Viviendo para Dios...
Queridos amigos:
1. HEMOS
RECIBIDO AMENAZAS DE MUERTE: TRISTEZA, MIEDO, ENOJOS Y HASTA EL ODIO,
QUE MATAN... De todos modos, no hay nada que temer. Hace tanto que
todos recibimos la primera amenaza de muerte, que ya no hemos olvidado
de ella. Es más, en el mismo momento en que nacíamos teníamos ya una
sentencia que caía sobre nosotros: la certeza de que no viviremos para
siempre. Por más que lo pretenda la medicina, y se esfuercen todos en
brindarnos los mayores cuidados, llegará un momento en que ya no
podremos vivir mas esta vida...
Pero no ha sido la única. A ella le han seguido muchas otras. Y no me
estoy refiriendo sólo a las enfermedades, más o menos graves, que nos
han tenido a mal traer y nos han acercado más o menos a ese momento que
algún día, con mayor o con menor retraso, llegará. Alguna vez la
tristeza nos ha ganado el corazón, y eso sí que es una amenaza de
muerte. La tristeza mata. La tristeza apaga el corazón y lo deja tal
como estaba este Templo antes de que comenzáramos esta Vigilia Pascual,
a oscuras...
Pero
además de la tristeza, nos ha amenazado de muerte el miedo, y cada vez
que lo hemos sufrido hemos tenido sobre nosotros el peso de una amenaza
de muerte. El miedo no nos deja vivir. El miedo nos paraliza. El miedo
puede incluso, como la tristeza, hacernos desear que se acabe la vida,
porque se nos hace demasiado pesada...
Y esto todavía no es todo. Porque alguna vez nos hemos enojado con
alguien, aunque sea sólo un poco y por un rato, y entonces, aunque haya
quedado marcado con letra bien pequeña y sin mayúsculas, como esa letra
oculta que a veces se ponen en algunos contratos, algo de odio ganó
espacio en nuestro corazón, y eso es una amenaza de muerte, porque el
odio mata al que lo tiene, lo destruye, lo carcome desde adentro y le
hace perder el sentido de la vida. Tenemos entonces muchas amenazas de
muerte, pero esta noche viene Jesús a decirnos una palabra que nos
rescata para siempre, y nos rescata para la Vida...
2. DIOS
TIENE UNA PALABRA DE
AMOR, QUE PUEDE MÁS QUE LA MUERTE: JESÚS... Jesús pronuncia al salir
del Sepulcro, venciendo sus puertas y el encierro de la muerte, una
Palabra que da vuelta todas las cosas. El mismo es esa Palabra, cuyo Sí
a la Vida por su Resurrección cambia todas las cosas....
Jesús resucitado le
dice Sí a la Vida. Esta Palabra es de Dios, viene de Dios y la
pronuncia Dios con la Resurrección de Jesús. Y es Él quien nos hace
participar de su Vida, porque venció al pecado, que se ensañó con él
llevándolo a la Cruz, y a la muerte. Por eso cantamos de gozo en esta
noche. Porque hoy dejamos que repercutan en nuestro corazón sólo estas
palabras cargadas de Vida: Jesús vive para siempre y nos hace
partícipes a nosotros de esta Vida que viene de Dios y que Él nos ha
ganado, para que también nosotros superemos las barreras del pecado y
de la muerte...
Esta noche está llena de signos que nos hablan de la presencia de Dios.
En primer lugar la Luz del Cirio que nos ilumina y a la que cantamos en
el pregón pascual. El Cirio nuevo, que se enciende con la Luz que viene
del Fuego nuevo, el mismo fuego que Jesús pone en nuestros corazones
para encendernos en la fe que necesitamos para caminar con Él todo el
camino de la vida. Enseguida bendeciremos el agua con la que seremos
rociados para revivir en nosotros lo que del momento mismo de nuestro
Bautismo el mismo Dios comenzó a construir en nosotros sembrando sus
semillas de eternidad y llamándonos a vivir para siempre...
3. HAY QUE RECIBIR EL
AMOR DE DIOS Y VIVIR EN
ÉL, PARA PODER MÁS QUE LA MUERTE... Tenemos muchas amenazas, pero
podemos vivir tranquilos y apostar tranquilos a la vida. Viviendo para
Dios, que lo puede todo, y también puede vencer al pecado y a la
muerte. El Amor de
Dios es poderoso. Puede
más que el pecado y que la muerte. Ese Amor se hizo hombre y
habitó
entre nosotros, probó nuestra muerte y resucitando nos dio
su Vida.
Bastará, entonces, que
estemos dispuestos a recibirlo a Jesús, a recibir el Amor de
Dios con
las ventanas del corazón bien abiertas, para que
podamos vivir sin tristezas y sin miedo...
A Jesús
lo hemos recibido por
primera vez sacramentalmente en el Bautismo. En la Vigilia Pascual
hemos renovado las promesas y los compromisos que nuestros padres y
padrinos, si nosotros éramos infantes, hicieron por nosotros
el día de
nuestro Bautismo. Hemos seguido recibiendo a Jesús cada vez
que hemos
celebrado los
Sacramentos o nos hemos alimentado con la Palabra de Dios, en la que el
Amor está vivo...
