Una respuesta de amor...
Queridos amigos:
1. EL
AMOR PERMITE ALCANZAR LO QUE DE OTRO MODO SE HACE IMPOSIBLE... Esta
mañana anduve un rato en Subterráneo, en la Ciudad de Roma, donde me
encuentro por unos días, haciendo algunas gestiones que tienen que ver
con mi oficio habitual, y aprovechando la ocasión para recorrer lugares
que me traen muy gratos recuerdos. Pude constatar una vez más la
diferencia incontrastable entre algunas personas que, intentando
conmover con un niño en brazos, intentan conseguir una moneda (esto
parece ser igual en todas las ciudades del mundo, sin distinción más
que de detalles entre una y otra), y las madres que sufren
verdaderamente a causa de sus hijos y las necesidades desde las cuales
les reclaman, poniendo en marcha un amor que es capaz de saltar todas
las barreras...
Esto mismo se puede comprobar
cada
día, en muchas ocasiones que nos permiten comprobar lo que puede
el amor, tocando el timbre en una Abadía o en un Monasterio, como
también en el
Hogar Marín o en otro lugar donde se presta un servicio desinteresado
al necesitado. Enseguida podremos distinguir en la voz de
quien nos
atiende si sólo lo mueve la necesidad de cumplir con una
obligación
(en cuyo caso será difícil encontrar calidez en
sus palabra), o si lo
hace con amor (en cuyo caso será fácil encontrar
que buscará soluciones
para las necesidades que le podamos presentar). Esto mismo veremos
cuando
acudamos personalmente o por teléfono a una oficina,
pública o privada,
con nuestro requerimiento...
Cada día podemos ver muchas personas que entregan
cotidianamente su
vida cuidando a sus parientes o amigos enfermos o ancianos,
así como
muchos que
han
descubierto dentro de sí el llamado al servicio y
se consagran a cuidar
a los "heridos de la vida" con una constancia y una alegría
que sólo
puede surgir de un amor muy fuerte. También muchos miembros
de otras
religiones e incluso personas que, sin una fe especial, tienen una
disposición del corazón que los hace permeables,
sensibles y coherentes
con el amor, nos dejan ver la maravilla de las fuerzas misteriosas del
amor que se pone al servicio de los demás...
En definitiva, sólo el amor hace posible que se desplieguen
en toda su
amplitud las insondables grandezas de nuestra condición
humana. Y esto
es así, porque todos nosotros hemos sido hechos a imagen de
Dios, y
precisamente en nuestra capacidad de amar es en lo que Dios nos ha
hecho más semejantes a lo que Él mismo es en su
propia intimidad: puro
Amor que se dona por entero...
2. LA PASIÓN Y LA
RESURRECCIÓN DE JESÚS NOS DAN LA
SALVACIÓN, FRUTO DEL AMOR DE DIOS...
Siendo Dios Amor, todo puro e inconmensurable, todo lo que hace lo hace
porque quiere, y movido por su infinito Amor. Él, movido
por su
Amor, hace la creación entera, y el centro de la misma, que
somos
nosotros, los hombres. Por su Amor nos hizo semejantes a
Él, y
por lo tanto libres, capaces de caminar hacia el fin al que nos llama,
por nuestra propia decisión. Pero esto mismo nos hace
capaces de
rechazarlo a Él y a sus planes, que fue exactamente lo que
hemos hecho,
una y mil veces, con el pecado...
Por su incansable Amor, una vez que por nuestros pecados perdemos los
dones a los que nos llamó Dios no nos deja abandonados a
nuestra
suerte. Con la paciencia y la constancia en la entrega que
sólo puede
provenir del amor divino, Dios se hizo uno de nosotros,
nació en Belén,
y se entregó en la Cruz, que no es sólo o
principalmente un signo del
dolor, sino reflejo vivo y medida del Amor de Dios...
De la misma manera, la
Resurrección de Jesús no es sólo una
consecuencia inevitable, ya que
tratándose de Dios, no podía quedar para siempre
en el sepulcro. La
Resurrección de Jesús (anticipo de la nuestra ya
que Él mismo nos ha
prometido este don), sólo puede entenderse como el fruto del
Amor de
Dios, que quiere realizar en nuestra pobre condición humana
todo el
misterio de su salvación...
Lo que permite a los Apóstoles descubrir la presencia de
Jesús
resucitado es el Amor. "El discípulo que Jesús
amaba" se dio cuenta que
el que aparecía ante ellos era Jesús. El
mismo amor que Jesús tiene
hacia él lo hace capaz de percibir su presencia. Y a
nosotros nos pasa
lo mismo. El Amor de Dios hace resucitar a Jesús, y el
Amor de Jesús
nos hace descubrir su presencia de resucitado...
Pero todo don de Dios es, al mismo tiempo, una tarea.
¿Cuál será la que
corresponde a este Amor de Dios, que Él mismo ha derramado
sobre
nosotros con la Resurrección de Jesús?
Lo que le pasó a Pedro es una
pista clara de lo que sucede también con cada uno de
nosotros. Pedro
fue interrogado por Jesús sobre el amor. Jesús,
que lo sabe todo, quiso
sin embargo que el mismo Pedro tuviera que responder a sus preguntas
sobre esto. Y como tres veces lo había negado en la noche de
la
oscuridad y la traición, tres veces le dio la oportunidad de
corregirse
preguntándole sobre la medida de su amor. De la misma
manera, a
nosotros nos volverá a preguntar sobre nuestro amor hacia
Él, cada vez
que nuestro pecado nos lleve a negarlo...
