Que viva en casa...
Queridos amigos:
1. TODOS
QUEREMOS TENER UNA CASA... Y TAMBIÉN HACERLE UNA CASA A DIOS...
"El casado casa quiere", dice el refrán, y puede aplicarse
no sólo a
quien se ha casado. Es una sana preocupación, y a veces muy
dramática,
ya que muchos en nuestra patria viven en
la calle. Quizás hemos heredado de nuestras
raíces italianas, tan
extendidas en Argentina, el afán por el techo propio. Hay
entre nosotros
muchos descendientes de
italianos que tienen esta preocupación como la primera y la
central, y
se los ve construir sus casas con sus propias manos, de manera
artesanal, a veces durante muchos años, en el fondo de los
terrenos de
sus
padres, y ayudados por ellos...
Pero
también
tenemos
la sana aspiración de hacerle una casa a Dios. Luján es un ejemplo de
un Santuario construido como la Casa de Dios en la que María, la Madre
de Jesús, convoca a sus hijos. Todos los países de
América Latina tienen al menos un gran Santuario mariano (y
muchas
veces más de uno). El de Luján,
con su estilo gótico, expresa no
sólo el lugar en el
que queremos
encontrarnos con Dios, sino también y principalmente nuestra
búsqueda
de Dios, a quien ponemos en la mayor altura. Sus agujas
dirigen nuestra mirada hacia Dios. Y todos sus arcos, esbeltos y
elevados, al tiempo que nos hacen sentir pequeños ante la
inmensidad de
Dios, elevan todo nuestro espíritu hacia el que habita "en
lo alto".
Sin embargo, a la hora de las grandes concentraciones, como en la
celebración de ayer de la Solemnidad de Nuestra Señora de Luján
presidida por el Cardenal Bergoglio,
reclaman celebrar la Misa en la plaza, ya que los fieles no caben en el
Templo. Por eso, y con todo lo bueno que nos brindan los Templos, no
alcanzan para garantizarnos nuestro encuentro con Dios, y él mismo
viene a nuestro encuentro...
2. DIOS
ES EL QUE QUIERE PONER SU MORADA ENTRE NOSOTROS...
De todos modos, aunque todas nuestras preocupaciones para buscarle un
lugar a Dios en nuestra vida son importantes, tengamos presente que el
mismo Dios es el que quiere buscarse un lugar entre
nosotros. En eso consiste, precisamente, el misterio de la
Encarnación.
Dios, que está más allá del tiempo y
del espacio, nació en Belén para
tener su morada entre nosotros...
Jesús,
además, no se
limitó a quedarse en Belén. Para salvarnos,
murió en la Cruz, venciendo
allí el poder del
pecado y de la muerte, y habiendo resucitado, viene con el Padre y el
Espíritu Santo a poner su morada en el corazón de
cada uno de los que
lo aman...
Nuestro amor a Dios nos hace vivir en comunión con
Jesús. Él mismo nos
dice hoy con el Evangelio de San Juan que viene a habitar en quien lo
ama, junto con el Padre y el Espíritu Santo. Nuestro amor a
Dios, como
el mismo amor divino, es diálogo y servicio. Para que
nuestro amor a
Dios,
entonces, le abra las puertas de nuestro corazón, nos hacen
falta dos
cosas. En primer lugar nos hace falta rezar (la oración es
la
forma que toma nuestro diálogo cuando se dirige a Dios).
Pero además
hace falta que nos pongamos en disposición de servicio, como
Él mismo
se puso al servicio de cada uno de nosotros desde la Cruz y resucitando
desde el sepulcro, que por la fuerza del Amor de Dios se vio derrotado
y quedó vacío. Y con esta disposición
al servicio seremos capaces de
hacer lo que Él nos dice...
Esto es
lo que ponía en evidencia ayer en su Homilía el Cardenal Bergoglio (
Homilía en el
Santuario de Luján, 8/05/2010), invitándonos a pedir la
gracia de
saber trabajar por la Patria, para hacerla crecer en la paz y en la
concordia que nos da sabernos hermanos, desterrando así todo odio y
todo rencor entre nosotros. En Luján hay un signo para nuestra Patria,
nos decía el Cardenal Bergoglio, porque allí todos tienen lugar, todos
son reconocidos como hijos y por eso todos pueden compartir la
esperanza...
Nuestra secuencia salvadora, tal como hoy nos lo
anuncia Jesús, seguirá siempre el mismo camino:
si realmente lo
queremos a Jesús, ese amor nos hará
capaces de ser fieles a su Palabra, ya que Él mismo nos
hará capaces de
esa fidelidad. De esta manera, habitará en nosotros y sus
presencia nos
hará cada vez más capaces de quererlo y ser
fieles. Su presencia
salvadora nos introducirá en el círculo virtuoso
del Amor, que surge y
se alimenta de la Cruz y de la Resurrección de
Jesús...
3.