Sin embargo, no alcanza con eso. Además de recibir el Amor
de Dios,
hace falta vivir en él. Porque el amor sólo
permanece en nosotros si se
mantiene
vivo, ya que el amor es vida. Y el Amor de Dios, que recibimos
permanentemente, permanece vivo
en nosotros si nos hace vivir en el amor. Por eso, el camino para
vencer a la muerte es el camino del servicio de unos a otros, al que
nos lleva el amor, y que nos hace participar en la Vida que
Jesús nos
regaló desde la Cruz y con su Resurrección...
Se trata del servicio de los más
chicos a los más grandes, de los más grandes a
los más chicos, y de
todos a todos. El amor que Dios nos ha dado y que vive en nosotros si
no lo abandonamos, consiste en el compromiso de construir
el bien de los otros, y esto sólo se puede hacer en el
servicio. Es un
amor al que Dios nos llama, entonces, que abarca a todos, y que nos
permite vivir confiados, con alegría y sin miedos...
Algunas
Lecturas
bíblicas de la
Misa
de la Vigilia Pascual, ciclo C:
- Al principio, cuando Dios creó todas las
cosas,dijo: «Hagamos al
hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le
estén
sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras
de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el
suelo». Y
Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen
de Dios, los creó
varón y mujer. Y los bendijo, diciéndoles:
«Sean fecundos,
multiplíquense, llenen la tierra y sométanla;
dominen a los peces del
mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre
la tierra». Y continuó diciendo: «Yo les
doy todas las plantas que
producen semilla sobre la tierra, y todos los árboles que
dan frutos
con semilla: ellos les servirán de alimento. Y a todas la
fieras de la
tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los
vivientes que se
arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto
verde». Y así
sucedió. Dios miró todo lo que había
hecho, y vio que era muy bueno
(Génesis 1, 26-31a).
- El Señor dijo a Moisés:
«¿Por qué me invocas con esos gritos?
Ordena a los israelitas que reanuden la marcha. Y tú, con el
bastón en
alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para
que puedan
cruzarlo a pie. Yo voy a endurecer el corazón de los
egipcios, y ellos
entrarán en el mar detrás de los israelitas.
Así me cubriré de gloria a
expensas del Faraón y de su ejército, de sus
carros y de sus guerreros.
Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando yo
me cubra de gloria a
expensas del Faraón, de sus carros y de sus
guerreros». El Angel de
Dios, que avanzaba al frente del campamento de Israel,
retrocedió hasta
colocarse detrás de ellos; y la columna de nube se
desplazó también de
delante hacia atrás, interponiéndose entre el
campamento egipcio y el
de Israel. La nube era tenebrosa para unos, mientras que para los otros
iluminaba la noche, de manera que en toda la noche no pudieron
acercarse los unos a los otros. Entonces Moisés
extendió su mano sobre
el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte
viento del
este, que sopló toda la noche y transformó el mar
en tierra seca. Las
aguas se abrieron, y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar,
mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda. Los
egipcios los persiguieron, y toda la caballería del
Faraón, sus carros
y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar.
Cuando
estaba por despuntar el alba, el Señor observó
las tropas egipcias
desde la columna de fuego y de nube, y sembró la
confusión entre ellos.
Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra,
haciendo que
avanzaran con dificultad. Los egipcios exclamaron: «Huyamos
de Israel,
porque el Señor combate en favor de ellos contra
Egipto». El Señor dijo
a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, para que
las aguas se vuelvan
contra los egipcios, sus carros y sus guerreros».
Moisés extendió su
mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce.
Los
egipcios ya habían emprendido la huida, pero se encontraron
con las
aguas, y el Señor los hundió en el mar. Las aguas
envolvieron
totalmente a los carros y a los guerreros de todo el
ejército del
Faraón que habían entrado en medio del mar para
perseguir a los
israelitas. Ni uno solo se salvó. Los israelitas, en cambio,
fueron
caminando por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban una
muralla, a derecha e izquierda. Aquel día, el
Señor salvó a Israel de
las manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los
egipcios que
yacían a la orilla del mar, y fue testigo de la
hazaña que el Señor
realizó contra Egipto. El pueblo temió al
Señor, y creyó en él y en
Moisés, su servidor (Exodo 14, 15-31).
- Hermanos: ¿No saben ustedes que todos los que
fuimos bautizados
en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Pro el
bautismo
fuimos sepultados con él en la muerte, par que
así como Cristo resucitó
por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida
nueva.
Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a
la suya, también nos identificaremos con él en la
resurrección.
Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con
él, para
que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así
dejáramos de ser
esclavos del pecado. Porque e que está muerto, no debe nada
al pecado.
Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también
viviremos con él.
Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere
más, porque la
muerte ya no tiene poder sobre él. Al morir, él
murió al pecado, una
vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así
también ustedes,
considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo
Jesús
(Romanos 6, 3-11).
- El primer día de la semana, al amanecer, las
mujeres fueron al
sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas
encontraron
removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo
del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas
a causa de esto, se
les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las
mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista
del suelo,
ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan
entre los muertos al que está
vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo
que él les decía cuando
aún estaba en Galilea: «Es necesario que el Hijo
del Hombre sea
entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite
al tercer día». Y las mujeres recordaron sus
palabras. Cuando
regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los
demás. Eran María Magdalena, Juana y
María, la madre de Santiago, y las
demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron
todo a los Apóstoles,
pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron.
Pedro, sin
embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y
al asomarse, no vio
más que las sábanas. Entonces regresó
lleno de admiración por que había
sucedido (Lucas 24, 1-12).
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predicación...
Predicaciones
del P. Alejandro W.
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