Esta fue mi predicación de hoy, 28 de marzo de
2010,
Domingo
de Ramos del Ciclo Litúrgico C, en el Hogar
Marín (
clic
aquí
para verla y oírla en Youtube):
1. EL
AMOR ES CAPAZ DE
CAMBIARLE EL COLOR A TODAS LAS COSAS... Cuando alguien realiza algo
movido por amor, las cosas cambian de color. Si nos toca viajar en un
transporte público y uno o más niños o
niñas comienzan a llorar dentro
de él, es casi seguro que todos los presentes empezamos a
ponernos
nerviosos (salvo, quizás, la madre, que puede comprender
fácilmente el
sentido de ese llanto), deseando que de una vez por todas alguien lo
haga callar. Pero si esos mismos niños o niñas
nos sorprenden
realizando un pequeño gesto de amor, como el regalo de una
flor, es más
que seguro también que todos nos veremos tocados por su
ternura. Bastan
pequeños gestos, si están cargados de intenso
amor, para que parezcan
gigantes, inigualables e irreemplazables por cualquier otro...
Aquí en el Hogar Marín
somos continuamente testigos de pequeños gestos de amor que
nos cambian
la vida a los que aquí vivimos. Las Hermanitas de los
Pobres, los
empleados de la casa y los voluntarios se desviven cada día
realizando
pequeñas o grandes cosas, que son de la mayor eficacia,
porque llenan
de vida y de gozo a los residentes que los reciben. De la misma manera,
todos nosotros tenemos mil oportunidades cada
día
para hacer pequeñas o grandes cosas, con menor o con mayor
esfuerzo, e
incluso con mucho esfuerzo, con actos de amor con los que le podemos
cambiar la vida a los que los reciban. En realidad, siempre los actos
de amor le cambian el color a todas las cosas, y llenan de sentido a la
vida...
Una mirada que fije su atención en el amor es una muy buena manera de
abordar la Pasión de Jesús, que
nos sorprende cada Domingo de Ramos y que acabamos de proclamar
según el Evangelio de San Lucas, después de la entrada solemne en la
que saludamos con los ramos y el canto a nuestro Salvador, en la
entrada a la Semana Santa...
2. LA
PASIÓN DE JESÚS
ES EL GRAN ACTO DE AMOR DE DIOS, QUE NOS SALVA... Hay muchas maneras de
mirar la Pasión de Jesús, o de ponerse ante ella.
Quizás muchas veces
hemos hecho de esta Pasión, sufrida por Jesús
desde el momento en que
es apresado hasta que muere en la Cruz, como
un espejo para
mirar
nuestras culpas. Y ciertamente la Pasión de
Jesús sirve para eso.
Tienen que ver con la Pasión de Jesús nuestras
culpas personales y las
de otros, también las "grandes culpas de la humanidad",
entre las que
se encuentran los niños, jóvenes y adultos que
mueren de hambre cada
día, aunque los alimentos con los que contamos
alcanzarían para todos;
también tiene que ver con la Pasión de
Jesús la innumerable cantidad de
guerras en las que han sufrido y han muerto millones de inocentes;
también el terrorismo y las injusticias que le sirven de
abono y de
caldo de cultivo; y también muchas otras cosas que
podríamos agregar en
esta apretada lista. Pero todas las culpas que podamos poner en la
lista no alcanzan para para que podamos comprender esta
Pasión...
Podríamos
también
tomar la Pasión de Jesús como
el
paradigma del sufrimiento,
como una especie de resumen de todos los sufrimientos de la humanidad.
Esa carga sólo puede asumirla sobre sus espaldas alguien que
sea más
que hombre, alguien que sea Dios, como Jesús, dispuesto a
sufrir sin
medida para alcanzar nuestra salvación. Pero tampoco este
modo de mirar
la Pasión de Jesús nos serviría para
comprenderla del todo...
Podríamos mirar la Pasión como
el mayor
acto de heroísmo que
alguien puede hacer, el ejemplo supremo de alguien que está
dispuesto a
todo para alcanzar un resultado, en este caso nuestra
salvación, por la
que Jesús da su vida en la Cruz. Pero tampoco esto
alcanzaría para
tener una visión adecuada de la Pasión de
Jesús...
La Pasión es todo esto: es un espejo de nuestros pecados, es
un resumen
y una imagen de los sufrimientos de la humanidad, y es
también el mayor
acto de heroísmo que se pueda imaginar. Sin embargo, no es
sólo eso, es
mucho más. No alcanza detenerse en los pecados que la
producen, o el
sufrimiento que implica, o el heroísmo del que la padece,
aunque se lo
haga de manera sobrecargada, para comprender la pasión.
La
Pasión
de Jesús es el gran acto de amor de Dios, que nos salva.
Y hace
falta contemplar esta fuente de la que surge y que la hace posible, el
Amor, para comprender y recibir todo lo que la Pasión nos
puede dar.
Quizás algo de esto quiso reflejar Dalí en esa
pintura en la que nos
muestra a Jesús que desde lo alto de la Cruz dirige su
mirada y abre
sus brazos sobre el mundo entero...
Se trata de un Amor
sin límites, un Amor a la medida de Dios, que viene al
encuentro de
nuestra herida condición humana, para salvarnos. Se trata de
un Amor
que no necesita el reproche para quienes hemos causado la
Pasión con
nuestros pecados, porque precisamente se acerca a nosotros para
rescatarnos con su misericordia. Se trata de una mirada distinta sobre
el mundo y la humanidad entera, que tan bien ha sabido reflejar el
pintor
Dalí,
inspirado en un dibujo de san Juan de la Cruz...
Por eso comenzamos la Semana Santa con esta celebración del
Domingo de
Ramos, en la que cabe todo su contenido. De la
alegría con la que recibimos a Jesús, como la multitud en tu tiempo,
con palmas y cantos a
Jesús, pasamos al drama de la Pasión, puesta
delante de nuestros ojos
y de nuestros corazones a través de su lectura, y
llegamos al consuelo
de Jesús resucitado en la Eucaristía. Iremos por partes en Triduo
Pascual. El Jueves Santo nos hablará de
la
presencia del Amor de Jesús en la Eucaristía. El
Viernes Santo nos
detendrá en el dolor. Y la Vigilia Pascual
llevará a la Vida que surge
de la Resurrección...
3.
ALIMENTADOS DEL AMOR DE DIOS, VISIBLE EN LA PASIÓN, CRECE EN
NOSOTROS
SU VIDA... Cada año celebramos la Semana Santa para que la
Vida de
Dios, que con Jesús surge de la Resurrección, y
que hemos recibido en
el Bautismo, pueda renovarse y crecer, de modo tal que, por la
misericordia de Dios, nosotros mismos podamos llegar a la
Resurrección...
Por eso
en la mirada
de conjunto que nos trae el Domingo de Ramos prevalece el Amor de Dios,
que se hace visible en la Pasión. De esa Amor, que florece
en la Pasión
y en la Cruz y que se manifiesta con todo su esplendor y su potencia en
el Sacramento de la Eucaristía, hay que alimentarse, para
tener en
nosotros la Vida que Jesús nos ganó en la
Resurrección...
No perdamos de vista, ni siquiera si la necesidad de un descanso nos
lleva a destinar a unas pequeñas vacaciones estos
días no laborables.
Tengamos siempre presente que celebramos la Semana Santa, nacida de la
fe, para celebrar y recibir esa Vida que surge del Amor de Dios...