Una meta, un punto de partida...
Queridos amigos:
1. A VECES VIVIMOS
COMO SI TUVIÉRAMOS VENDAS EN LOS OJOS... En algunos casos es por
simple distracción. Alguna vez, por ejemplo, nos ponemos a buscar
los anteojos que hace un minuto tenía en la mano y no logramos
encontrarlos, hasta que de golpe nos damos cuenta que los tenemos
puestos. También podemos pasarnos un rato buscando las llaves a la
hora de salir de casa, hasta que finalmente nos damos cuenta que las
tenemos en la mano...
Otras veces no es sólo distracción, sino que es la pasión la que nos
ciega. Desgraciadamente somos testigos con frecuencia de los
extremos a los que lleva la pasión futbolística, al punto que un
deporte que debería ser un ámbito de encuentro y de descanso termina
siendo un campo de batalla que se cobra vidas (es más grave todavía
cuando no es sólo pasión, sino mafia y negocio que lleva a matar)...
Todos hemos
conocido, seguramente, algunos novios que se llevan muy mal y sin
embargo siguen adelante como si nada. La pasión los puede cegar de
modo que no se den cuenta que el suyo es un amor imposible, no
cuajan entre sí y además (o por eso) se pasan el día peleando. Todos
los que los conocen se dan cuenta que, si se casan, van derecho al
fracaso. Todos menos ellos. Están tan "enamorados" (encandilados
convendría decir para esta ocasión), que no se dan cuenta que se
dirigen a un precipicio con los ojos vendados. El amor no es ciego
sino lúcido, pero la pasión lo puede cegar; ¿cuántos fracasos
matrimoniales podrían haberse evitado si los novios antes de casarse
hubieran abierto los ojos y prestado atención a quienes los
advertían?...
Otras veces no vemos lo que pasa simplemente porque miramos para
otro lado. Ahora se arma todo un lío porque parece que alguno con
dos micrófonos se ha pasado oyendo a quienes no tenía permiso para
oír, y mientras tanto todos sabemos que hace ya unos años que hay
micrófonos por todos lados, o líneas telefónicas interferidas con lo
que se escucha todo el tiempo a todos, y nadie dice nada...
Pero además, y esto
no deja de ser muy curioso, salvo que ya carguemos muchos años en la
mochila vivimos como si fuéramos a vivir para siempre,cerrando los
ojos a lo evidente ya que todos vamos a morir. Es más, desde que
hemos nacido sabemos que nos vamos a morir, y esta es una certeza
que no podemos eludir. Cada tanto, cuando se muere un pariente muy
cercano o un amigo entrañable, sobretodo si es alguien joven o
sucede sin aviso, nos damos más espacio para pensar sobre la muerte.
Pero enseguida, casi sin darnos cuenta, volvemos a nuestra
compostura habitual, y seguimos nuestra marcha como si nosotros no
nos fuéramos a morir nunca. Entonces, para que no vivamos como si
estuviéramos tapándonos los ojos para no ver, los oídos para no oír
y la boca para no hablar de esto, Jesús hoy nos recuerda la muerte y
nos enseña a vivir siempre preparados...
2. EL MUNDO TIENE UN FINAL,
QUE ES PARA CADA UNO EL DÍA DE SU MUERTE... Así como nuestra vida
en este mundo tiene un inicio, también tiene un fin, y hacia él
vamos inexorablemente. Cada día estamos veinticuatro horas más
cerca de él. Un día hemos nacido, y un día vamos a morir. Puede
ser que ese final nos llegue de sorpresa. Pero si es así, no es
porque no sepamos que va a venir sino porque a veces nos
habituamos demasiado a vivir que si a nosotros no nos fuera a
suceder...
Si nos pusiéramos a imaginar cómo quisiéramos que fuera nuestra
muerte, seguramente nos entusiasmaría que fuera como la de la
Virgen María, rodeados de nuestros seres más queridos (en esta
pintura sobre "el tránsito de la Virgen", es decir, su muerte,
ella aparece rodeada de los Apóstoles, y bajo la mirada de su
Hijo, al fondo; el óleo sobre tabla es de Juan Correa de Vivar, y
es del año 1550). Pero una muerte así, como también cualquier otra
muerte feliz que queramos imaginar, no se improvisa sino que se
debe preparar...
La muerte, como
el nacimiento, es una meta. Pero también, y esto es lo más
importante, en ambos casos es un punto de partida. Cuando nacemos,
hemos alcanzado esa meta que se ha ido preparando pacientemente a
lo largo de nueve meses. Después de haber estado durante todo ese
tiempo haciéndole "cosquillas en la panza" a nuestras madres,
finalmente vemos la luz. Sin embargo, nadie se conformaría sólo
con eso. Esa meta se convierte en un punto de partida. Y una vez
nacidos se pone en marcha todo el desarrollo de nuestra vida sobre
esta tierra. Lo mismo pasa con la muerte. Es punto de llegada pero
también de partida. De llegada, porque con la muerte se termina
nuestra vida aquí en la tierra. Pero también de partida, porque
allí se inicia una nueva etapa, la definitiva, la Vida eterna para
la que Dios nos ha creado...