HAY QUE AMAR A
TODOS, PORQUE DIOS QUIERE HACER EN TODOS
SU MORADA... Por otra parte este amor que nos hace vivir en
comunión
con Dios nos hace comprender también la parte que
más nos cuesta del
llamado al amor con el que Dios nos exhorta, con su Palabra
más
comprometedora, el amor fraterno hacia todos los hombres...
Recordemos
lo que hacía santa Teresita del Niño
Jesús y de la Santa Faz. Ella
describió su vida espiritual , publicada después
como "Historia de un
alma", porque se lo ordenaron sus Superioras. Así pudimos
enterarnos de
algunos de sus "secretos" que la han hecho tan grande a los ojos de
Dios. Escribía ella que no todas las religiosas de su
comunidad le
caían igualmente bien. Pues a dos que le resultaban
más difíciles,
porque no la trataban bien, ella les dedicaba los gestos más
intensos
de su caridad, al punto que ellas mismas creían ser "las
preferidas" de
santa Teresita, que siempre tenía para ellas grandes gestos
de servicio
y caridad...
Puede ser
que muchas veces hayamos encontrado muchos motivos para no
querer a alguien, y esto siga pasándonos especialmente en esta
Argentina doliente de hoy, en la que estamos tan acostumbrados al
enfrentamiento y a la discusión, y tan poco habituados a darnos la mano
con el que viste, hace o piensa distinto, para ayudarnos a construir
juntos lo que es de todos, esta patria (don, porque nos fue regalada, y
tarea, por todo lo que en ella falta por hacer). Pero si tenemos en
cuenta que Dios quiere hacer en
todos su morada, también en aquellos en quienes nosotros no
encontramos
motivos que
nos muevan al amor o la compasión, quizás
logremos darnos cuenta como
santa Teresita que,
habiendo sido redimidos por el Amor de Dios, que quiso poner su morada
en nosotros y todos los demás, nuestro corazón
será un lugar donde Dios
se encuentre a gusto si no excluimos a nadie de nuestro amor...
Lecturas
bíblicas del
Domingo VI de Pascua del Ciclo C:
- Algunas personas venidas de Judea enseñaban a
los hermanos que si
no se hacían circuncidar según el rito
establecido por Moisés, no
podían salvarse. A raíz de esto, se produjo una
agitación: Pablo y
Bernabé discutieron vivamente con ellos, y por fin, se
decidió que
ambos, junto con algunos otros, subieran a Jerusalén para
tratar esta
cuestión con los Apóstoles y los
presbíteros. Entonces los Apóstoles,
los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a
algunos de
ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y
Bernabé. Eligieron a Judas,
llamado Barsabás, y a Silas, hombres eminentes entre los
hermanos y les
encomendaron llevar la siguiente carta: «Los
Apóstoles y los
presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de
origen pagano,
que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia.
Habiéndonos enterado de
que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, han sembrado
entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto, hemos decidido
de común acuerdo elegir a unos delegados y
enviárselos junto con
nuestros queridos Bernabé y Pablo, los cuales han consagrado
su vida al
nombre de nuestro Señor Jesucristo. Por eso les enviamos a
Judas y a
Silas, quienes les transmitirán de viva voz este mismo
mensaje. El
Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no
imponerles ninguna
carga más que las indispensables, a saber: que se abstengan
de la carne
inmolada a los ídolos, de la sangre, de la carne de animales
muertos
sin desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en
cumplir todo
esto. Adiós» (Hechos de los Apóstoles
15, 1-2 y 22-29).
- El Angel me llevó en espíritu a una
montaña de enorme altura, y
me mostró la Ciudad santa, Jerusalén, que
descendía del cielo y venía
de Dios. La gloria de Dios estaba en ella y resplandecía
como la más
preciosa de las perlas, como una piedra de jaspe cristalino. Estaba
rodeada por una muralla de gran altura que tenía doce
puertas: sobre
ellas había doce ángeles y estaban escritos los
nombres de las doce
tribus de Israel. Tres puertas miraban al este, otras tres al norte,
tres al sur, y tres al oeste. La muralla de la Ciudad se asentaba sobre
doce cimientos, y cada uno de ellos tenía el nombre de uno
de los doce
Apóstoles del Cordero. No vi ningún templo en la
Ciudad, porque su
Templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. Y la
Ciudad no
necesita la luz del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la
ilumina, y su lámpara es el Cordero (Apocalipsis 21, 10-14 y
22-23).
- Durante la Ultima Cena, Jesús dijo a sus
discípulos: El que me
ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará;
iremos a él y
habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis
palabras. La
palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me
envió. Yo
les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el
Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre
enviará en mi Nombre, les
enseñará todo y les recordará lo que
les he dicho. Les dejo la paz, les
doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni
teman! Me
han oído decir: «Me voy y volveré a
ustedes». Si me amaran, se
alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es
más grande
que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla,
ustedes crean (Juan 14, 23-29).
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predicación...
Predicaciones
del P. Alejandro W.
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