Nuestra miseria y Su misericordia...
Queridos amigos:
1. ES
MUY FÁCIL CAER
EN LA TENTACIÓN DE ENOJARSE CON LOS QUE NOS CONTRADICEN...
Dicho de
otra manera, es muy fácil caer en la tentación de
convertir en enemigos
a los que piensan distinto o no están dispuestos a compartir
nuestra
mirada de las cosas. Cada uno de nosotros puede encontrar hombres y
mujeres que nos rodean y de quienes tenemos muchos motivos para
quejarnos, por quienes
tenemos motivos suficientes para protestar, ya que no cumplen la ley, y
hasta pueda ser que nos parezca que debemos mirarlos como miserables o
pecadores. Hasta de los Obispos y de los sacerdotes, o de los
católicos que podríamos llamar más
comprometidos, es posible estar
quejándonos todo el tiempo, y
acusándolos, ya que muchas veces no son
(somos) fieles y coherentes, porque no hacen (hacemos) lo que
predican
(predicamos)...
Me imagino que el Papa Benedicto XVI tenía sobrados motivos para
enojarse de esta manera cuando se fue enterando de los graves
escándalos producidos por la Iglesia en Irlanda, a raíz de loa abusos
de menores perpetrados por algunos sacerdotes, y la débil respuesta de
los Obispos que no supieron poner las cosas en su lugar aplicando a
tiempo las medidas penales canónicas con las que cuenta la Iglesia para
estas ocasiones. Sin embargo no tomó el camino fácil del enojo, sino
que puso sobre sus hombros el peso de este dolor y dio la cara ante los
fieles de Irlanda, ante sus Obispos y sus sacerdotes, acercando a cada
uno lo que en este momento dramático le hacía falta con la Carta
del Pastoral del Papa a los Católicos de Irlanda que se dio a
conocer ayer...
Cuando
nos quedamos en la acusación, atacando a los demás incluso con
argumentos ciertos, por todo lo que hacen mal, es como si nos
quedáramos sólo serruchando el piso a los demás. dejamos
de mirar lo que pasa con nosotros, nos quedamos "durmiendo el
sueño de
los justos", como si en nosotros no hubiera nada que mirar, nada que
cambiar. Parafraseando a Jesús, podríamos decir
que a veces nos distrae
tanto mirar la paja (o la viga) en el ojo ajeno, que no nos damos
cuenta de la viga (o la paja), que tenemos en el nuestro. Y de esa
manera, con la conciencia adormecida o anestesiada, corremos el riesgo
de vivir como si no hubiera nada que condenar en nosotros, y no
necesitáramos corregir nada en nuestra vida...
Por eso, en el último Domingo antes de comenzar dentro de
siete días,
con el Domingo de Ramos, la Semana Santa de este año,
Jesús nos ayuda a
ajustar nuestra mirada, a partir de lo que sucedió cuando le
presentaron una mujer adúltera, a la que todos acusan, para
ver si
también Él la va a condenar...
2. JESÚS
VIENE EN AUXILIO DE NUESTRA MISERIA CON SU MISERICORDIA... Si somos
sinceros y veraces, nos vamos a dar cuenta que todos tenemos algo de lo
que necesitamos ser perdonados. Cuando Jesús
invitó a todos los que
acusaban a la mujer adúltera a que, si se consideraban
libres de
pecado, y por lo tanto sin necesidad de
perdón, tiraran la primera
piedra, se fueron retirando, uno tras otro, comenzando por los
más
viejos, hasta que sólo quedaron Jesús y la mujer
adúltera. Como dice
San Agustín, con una expresión contundente y de
incomparable
plasticidad, sólo quedaron la adúltera con su
miseria y Jesús con su
misericordia...
Esto nos ayuda a recordar que Jesús ha venido a
salvar, y ha venido por
todos y para todos. Por eso, no se dedica a dividir para poder reinar,
tampoco se dedica a acusar con el ánimo de poder condenar.
Jesús nos
trae su luz, que resplandece en todas sus palabras y sus obras, para
que cada uno pueda mirarse a sí mismo y, confiando en la
misericordia
con la que Él se pone ante nosotros, pueda arrepentirse y
acudir en
busca de su perdón...
La gloria de Dios es la salvación de los hombres, y para eso
desplegó
entre nosotros todo el misterio de la encarnación, Dios que
se hace
hombre. Y la presencia de Jesús, Dios hecho hombre, dando su
vida por
nosotros, movido por su gran amor, es un testimonio conmovedor que nos
muestra hasta qué punto Él está
dispuesto a todo, con tal de mover
nuestros corazones, para que estemos dispuestos a remediar nuestra
miseria en su misericordia, y de esta manera nos dispongamos a
abandonar nuestras rebeldías y pecados, para vivir en el
amor,
alimentados por el amor de Dios. La pasión de nuestro
Señor Jesucristo,
expresión culminante del amor redentor de Jesús,
no es sólo y
principalmente una muestra de los límites hasta los que
puede llegar la
crueldad humana. Es, sobretodo, un hecho trascendente, que nos muestra
la disponibilidad con la que Jesús se tiende a nuestros pies
con su
misericordia, para rescatarnos de nuestra miseria y llevarnos al amor
de Dios...
Mucho coraje hace
falta para plantarse ante la grave situación vivida por la Iglesia en
Irlanda a raíz de los graves pecados de algunos de sus miembros. El
Papa lo ha hecho, y llamando a las cosas por su nombre se ha puesto a
mano de todos los católicos de ese lugar expresándoles su cercanía,
proponiendo un camino de curación, de renovación y de reparación de los
daños causados, y proponiendo algunas medidas concretas para abordar la
situación y sanar las graves heridas producidas...