Como meta que es, podemos decir que durante toda la vida estamos
preparando el día de la muerte. Ese día se verá el resultado de
todo lo que hemos ido preparando o dejado de preparar a lo largo
de la vida. Pero también como punto de partida nuestra muerte será
el resultado de lo que hayamos preparado. Por eso Jesús hoy nos
enseña a estar "preparados, ceñidos y con las lámparas
encendidas". Durante la vida vamos preparando nuestro encuentro
definitivo con Él, que se dará el día de nuestra muerte. Si cuando
llega nos encuentra velando, es decir, "en vela", atentos,
vigilantes, Jesús mismo se sentará a servirnos la mesa en el
Banquete del Cielo...
3. HAY QUE VIVIR TODA LA VIDA
CON LAS LÁMPARAS ENCENDIDAS, PREPARANDO LA MUERTE... Se trata de
un final, entonces, que, como punto de partida, no se improvisa,
sino que hay que prepararlo, para salir al encuentro de Jesús con
las lámparas encendidas...
Simplemente hay
que tener en cuenta que las únicas lámparas que ponen luz sobre ese
final y ese punto de partida son las lámparas del amor, que Dios
enciende cada día sembrando en nosotros su amor. Pero como Jesús
mismo nos dice, las lámparas no se encienden para ponerlas debajo de
la mesa, sino que deben iluminar. Con el amor que Dios siembra en
nosotros, tendremos que dar frutos de amor...
Estar atentos y vigilantes, entonces, consiste en estar todos los
días atendiendo a Jesús, que viene a nosotros a través de nuestros
hermanos que nos reclaman su atención esperando de nosotros un gesto
de amor. Tenemos muchos ejemplos a la mano, para saber en qué
consiste vivir con las lámparas encendidas. La Beata Teresa de
Calcuta se hizo conocer por su amor inclaudicable, que buscó
insistentemente atender a Jesús en el rostro de los más débiles y
abandonados entre los pobres. Santa Juana Jugan enseñó a las
Hermanitas de los Pobres, la Congregación que ella fundó, a atender
el rostro de Jesús en los ancianos pobres, como ellas vienen
haciendo fielmente. Y todos nosotros estamos llamados a pasarnos la
vida preparando la muerte, con las lámparas del amor encendidas,
atendiendo con amor a todos los que llegan con su necesidad a
nuestra vida...
Lecturas
bíblicas
del Domingo XIX del Tiempo Ordinario del Ciclo C:
- Como ellos habían resuelto hacer perecer a los hijos
pequeños
de los santos y de los niños expuestos al peligro, uno solo se
salvó para castigarlos, tú les arrebataste un gran número de sus
hijos y los hiciste perecer a todos juntos en las aguas
impetuosas. Aquella noche fue dada a conocer de antemano a
nuestros padres, para que, sabiendo con seguridad en qué
juramentos habían creído, se sintieran reconfortados. Tu pueblo
esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de
sus enemigos; porque con el castigo que infligiste a nuestros
adversarios, tú nos cubriste de gloria, llamándonos a ti. Por
eso, los santos hijos de los justos ofrecieron sacrificios en
secreto, y establecieron de común acuerdo esta ley divina: que
los santos compartirían igualmente los mismos bienes y los
mismos peligros; y ya entonces entonaron los cantos de los
Padres (Sabiduria 18, 5-9).
- Hermanos: La fe es la garantía de los bienes que se
esperan,
la plena certeza de las realidades que no se ven. Por ella
nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación.
Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia
el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba.
Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida,
habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con
él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad
de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de
su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo
prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya
cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las
estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la
orilla del mar. Todos ellos murieron en la fe, sin alcanzar el
cumplimiento de las promesas: las vieron y las saludaron de
lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en la
tierra. Los que hablan así demuestran claramente que buscan una
patria; y si hubieran pensado en aquella de la que habían
salido, habrían tenido oportunidad de regresar. Pero aspiraban a
una patria mejor, nada menos que la celestial. Por eso, Dios no
se avergüenza de llamarse «su Dios» y, de hecho, les ha
preparado una Ciudad. Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a
prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo
único, al heredero de las promesas, (Hebreos 11, 1-2 y 8-19).
- Jesús dijo a sus discípulos: «No temas, pequeño Rebaño,
porque
el Padre de ustedes ha querido darles el Reino. Vendan sus
bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten
y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca
el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su
tesoro, tendrán también su corazón. Estén preparados, ceñidos y
con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan
el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas
llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el
señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo
recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a
servirlo. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes
del alba y los encuentra así! Entiéndalo bien: si el dueño de
casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar
las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque
el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada». Pedro
preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros
o para todos?». El Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador
fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su
personal para distribuirle la ración de trigo en el momento
oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra
ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador
de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: "Mi señor
tardará en llegar", y se dedica a golpear a los servidores y a
las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su
señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le
hará correr la misma suerte que los infieles. El servidor que,
conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas
y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un
castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también
culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio
mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le
reclamará mucho más» (Lucas 12, 32-48).
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Predicaciones
del P. Alejandro W.
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