eso nos gusta hacer de vez en cuando,
una fiesta, y las
Hermanitas
de los Pobres saben encontrar las
ocasiones oportunas, por ejemplo el mismo día en que yo llegué a esta
casa, cuando celebraron la primera visita de la Madre Asistenta de la
Madre Provincial. Sin embargo, las fiestas no se hacen así
no más. Hacen falta
algunas cosas. Así fue como para preparar esa recepción, debieron
ensayar varias veces la representación hecha...
Enseguida
debe tenerse en cuenta que nadie puede hacer una fiesta estando solo.
Siempre hace falta con quienes celebrar, con quienes organizar la
fiesta, con
quienes compartirla, a quienes invitar, que estén
disponibles y
dispuestos a participar en ella. Además, fiestas especiales
requieren
preparaciones especiales, como la que acabo de mencionar, y como la
celebración de Reyes, siempre tan florida en las casas de las
Hermanitas, con representaciones en vivo, como fue el mismo día que yo
partí de Buenos Aires en este viaje de descanso y peregrinación, el
pasado 6 de enero....
Pero, de todos modos, con todo eso no alcanza. Porque, cuando queremos
preparar una fiesta, lo primero que hace falta es un buen motivo para
festejar, ya que no puede haber fiesta si no hay algo que pueda ser
festejado, algo que sea capaz de unir los corazones en una
común
alegría, algo que tenga que ver con el núcleo de
toda fiesta y toda
celebración, que es el don de la vida. Es por eso que la presencia de
Jesús en las Bodas de
Caná hizo
especialmente feliz esa fiesta. No sólo porque
cambió el agua en vino,
sino, y especialmente, porque movido por María, su Madre,
allí comenzó
Jesús a hacer los signos con los que nos mostró
que Él podía darnos los
verdaderos motivos de fiesta y alegría...
2. ES
JESÚS EL QUE ALEGRA NUESTRA FIESTA, ÉL NOS HA
DADO LA VIDA... A partir
del pecado, nuestro destino, como el de todos los hombres, era la
muerte. Y si ese es el horizonte que tenemos por delante, no es
posible, o tiene poco sentido, la fiesta y a la alegría.
Pero Jesús no
quiso dejarnos en semejante desamparo. Por eso, se hizo hombre y
nació
de María. Llegada su Hora, se entregó a Dios
nuestro Padre en el
supremo acto de Amor de la Cruz, y con su Resurrección, nos
abrió las
Puertas del Cielo, para que podamos pasar de la muerte a la Vida...
Así como
en Caná transformó el agua en vino, y del mejor,
para que pudiera
continuar la fiesta, Jesús en la Cruz transformó
el dolor en camino de
salvación, y todos nuestros pecados como ocasión
para que se manifieste
la misericordia de Dios, que nos llama a la Salvación.
Así transformó,
con la Resurrección, la muerte en Vida. Esos son los
milagros que
realmente importan, y que nos permiten tener verdaderos, profundos y
permanentes motivos de fiesta y alegría...
La presencia de Jesús en Caná hizo de las bodas
que allí se celebraban
un signo de su propia presencia salvadora. El gran signo, en realidad,
fue el mismo Jesús, y por eso mismo es el gran motivo de fiesta, no
sólo para aquella
ocasión sino para todos los tiempos y para toda la
humanidad...
Jesús nos mostró que es capaz de transformar
nuestra vida, así como lo
hizo con el agua, para que fuera vino. El mismo matrimonio se
convirtió, elevándolo Jesús a la
categoría de sacramento, en un signo
de Su entrega fiel y salvadora. El matrimonio precisamente es como
sacramento un
signo que nos anticipa la Gran Fiesta que se celebrará al
final de los
tiempos en el Cielo, en el desposorio de Cristo con toda la humanidad...
3.
COMO
EN CANÁ,
MARÍA NOS PIDE QUE HAGAMOS TODO LO QUE JESÚS NOS
DIGA... Jesús no
estuvo solo en las Bodas de Caná. María
también estaba, y gracias a
ella Jesús hizo el primero de los signos que nos permiten
identificar
en Él a nuestro Salvador. El Evangelio recoge
sólo dos frases propias
de María. Cuando el Ángel le anuncia la
Encarnación, ella responde
"Hágase en mí según tu Palabra". Y en
Caná dice, mirando a Jesús,
"Hagan todo lo que Él les diga" (el Magnificat lo canta
María tomando
frases del Antiguo Testamento). Son frases claves, que
señalan el
camino de nuestra salvación...
María
nos
enseña,
entonces, con su propia experiencia ("hágase en
mí según tu Palabra",
dijo ella, y todo le fue bien siempre, siendo la Estrella que nos
muestra el camino de la fidelidad a Dios), que vale le pena hacerle
caso a Dios. Y nos exhorta a hacerlo todo el tiempo ("hagan todo lo que
Él les diga" valía para los que estaban en
Caná en
esas bodas como vale hoy para nosotros)...
Basta hacer todo lo que Jesús nos dice, para que siempre
tengamos
motivos de fiesta, ya que tendremos con Él la
salvación y la Vida.
Tendremos, entonces, que llenar nuestras propias tinajas. Tendremos que
poner todo lo que depende de nosotros, con fidelidad y docilidad a la
voluntad de Dios, y Él transformará nuestras
incapacidades y
limitaciones en instrumentos y signos de su amor salvador. Será en el
Evangelio que encontraremos lo que Jesús nos dice y
a nosotros nos toca hacer.
Podemos estar seguros que si hacemos siempre lo que Jesús
nos dice,
tendremos siempre motivos de fiesta y estará siempre
asegurada nuestra
alegría...