El Papa se hace cargo. Sabe, por que ha recibido personalmente a las
víctimas y a sus familiares en numerosas ocasiones, que han sufrido
inmensamente. Sabe que nada puede borrar el mal que han soportado los
que vieron traicionada su confianza y violada su dignidad. Sabe que en
esas condiciones es difícil perdonar o reconciliarse con la Iglesia, y
por eso en su nombre expresa abiertamente en su Carta
la vergüenza y el remordimiento, como sólo puede hacer quien se abre a
la misericordia de Dios, a la vez que toma las medidas para volver las
cosas a su cauce...
3. JESÚS
QUIERE PERDONAR A TODOS. PIDAMOS PERDÓN SIN TIRAR PIEDRAS A
LOS
DEMÁS... Por lo que venimos diciendo, está claro
que no hay tiempo que
perder, distrayéndonos con un dedo acusador que se dirija a
todos los
que, desde nuestra mirada, merezcan ser castigados o condenados por
todos los males que hacen...
Será la justicia humana la que deberá encargarse
del castigo de los
"delitos", para mantener el orden que reclama la convivencia social.
También cuando delitos aberrantes son cometidos por clérigos. Y por eso
el Papa ha exhortado a los Obispos de Irlanda a colaborar con la
justicia de ese país para que los que los han cometido reciban la justa
condena. La Justicia deberá actuar con firmeza, e incluso con
severidad, cuando
la convivencia está tan amenazada como lo está en
nuestro tiempo. Pero
nosotros no podemos detenernos sólo en esta mirada de la
justicia
terrenal. Serán los políticos los que
tendrán que trabajar para que el
orden de
las leyes ayude a construir el bien común, teniendo especial
cuidado
para que se preserve el bien de los más débiles y
desprotegidos. Serán
los gobernantes los que deberán luchas desde su puesto de
relevancia
para que la riqueza del Evangelio siga contribuyendo al bien de todos.
Pero también seremos todos y cada uno de nosotros, con
nuestra personal
conversión, los que haremos que el Evangelio sea una luz que
verdaderamente ilumine nuestro tiempo...
Nosotros
sabemos que Jesús ha venido a traernos una
salvación que
supera los límites de los horizontes humanos. Sabemos que ha
venido a
traernos la Vida eterna, abriéndonos las puertas del Cielo
con su
Resurrección. Sabemos también que
nosotros mismos estamos necesitados
de su misericordia, para superar con su perdón las miserias
que nos
llevan a apartarnos del amor de Dios. Sabemos, por lo tanto, que no
tenemos que quedarnos tirando piedras a los demás,
necesitados como
nosotros de la misericordia de Dios...
Lo que nos hace falta es acudir de
rodillas ante la misericordia de Dios, y ayudar también a
los otros a
que lo hagan, ya que Jesús nos quiere perdonar no
sólo a nosotros, sino
a todos los que estén dispuestos a recibir ese
perdón, que sólo Él nos
puede dar...
Lecturas
bíblicas de la
Misa
del Domingo V de Cuaresma del Ciclo C:
- Así habla el Señor, el que
abrió un camino a través del mar y un
sendero entre las aguas impetuosas; el que hizo salir carros de guerra
y caballos, todo un ejército de hombres aguerridos; ellos
quedaron
tendidos, no se levantarán, se extinguieron, se consumieron
como una
mecha. No se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las cosas
antiguas; yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando,
¿no se dan
cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto y
ríos en la estepa. Me
glorificarán las fieras salvajes, los chacales y los
avestruces; porque
haré brotar agua en el desierto y ríos en la
estepa, para dar de beber
a mi Pueblo, mi elegido, el Pueblo que yo me formé para que
pregonara
mi alabanza (Isaías 43, 16-21).
- Hermanos: Todo me parece una desventaja comparado con el
inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi
Señor. Por él he
sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con
tal de ganar a Cristo y estar unido a él, no con mi propia
justicia -la
que procede de la Ley- sino con aquella que nace de la fe en Cristo, la
que viene de Dios y se funda en la fe. Así podré
conocerlo a él,
conocer el poder de su resurrección y participar de sus
sufrimientos,
hasta hacerme semejante a él en la muerte, a fin de llegar,
si es
posible, a la resurrección de entre los muertos. Esto no
quiere decir
que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección, pero
sigo mi
carrera con la esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo
alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no pretendo haberlo
alcanzado.
Digo solamente esto: olvidándome del camino recorrido, me
lanzo hacia
adelante y corro en dirección a la meta, para alcanzar el
premio del
llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús
(Filipenses 3,
8-14).
- Jesús fue al Templo, y todo el pueblo
acudía a él. Entonces se
sentó y comenzó a enseñarles. Los
escribas y los fariseos le trajeron a
una mujer que había sido sorprendida en adulterio y,
poniéndola en
medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta
mujer ha sido
sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos
ordenó
apedrear a esta clase de mujeres. Y tú,
¿qué dices?». Decían esto
para
ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús,
inclinándose,
comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como
insistían, se enderezó
y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera
piedra». E
inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el
suelo. Al oír estas
palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los
más
ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que
permanecía allí, e
incorporándose, le preguntó: «Mujer,
¿dónde están tus acusadores?
¿Alguien te ha condenado?». Ella le
respondió: «Nadie, Señor».
«Yo
tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques
más en adelante» (Jn
8, 1-11).
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Predicaciones del P. Alejandro W.
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