3. JESÚS
NOS LLAMA A AMAR HASTA DAR LA VIDA, COMO EL PASTOR POR LAS OVEJAS... A
cada una de las respuestas de Pedro, Jesús puso sobre sus
hombros una
tarea, que sólo puede ser fruto del amor: cuidar de los
fieles de la
Iglesia como un pastor cuida a sus ovejas. El pastor es el que alimenta
y el que cuida del rebaño. Y esa tarea de Pedro sabemos que
es la que
realiza hoy el Papa. De la misma manera, la tarea que realizan los
demás Obispos es la que correspondía a los
demás Apóstoles, y todos
ellos con la cooperación de los presbíteros...
Pero
Jesús no los ha llamado sólo a ellos, nos ha
llamado a todos los que
hemos sido bautizados. Con este Sacramento que nos ha hecho hijos de
Dios hemos recibido de Jesús la misma pregunta que
dirigió a Pedro:
"¿Me amas?". Y Jesús os repite esa misma pregunta
tantas veces cuantas
sean necesarias para que podamos remontar el desliz hacia el pecado al
que nos lleva nuestra debilidad, nuestra tozudez o nuestra dureza de
corazón...
Lo mismo que a Pedro, y que al Papa, también a nosotros Jesús
nos pide que mostremos,
más con hechos que con palabras, la medida del amor con el
que estamos
dispuestos a responder a su llamado. Y esos hechos serán los del amor a
nuestros hermanos, de quienes nos
hacemos
servidores, como los pastores lo son de sus ovejas...
Redimidos por el Amor de Jesús, que nos llama a participar
de su
Resurrección, estamos todos llamados a dar prueba del amor
con el que
le respondemos, a través del amor con el que nos preocupamos
de servir
a los demás, con la fidelidad de una buen pastor...
Lecturas
bíblicas del
Domingo III de Pascua del Ciclo C:
- Cuando los Apóstoles fueron llevados al
Sanedrín, el Sumo
Sacerdote les dijo: «Nosotros les habíamos
prohibido expresamente
predicar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con
su
doctrina. ¡Así quieren hacer recaer sobre nosotros
la sangre de ese
hombre!». Pedro, junto con los Apóstoles,
respondió: «Hay que obedecer
a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha
resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir
suspendiéndolo del
patíbulo. A él, Dios lo exaltó con su
poder, haciéndolo Jefe y
Salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el
perdón de los
pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el
Espíritu
Santo que Dios ha enviado a los que le
obedecen».Después de hacerlos
azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los
soltaron.
Los Apóstoles, por su parte, salieron del
Sanedrín, dichosos de haber
sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús
(Hechos de
los Apóstoles 5, 27-32 y 40b-41).
- Yo, Juan, oí la voz de una multitud de Angeles
que estaban
alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Su
número se contaba por miles y millones, y exclamaban con voz
potente:
«El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder
y la
riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la
alabanza».
También oí que todas las criaturas que
están en el cielo, sobre la
tierra, debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos,
decían:
«Al que está sentado sobre el trono y al Cordero,
alabanza, honor,
gloria y poder, por los siglos de los siglos». Los cuatro
Seres
Vivientes decían:
«¡Amén!», y los Ancianos se
postraron en actitud de
adoración (Apocalipsis 5, 11-14).
- Jesús resucitado se apareció otra vez
a los discípulos a orillas
del mar de Tiberíades. Sucedió así:
estaban junto Simón Pedro, Tomás,
llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los
hijos de
Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les
dijo: «Voy a pescar».
Ellos le respondieron: «Vamos también
nosotros». Salieron y subieron a
la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer,
Jesús estaba en
la orilla, aunque los discípulos no sabían que
era él. Jesús les dijo:
«Muchachos, ¿tienen algo para comer?».
Ellos respondieron: «No». El les
dijo: «Tiren la red a la derecha de la barca y
encontrarán». Ellos la
tiraron y se llenó tanto de peces que no podían
arrastrarla. El
discípulo al que Jesús amaba dio a Pedro:
«¡Es el Señor!». Cuando
Simón
Pedro oyó que era el Señor, se
ciñó la túnica, que era lo
único que
llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros
discípulos fueron en la
barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo
a unos
cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había
fuego
preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les
dijo: «Traigan
algunos de los pescados que acaban de sacar».
Simón Pedro subió a al
barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran
ciento
cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se
rompió. Jesús
les dijo: «Vengan a comer». Ninguno de los
discípulos se atrevía a
preguntarle: «¿Quién eres»,
porque sabían que era el Señor. Jesús
se
acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo
con el pescado. Esta
fue la tercera vez que Jesús resucitado se
apareció a sus discípulos.
Después de comer, Jesús dijo a Simón
Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me
amas más que estos?». El le respondió:
«Sí, Señor, tú sabes que te
quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis
corderos». Le volvió a decir por
segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me
amas?». El le respondió: «Sí,
Señor, saber que te quiero». Jesús le
dijo: «Apacienta mis ovejas». Le
preguntó por tercera vez: «Simón, hijo
de Juan, ¿me quieres?». Pedro se
entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo
quería, y le
dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes
que te quiero». Jesús le dijo:
«Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven
tú mismo te
vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas
viejo, extenderás tus
brazos, y otro te atará y te llevará a donde no
quieras». De esta
manera, indicaba con qué muerte Pedro debía
glorificar a Dios. Y
después de hablar así, le dijo:
«Sígueme» (Juan 21, 1-19).
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Predicaciones
del P. Alejandro W.
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